23 Jun. 2013

40 años: asignaturas pendientes

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Del periodo dictatorial quedaron varias asignaturas pendientes, fundamentalmente vinculadas a algunos aspectos de la violación en ese periodo de los derechos humanos, específicamente en cuanto a la desaparición de personas detenidas y a algunas muertes.[...] Algún día, por lo menos no es este ni el venidero año, la sociedad uruguaya deberá -al menos debería- encarar estas asignaturas pendientes. Porque son necesarias para la construcción del futuro.

El jueves 27 de junio se cumplen los 40 años de la emisión del decreto en que el presidente constitucional Juan María Bordaberry disuelve las cámaras legislativas y prohíbe actividades políticas y sindicales, con lo que queda consumado finalmente el golpe de Estado, en la definición más clásica del término. Pasó a haber en Uruguay un régimen de facto con características de dictadura, también en la definición más clásica del término. Un pre-golpe de Estado, o una primera etapa del golpe, ocurrió el 12 de febrero de ese mismo 1973 con el Pacto de Boiso Lanza, celebrado entre el presidente constitucional y los comandantes de las tres Fuerzas Armadas, uno de los cuales (Fuerza Aérea) ocupaba el cargo por designación legítima del Poder Ejecutivo y los otros dos (Ejército y Armada) detentaba los cargos por designación de los propios mandos de las respectivas fuerzas.

Y antes de antes, el país vivió el descaecimiento de los valores de la poliarquía1. Desde la responsabilidad del Estado: reiterada aplicación y por uso prolongado del instituto de las Medidas Prontas de Seguridad; instauración efectiva del Estado de Sitio (o si se prefiere una forma menor, del Estado de Asamblea) no previstos constitucionalmente y su aplicación mediante la forma de Medidas Prontas de Seguridad; establecimiento del Estado de Guerra Interno. Desde fuera y en contra del Estado, las prédicas y los actos que condujeron a la acción armada para el derrocamiento del orden institucional.

Del periodo dictatorial quedaron varias asignaturas pendientes2, fundamentalmente vinculadas a algunos aspectos de la violación en ese periodo de los derechos humanos, específicamente en cuanto a la desaparición de personas detenidas y a algunas muertes. Hay otras varias. Pero hay dos en la que uno pretende detenerse en el presente análisis. La primera es lo que comunmente, en forma concisa y sonora, tiende a llamar la búsqueda de “La Verdad”. Como toda verdad es relativa, más exactamente se podría definir la asignatura pendiente como la investigación exhaustiva de lo ocurrido durante el periodo dictatorial, del periodo previo de descaecimiento institucional y del periodo anterior de descaecimiento de la poliarquía. Más o menos en los primeros años de la década de los sesenta podría ubicarse el comienzo de esa investigación. Hay mucho hecho en forma parcial, mediante la recolección de testimonios, la elaboración de memorias y recuerdos y en menor grado la búsqueda documental. Pero es un camino muy largo y muy arduo, del que falta mucho por hacer.

La otra asignatura pendiente quizás es la más importante de todas en términos de larga duración, en términos históricos, y requiere sin duda de grandes avances en la anterior, en esa búsqueda de los hechos. Pero requiere además de abordajes serenos, fríos, desapasionados, con perspectiva histórica, sin la búsqueda de culpabilizaciones ajenas ni de exculpaciones propias, sin pretensión de juzgamiento ni condena. Sino simplemente, y aquí está lo difícil, lo extraordinariamente difícil, buscar explicaciones al por qué de lo ocurrido. Que no va en la maldad intrínseca de unos o de otros, ni en las ideas deformadas de los guelfi ni de los ghibellini. Es buscar entender la cabeza de cada quien, de cada segmento de la sociedad, de sus valores, de su forma de pensar, de sus aspiraciones y frustraciones. No es tarea para espíritus de cruzado, sino para fríos espíritus de ciencia dura.

La gran pregunta sin contestar es cómo una sociedad que se veía a sí misma como democrática, liberal, tolerante, moderada y respetuosa del derecho, del Estado de Derecho y de los derechos de las personas, pudo caer en la violencia, la quiebra institucional, la violación sistemática de los derechos humanos. Cómo esta sociedad que se percibía a sí misma como dueña de sus destinos mediante la acción política y el voto, pudo contener grupos de relativa significación que concibieron el cambio de las cosas mediante las armas.

Primero las cosas no se pudieron analizar porque estaban todavía calientes, con las instituciones apenas restablecidas. Desde una década y un poquito más, porque el debate se reavivó en términos maniqueos. Pero entre que se apagaron los ecos del primer referéndum sobre la Ley de Caducidad (el del voto amarillo y el voto verde) hasta los albores de la Comisión para la Paz, transcurrió un decenio en que en el país existía de manera dominante el sosiego necesario para encarar los análisis y los debates con perspectiva histórica. Y esto no se hizo

El presidente Mujica dice reiteradamente que habrá que esperar que estén muertos todos los protagonistas de la época. Sin embargo, hace ocho años que Italia recordó el cincuentenario del fin de la guerra civil (incluida la ocupación alemana como sostén de una de las partes). Y en esos debates de memoria histórica, se vio con estupefacción el nivel de virulencia e intolerancia con que encaraban el debate los hijos de los partisanos y los hijos de los squadristi. Se ve en Argentina como se pelea hasta físicamente en favor y en contra de Eva Perón, cuando la gran mayoría no la conoció; o pro o contra Juan Manuel de Rosas, donde ahí sí no lo conoció siquiera ningún abuelo de nadie hoy vivo. Esto demuestra que no basta con que estén muertos todos los contemporáneos de los hechos, porque los odios y dolores pueden trasmitirse a los hijos y a los hijos de los hijos. Hoy aquí comienza a verse que los hijos de los protagonistas (o de los simples agonistas) pueden revivir el debate con más intolerancia aún que los propios agonistas3.

Algún día, por lo menos no es este ni el venidero año, la sociedad uruguaya deberá -al menos debería- encarar estas asignaturas pendientes. Porque son necesarias para la construcción del futuro.


1 Se prefiere utilizar el término politológico más exacto y bien definido de “poliarquía”, que el término “democracia”, que es más vago y más indefinido. En líneas generales y con reservas puede afirmarse que “poliarquía” es una especie de sinónimo de democracia liberal

2 Ver El debate que el país se debe a sí mismo, El Observador setiembre 19 de 2010, en Factum Digital.

3 El texto en bastardilla o itálica es la reproducción textual de párrafos del artículo mencionado en la nota anterior.