10 Mar. 2013

Un largo terremoto en el Caribe

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La muerte del caudillo plantea muchas incógnitas. En el plano regional, [...] En el plano mundial [...]  La incógnita mayor va referida a Venezuela. [...] La incógnita está referida más bien al después, al encare de una situación económica crecientemente difícil [...] Y consecuentemente, los riesgos de divisiones en el chavismo ante ello. [...] Y otra incógnita referida a Venezuela si se va a mantener, acentuar o debilitar la intolerancia recíproca entre chavistas y opositores

Hugo Chávez Frías fue un largo terremoto que movió al Caribe y la América Meridional durante dos décadas. Antes que nada es necesario evitar algunos errores: la poliarquía1 en Venezuela desapareció antes de que Chávez llegase al gobierno, e inclusive su intento fallido de golpe de Estado fue dos años después del Caracazo frente a un sistema político impopular y moribundo; el populismo llega al país caribeño antes de Chávez y su bolivarianismo, de la mano de uno de los paradigmas del viejo sistema de partidos, Rafael Caldera, tercer presidente desde la instauración de una democracia semiplena en 1958, firmante del Pacto de Punto Fijo que estableció esa democracia, antiguo líder del partido socialcristiano Copei. El bipartidismo adeco-Copei (por la socialdemócrata Acción Democrática y el socialcristiano Copei, que es una sigla) -que dominó la escena política por más de cuarenta años- se derrumbó en las elecciones legislativas de 1993, producto de la falta de respuestas a la crisis económica y social, la corrupción, el clientelismo y el agotamiento del modelo petrolero. En un giro de 180 grados, Caldera representó la quintaesencia de la democracia de partidos y fue el impulsor del combate a los partidos y la apelación directa al pueblo.

Las grandes mayorías fueron crecientemente marginadas de la sociedad de bienestar y discriminadas en clave étnica. Precisamente Chávez aparece en esa clave como el representante de la sociedad de piel oscura, “los sambos, mulatos, pardos, indios, negros” que en 1812-14 pelearon junto al asturiano Tomás José Boves contra la aristocracia criolla (“los mantuanos” en la jerga de la época) representada por Bolívar. La ironía histórica es que este militar exponente de la masa marginada, tomase a Bolívar como modelo, al exponente del país blanco y aristocrático.

Sin duda Chávez fue un caudillo telúrico, de aquéllos que como decía Neruda su solo nombre hace temblar la tierra, mezcla de antiguo y de posmoderno. Sus credenciales poliárquicas no eran demasiado claras y sin embargo se acercó bastante a una democracia de partidos. Fue ayudado grandemente por una oposición torpe e inicialmente poco o nada democrática, que ensayó el camino del golpe de Estado y luego de la abstención. Parte del dominio absoluto del chavismo fue producto de su fuerza, estructura y militancia; parte producto del combate sin piedad a los opositores, en particular a los medios de comunicación opositora (acusados de desestabilizantes, enemigos del país y amigos del enemigo, el imperialismo); y parte por la larga ausencia de una oposición inteligente y democrática. Recién hace un par de años aparece una oposición comme il faut, producto de la unificación de todas las fuerzas opositoras y de la aparición de un formidable líder, Hugo Capriles Radonski, de origen judío, de padre sefardí y madre asquenazi. No participó de golpes de Estado, no fue a la abstención, resultó elegido primero alcalde y luego gobernador del poderoso Estado de Miranda, dentro del cual está la mayoría de la población del Gran Caracas.

Chávez obtiene un apoyo formidable, cuantificado en el 55% del electorado seis meses atrás, producto de las políticas sociales que sacaron a la mayoría de la población de la marginalidad, le otorgaron dignidad, recibieron fuerte impulso educativo y sobre todo, vivienda, en los últimos meses el chavismo construyó algún que otro centenar de miles de viviendas. Esto es lo que la oposición no había entendido hasta Capriles: que Chávez era combatible por su autoritarismo, su intolerancia, la corrupción dominante en el país (por demás endémica y para nada invento del chavismo), una política exterior ligada fuertemente a Irán; pero que ese combate era posible en la medida en que se valorasen y apoyasen las políticas sociales seguidas por el chavismo. Capriles resultó un poderoso adversario porque planteó una alternativa no conservadora sino moderada, con cierto toque de progresismo social.

La muerte del caudillo plantea muchas incógnitas. En el plano regional, cuánto disminuye o no la influencia venezolana y ello cómo y cuánto repercute sobre un Mercosur declinante y sobre un ALBA que exhibe menos fuerzas que antes, especialmente a partir de la línea cada vez más independiente del ecuatoriano Correa.

En el plano mundial, si Venezuela y con qué fuerza va a seguir siendo el interlocutor entre Irán y América Latina, especialmente con los países del ALBA más Argentina y Brasil. A propósito, tema a definir entre casa, cuál es en verdad la relación entre Uruguay e Irán, muy fuerte en el accionar del canciller y no del todo claro el nivel de respaldo de esta línea en el conjunto del gabinete, especialmente de socialistas y astoristas.

La relación de Chávez con Uruguay fue -como gusta decir a los comentaristas futbolísticos- de más a menos. Lo que queda por verse es cuánto hay y cuánto queda del papel venezolano en el terreno energético, así como cuánto juega este papel en el apuntalamiento de sectores y candidatos a la interna del oficialismo.

La incógnita mayor va referida a Venezuela. Todo indica que los chavistas al menos en esta etapa van a tener la inteligencia de mantenerse unidos detrás de la figura del presidente interino Nicolás Maduro (en realidad le va la vida en ello) y con el impacto emocional de la muerte del comandante-caudillo, tiene ante sí las mayores probabilidad de retener la Presidencia de la República. La incógnita está referida más bien al después, al encare de una situación económica crecientemente difícil y a los posibles efectos sociales de esas dificultades económicas. Y consecuentemente, los riesgos de divisiones en el chavismo ante ello.

Y otra incógnita referida a Venezuela es si se va a mantener, acentuar o debilitar la intolerancia recíproca entre chavistas y opositores, que llegan hasta el paroxismo en invocar fantasmas: desde que Chávez murió en Cuba y fue trasladado muerto, hasta que el imperialismo le inoculó el cáncer.


1 Por poliarquía debe entenderse aproximadamente lo que se denomina una democracia liberal de partidos, con amplias libertades, tolerancia y neutralidad oficial.