13 May. 2012

España, mañana ¿será republicana?

Oscar A. Bottinelli

El Observador

“Juan Carlos de Borbón y Borbón no llegó al trono por la sucesión natural en una monarquía sino por la voluntad de Francisco Franco [...] Pero este discípulo de Franco legitimó su corona ante antifranquistas y antimonárquicos por sus indudables dotes políticos y diplomáticos, que lo ubicaron a la cabeza de una transición otorgada, que permitió a España pasar de la dictadura a la democracia, de la obsolescencia política a la modernidad. [...] Una señal de que el rey ya no era aquel virtuoso del refinamiento político se dio en estas latitudes hace cinco años [...]Muchas veces parece que no pasa nada y de golpe pasan muchas cosas, para que reapareciera en España la idea de la república. No importa si empieza desde un extremo político y que la monarquía por ahora tiene muchos años por delante. Pero este debate resultaba inimaginable hasta hace muy pero muy poco, desde aquel invierno hace 36 años en que el comunismo español se proclamó monárquico.”

“¡España, mañana, será republicana!” Durante muchos años, alguna que otra década, esta frase fue coreada en la apertura y el cierre de todo congreso o acto de socialistas, comunistas, radicales, republicanos españoles, republicanos catalanes, en los largos e interminables años de exilio. Hasta que un día, en el invierno español de 1976, Santiago Carrillo, entonces secretario general del Partido Comunista de España, sorprende a todos, en particular a socialistas y militares: proclama la adhesión del Partido Comunista a la monarquía y la aceptación de la bandera monárquica roja y gualda. Allí ocurrió la última muerte de la Segunda República Española. No fue sorpresivo para el rey, quien a través de un viejo amigo suyo y de Nicolae Ceausescu -el todopoderoso gobernante comunista rumano- negoció laboriosamente con Carrillo la incorporación del PCE al proceso de transición conducido por el monarca, la aceptación de la monarquía y de la bandera monárquica, condiciones sine qua non para que los militares siguiesen al rey en la inclusión y legalización de los comunistas. Desde entonces y hasta pocas semanas atrás, en España a nadie de relevancia se le ocurrió cuestionar la monarquía ni promover la república1. Ahora, desde los sucesores de Carrillo, desde la potenciada Izquierda Unida, ante el resquebrajamiento de la imagen de la Casa Real, surgió el lanzamiento del desafío de llamar a un plebiscito nacional para decidir entre la continuidad de la monarquía o la construcción de una tercera república ¿Por qué ocurrió esto? ¿Fue solamente por la inconsistencia para un partido de ser a la vez marxista-leninista y monárquico, con lo que convivió 35 años?

Juan Carlos de Borbón y Borbón no llegó al trono por la sucesión natural en una monarquía sino por la voluntad de Francisco Franco, que desde temprano devolvió la monarquía a España pero sin rey, donde su propia persona ofició como una especia de regente, “por la gracia de Dios”. Y Franco eligió a Juan Carlos como una carta de una baraja de al menos cuatro, todos con más o menos derechos, y lo preparó para la sucesión dentro del régimen. Pero este discípulo de Franco legitimó su corona ante antifranquistas y antimonárquicos por sus indudables dotes políticos y diplomáticos, que lo ubicaron a la cabeza de una transición otorgada2, que permitió a España pasar de la dictadura a la democracia, de la obsolescencia política a la modernidad. El propio Carrillo revalidó muchas veces su apoyo a la monarquía: “si en lugar del rey tuviésemos un presidente, hace tiempo que andábamos a los tiros”, sentenció más de una vez.

Don Juan Carlos también jugó fuerte en el apoyo a la transición a la democracia en el Cono Sur. En Uruguay fue memorable su visita al país en mayo de 1983 y su reunión con casi todos los líderes políticos opositores, con proscriptos y con ilegalizados3 El rey cultivó lazos importantes con Wilson Ferreira Aldunate, Julio Ma. Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle, y en general ha sido una figura respetada y admirada en estas tierras, desde todo (o casi todo) el espectro político. Pero sobre todo fue muy valorado por analistas políticos e historiadores, por esa filigrana florentina que supuso la construcción de la transición española, una verdadera obra de orfebrería política. Hoy sorprende además la velocidad con que se procesó. Cuando apenas se cumplían tres años de la muerte de “El Caudillo”, que decía haber dejado su régimen “atado y bien atado”, España plebiscitó una constitución democrática liberal, pluralista y moderna, elaborada por unas Cortes (cámaras) elegidas año y medio atrás en elecciones libres, plurales, limpias, legítimas y legitimadas.

Días pasados, en medio de la feroz crisis económica, financiera, fiscal y social de España, en medio del recorte a sueldos y jubilaciones, de uno de cuatro españoles sin empleo, del país al borde de la bancarrota, el rey no tiene mejor idea que salir de safari a la caza de elefantes. Un safari de los más costosos del mundo. Además él, presidente de una sociedad protectora de animales protegidos en vías de extinción, en una partida de caza de elefantes. Además de ademases, con alimento para la prensa de los escándalos de farándula, habría estado en esa aventura con una princesa alemana 30 años menor que él. Y en medio de otro medio, el de los sucesivos escándalos de sus yernos y ex yernos, implicados en tráficos de influencia, negocios irregulares y uno de ellos en temas de drogas. Y su nieto con una curiosa herida en un pie producto de un manejo imprudente de las armas, que ha hecho recordar que el actual rey, cuando adolescente, mató de un disparo accidental a un hermano menor (¿Qué le pasa a los Borbones con las armas? escribió alguien en estos días).

Una señal de que el rey ya no era aquel virtuoso del refinamiento político se dio en estas latitudes hace cinco años, cuando fracasó con una fenomenal gaffe en su intento de mediación entre Uruguay y Argentina por el conflicto sobre Botnia (noviembre de 2006-noviembre de 2007). Una mediación mal planteada, con equivocados manejos de los tiempos y peores manejos de las formas, que terminó como debía terminar: en el más absoluto fracaso. Al cual contribuyeron la chapucería del canciller español (Moratinos) y la actitud de un gobierno (Rodríguez Zapatero) que daba ostensibles muestras de apoyo a Kirchner y Argentina. Eso ocurrió cuando Uruguay venía de dar grandes batallas en defensa de la inversión española de Ence. (De paso, hay que ver cómo aquellos vientos influyeron en estas tempestades sobre Repsol YPF y la inversión española en la región).

Muchas veces parece que no pasa nada y de golpe pasan muchas cosas, para que reapareciera en España la idea de la república. No importa si empieza desde un extremo político y que la monarquía por ahora tiene muchos años por delante. Pero este debate resultaba inimaginable hasta hace muy pero muy poco, desde aquel invierno hace 36 años en que el comunismo español se proclamó monárquico.


1 Una de las pocas excepciones lo ha sido Esquerra Republicana de Catalunya, cuyo republicanismo era uno de los tintes más peculiares de los grupos regionalistas –separatistas o autonomistas- que en España son denominados “nacionalistas”.

2 Ver “De derechos y de poder”, El Observador.

3 Cabe aclarar que no se reunió con el Frente Amplio, ni el Partido Comunista, ni Hugo Batalla, aunque sí con el Partido Socialista, que fue por su propia cuenta y no en representación del Frente Amplio.