Radiocero y Radio Monte Carlo
Estas anécdotas [...] marcan una línea que permite ver que la dicotomía campo político versus campo social no es nueva en la izquierda uruguaya. [...] Hay confrontaciones de tipo teórico y hay también diferencias que surge del propio juego de poder. [...] En el campo teórico o ideológico es la confrontación entre el concepto de autonomía de decisión del movimiento social y el concepto de que el movimiento social deriva del accionar político.
OAB: Culminamos hoy un ciclo de espacios destinados a analizar el papel central de los partidos políticos y luego, más específicamente, la relación sindicatos-partidos. Hoy, en este tercer espacio del ciclo vamos a analizar las contradicciones entre la conducción política y la conducción sindical a nivel de la izquierda, con una serie de ejemplos o anécdotas. La contradicción político-sindical es muy vieja en la izquierda, pero sigue siendo un tema de gran actualidad y sin resolución, mucho ahora más con la izquierda en el gobierno.
FV: Empecemos con anécdotas o ejemplos prácticos.
OAB: Primero vamos a situarnos en los primeros días de julio de 1973, a poco de producido el golpe de Estado y desatada la huelga general en su contra. En ese momento y a raíz de eso, surgió en el seno de la izquierda una contradicción sobre la conducción de la lucha: dónde se situaba el centro de conducción, en la fuerza política o en la dirección sindical.
En la primera reunión del Comando Político del Frente Amplio –recién formado como estructura reducida de conducción para tiempos de resistencia- el general Liber Seregni planteó: “Esta es una lucha política. Una lucha política requiere un comando político. Y es éste”. El planteo lo formula en términos claros, enérgicos y sin apelación ante José Luis Massera (Coalición 1001 y uno de los 5 conductores del Partido Comunista), José Pedro Cardoso (Partido Socialista), Juan Pablo Terra (Partido Demócrata Cristiano) y Hugo Batalla (99 y representante de toda “La Corriente”).
Obtiene el apoyo de la totalidad del Frente Amplio, inclusive del Partido Comunista que hegemonizaba la conducción sindical, la Convención Nacional de Trabajadores. Fue un apoyo al menos en el plano de lo formal; aunque en la realidad no fue un acatamiento pleno, pero fue un acatamiento a mitad de camino, algo más que lo meramente formal. Puede ubicarse aquí la primera vez que en el Frente Amplio se plantea la dicotomía entre la primacía de lo político o la primacía de lo sindical.
FV: ¿Segundo episodio de este anecdotario?
OAB: Lo ubicamos en 1985, apenas producida la restauración institucional. Surgen diferencias en la forma de plantarse en relación al nuevo gobierno y ante la restauración institucional: el Frente Amplio en una línea de fuerte concertación y el movimiento sindical, ya PIT-CNT –con un Partido Comunista en proceso de reconquista de su hegemonía- en una línea más confrontatoria.
Seregni combatía lo que llamó la “gimnasia sindical”, es decir, las fuertes movilizaciones, paros y huelgas desatados contra el gobierno Sanguinetti, que consideraba que tenían como principal objetivo el proselitismo político , es decir, la “necesidad de la permanente movilización de las masas como acción concientizadora”, en la versión del líder comunista Rodney Arismendi.
Esta diferencia llegaba al plano de cuál era el papel de los Comités de Base y de las movilizaciones frenteamplistas. Varios sectores impulsaban el papel de los Comités como apoyo de las movilizaciones sociales, y además sostenía que la movilización frenteamplista debía ser derivada de las movilizaciones resueltas en el campo social, especialmente en el movimiento sindical.
Entonces había dos tipos de diferencia: Una, en cuánto a dónde debía estar el centro de las decisiones políticas, en la fuerza política o la central sindical. La otra diferencia, de fondo, entre apostar a la concertación o apostar a una mayor confrontación, diferencia esta última que se expresó en posiciones divergentes entre el líder frenteamplista Liber Seregni y el líder sindical José D’Elía. Agrego, para que no haya confusiones, que no afectó nunca la profunda estima entre ambos.
FV: Tercera anécdota
OAB: La tercera en realidad cronológicamente es la segunda, porque ocurrió antes. Pero conviene mecharla aquí por razones de orden en la exposición. Cuando la etapa final de la dictadura, el Frente Amplio estaba excluido de la Interpartidaria, formada por los partidos Colorado, Nacional y Unión Cívica. Estaba en cambio asociado con el Partido Nacional en la Intersectorial, que además de ambos partidos la integraban el PIT (todavía no era PIT-CNT, FUCVAM, los estudiantes en ASCEEP y el Servicio de Paz y Justicia.
Hasta la liberación de Seregni fue imposible integrar el Frente Amplio a la Interpartidaria, porque la dirigencia frenteamplista exigía que entrar además todos los movimientos sociales, lo que era rechazado esencialmente por el Partido Colorado, pero que tampoco gustaba mucho a los otros dos partidos. Seregni, apenas liberado, tiró por tierra la exigencia frenteamplista de participación de las fuerzas sociales y llamó con éxito a la constitución de la Multipartidaria con la sola presencia de los cuatro partidos políticos.
FV: Cuarta anécdota
OAB: La cuarta anécdota anda por las mismas épocas, cuando la campaña electoral de 1984, el Frente Amplio siente que tiene a su alcance el gobierno departamental de Montevideo. No era una percepción disparatada, porque lo pierde por la exigua diferencia del 1,5% de los votos válidos y lo obtendrá cinco años más tarde.
La redacción del programa de gobierno departamental se hace desde la óptica de quien siente que debe aplicar lo que propone. Es un programa para gobernar efectivamente. Y allí estalla una fuerte discusión en torno al precio del boleto. En ese entonces en Montevideo existía un sistema de precios diferenciales por distancia, por tramos, que la mayoría de la población rechazaba. Los partidos Colorado y Nacional levantan la bandera de precio único del boleto, propuesta que aplicará el gobierno colorado de Aquiles Lanza apenas asume, en consonancia con la reivindicación de la ciudadanía capitalina.
El Frente Amplio, en cambio, no logra consenso en ese camino, porque estaban en contra del boleto único los cooperativistas del transporte y, en menor grado, también los sindicatos del transporte. El tema es que el precio diferenciado por distancia (cuanto más lejos, boleto más caro), se traducía en que quienes habitan en barrios más alejados y más populares debían pagar un boleto más caro. Pero no hubo acuerdo, porque importantes grupos del Frente Amplio decían: no se puede ir contra lo que piensan los sindicatos. Y el Frente Amplió allí quedó de espaldas al planteo de la abrumadora mayoría de la población capitalina.
FV: ¿Conclusiones?
OAB: Estas anécdotas, por más que como toda anécdota refiere a episodios puntuales, marcan una línea que permite ver que la dicotomía campo político versus campo social no es nueva en la izquierda uruguaya. Y que esa dicotomía ocurrió cuando se estaba lejos de responsabilidades propias de gobierno, aunque sí con responsabilidades trascendentes para el país, como el enfrentamiento a una dictadura naciente, la búsqueda de salida a esa dictadura, el apoyo a la restauración institucional, el funcionamiento político normal en una etapa de restauración institucional o la preparación para un gobierno, aunque fuese departamental.
En esta dicotomía hay que tener en cuenta que hay dos cosas. Hay confrontaciones de tipo teórico y hay también diferencias que surge del propio juego de poder.
En el campo teórico o ideológico es la confrontación entre el concepto de autonomía de decisión del movimiento social y el concepto de que el movimiento social deriva del accionar político. Pero este concepto de autonomía del movimiento social es funcional a los grupos que lo hegemonizan o al menos que su fuerza está sobre representada en el campo social. A la inversa, la tesis de que debe prevalecer la fuerza política, es funcional para quienes están sub representados en el campo social.