29 Abr. 2012

El voto como forma de proyección

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El voto es la elección de una opción en que cada uno ve reflejada esas visiones, ese conjunto de valores, creencias, apetencias e ilusiones. [...] La adhesión permanente a los partidos, el sentido de pertenencia a los partidos, es muy elevado, porque no surge de un acto puntual [...] ¿Entonces los candidatos no influyen? Sí, influyen, primero, porque los candidatos y la sucesión de candidatos van moldeando las señales del partido y van moldeando consecuentemente el ser del partido y el mensaje del partido; o del sector, o de la corriente. Pero además influyen decisivamente sobre el segmento del electorado que no ve reflejado con claridad sus valores y creencias en un partido determinado, o muchas veces los ve reflejado en dos partidos, o dos sectores, o dos corrientes. [...] Esta serie de tres artículos pretende hacer reflexionar sobre las motivaciones del voto, sobre las adhesiones partidarias, en particular sobre las pertenencias partidarias.

Mal que le pese a muchos con una autosuficiente racionalista, el hombre en la formulación de sus ideas y sus valores es el producto de muchos impactos: la familia, los estímulos tempranos, la educación institucional, el barrio o pueblo, las amistades familiares, las amistades propias, los compañeros de estudio, los compañeros de trabajo, el tipo de trabajo, el ambiente de trabajo, el no trabajo, los éxitos en la vida y los fracasos en la vida, los sueños cumplidos y los no cumplidos, los traumas1. Así se moldea la propia personalidad y surge la propia estructura de valores, surge la visión sobre la vida y la sociedad, sobre el país y el mundo donde vive y sobre el país y el mundo donde quiere vivir. El voto es la elección de una opción en que cada uno ve reflejada esas visiones, ese conjunto de valores, creencias, apetencias e ilusiones.

Las opciones electorales se expresan en actores institucionales y actores personalizados, vale decir, en partidos y sectores de partido, y en candidatos. Las adhesiones institucionales, ya fueren permanentes (es decir, las adscripciones con sentido de pertenencia) o ya fueren puntuales (como voto concreto en una elección determinada), son el resultado de la proyección del individuo. Son el producto de proyectar esos valores, creencias, apetencias e ilusiones en el partido, sector o corriente de partido en la que percibe o cree percibir esos valores, visiones o creencias. Las adhesiones personales no son diferentes a las adhesiones institucionales: el votante proyecta en el candidato, ve reflejado en el candidato esos valores, visiones o creencias.

Por eso tiene una contradicción lógica el preguntarse si se vota por el candidato o se vota por el programa. Porque el programa de un partido es mucho más que un libro bien impreso y encuadernado, con centenares de páginas y el listado completo de las propuestas sobre cada área, cada tema, cada ítem. El programa en esencia, en el uso profundo del concepto, el usado con el surgimiento de los partidos modernos en la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX, es precisamente la expresión en un texto más o menos coherente de esos valores, visiones o creencias. El programa en esa acepción es lo que más contemporáneamente se llama (o se llamaba, porque también entró en desuso) “declaración de principios”.

En líneas generales la gente vota por esos principios. ¿Eso quiere decir que todos y cada uno leen esa declaración? No, quiere decir que cuando alguien ve la actuación de un partido a lo largo del tiempo, ve sus pronunciamientos, sus actitudes, la forma de actuación y las actitudes de sus dirigentes, de los que luego serán candidatos, va formando el juicio de identificación o de rechazo. Es una lectura que va desde lo escrito a lo gestual, de lo explícito a lo implícito; es un ejercicio donde se conjuga lo racional con lo emotivo, lo consciente con lo inconsciente. Por eso en países de partidos sólidos, consolidados y de larga data, la adhesión permanente a los partidos, el sentido de pertenencia a los partidos, es muy elevado, porque no surge de un acto puntual, de una decisión coyuntural, de la lectura de un libro o un folleto, de un spot televisivo, de un discurso, de una acumulación de señales durante mucho tiempo. ¿Entonces los candidatos no influyen? Sí, influyen, primero, porque los candidatos y la sucesión de candidatos van moldeando las señales del partido y van moldeando consecuentemente el ser del partido y el mensaje del partido; o del sector, o de la corriente. Pero además influyen decisivamente sobre el segmento del electorado que no ve reflejado con claridad sus valores y creencias en un partido determinado, o muchas veces los ve reflejado en dos partidos, o dos sectores, o dos corrientes. Es un elector que se ubica en la frontera de dos partidos, o más exactamente en el segmento en que dos círculos se superponen. Entonces, al estar relativamente equidistante de un partido o del otro, los candidatos pasan a ser decisivos, ya fuere por sí mismos, es decir, por su trayectoria a lo largo del tiempo, ya por el desempeño en la campaña electoral. Aquí sí los candidatos importan mucho.

Pero – y esto es una reiteración de los dicho más arriba- la opción por el candidato no es superficial. Se dice a veces: la gente elige por la pinta, por el aspecto, por la facha. Lo cual puede ser correcto. Otras veces se dice: la gente elige por cómo se viste. Lo cual también puede ser correcto. Pero contra lo que muchos al decir o uno o lo otro creen, eso no quiere decir que es una elección superficial, sino por el contrario una elección muy profunda. Valga un ejemplo. Una persona del exterior, que no conoce a Uruguay, que no sabe los nombres de los candidatos, ni lo que piensan, ni su trayectoria, se le presentan dos fotografías: una de Mujica y otra de Astori. Sin más información, ese extranjero va a poder elegir sin demasiado problema a uno o al otro, porque desde la expresión de la cara, la postura, los rasgos físicos, el tipo de vestimenta, la forma de llevarla, todo ello denota –al menos en términos gruesos- la existencia de valores, creencias y adscripciones sociales. Es, como se dice muchas veces a contrario del aforismo: el hábito hace al monje.

Esta serie de tres artículos pretende hacer reflexionar sobre las motivaciones del voto, sobre las adhesiones partidarias, en particular sobre las pertenencias partidarias. En particular pretende poner en discusión algunos lugares comunes (fuera del ámbito académico) tales como que la gente solo elige cuando hay elecciones, que la gente no puede anticipar el voto antes de que estén definidos los candidatos, que no puede medirse las intenciones de voto bajo la formulación de la hipótesis de que hubiere elecciones el próximo domingo. También pretende poner en discusión afirmaciones tales como que hay gente que vota con la cabeza (la que vota por el programa) y gente que vota por la emoción o escoge de manera superficial (la que vota por la persona).


1 Última nota de una serie de tres sobre “Las motivaciones del voto”