22 Set. 2013

Despunta un nuevo bipartidismo

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La creación de un lema para que blancos y colorados disputen juntos el gobierno de Montevideo puede verse como una jugada electoral puntual, específica, que sin duda lo es. Pero sea o no la voluntad de sus impulsores, es mucho más que eso y abre las puertas a interrogarse sobre el futuro, en particular si ya no se camina hacia la construcción de un nuevo bipartidismo, que confronte a un centro-izquierda de un lado y un centro-derecha del otro 

La creación de un lema para que blancos y colorados disputen juntos el gobierno de Montevideo puede verse como una jugada electoral puntual, específica, que sin duda lo es. Pero sea o no la voluntad de sus impulsores, es mucho más que eso y abre las puertas a interrogarse sobre el futuro, en particular si ya no se camina hacia la construcción de un nuevo bipartidismo, que confronte a un centro-izquierda de un lado y un centro-derecha del otro1. De alguna manera, un bipartidismo de otro tipo y otra configuración que la que tuvo el Uruguay a lo largo de siglo y medio.

Uruguay fue señalado como uno de los raros casos de bipartidismo sólido y duradero, junto con Colombia, Estados Unidos y Gran Bretaña (más modernamente, Nueva Zelanda). De ese bipartidismo solo subiste el norteamericano, que no es el original demócrata-whig sino la reformulación demócrata-republicano que surge con Abraham Lincoln. El británico tory-whig se reformula cerca dela mitad el siglo XX en conservador-laborista y finalmente se debilita, al punto de exhibir hoy un gobierno de coalición entre el primer y el tercer partido. El colombiano estalló en pedazos y el neozelandés sufrió una profunda modificación.

En Uruguay el bipartidismo tradicional, que se anuncia en 1825 con el clivaje Rivera-Lavalleja, se consolida en 1836 con el eje colorado-blanco y se mantiene incólume por 135 años, hasta que es desafiado en 1971 con el surgimiento del Frente Amplio. A poco de andar se llega en 1994 al tripartidismo perfecto (32 diputados el Partido Colorado, 31 el Nacional, 31 el Frente Amplio). Y ahí se plantea la gran interrogante: ¿Uruguay pasó de un sólido bipartidismo a un tripartidismo a solidificarse? ¿o el tripartidismo es solamente una etapa en un proceso de un bipartidismo a otro? La reforma constitucional de 1996, con la introducción del balotaje presidencial, tuvo entre sus objetivos apuntar a ese tripartidismo o al menos evitar que un partido tradicional fagocitase al otro, como desde entonces sucede con gran extensión y mayor frecuencia en las elecciones departamentales.

Cabe aclarar que bipartidismo no significa la existencia de tan solo dos partidos. En términos académicos puede definirse como el sistema en que el Número Efectivo de Partidos2 está lo más próximo a 2,0 (no menos de 1,5 y por debajo de de 2,5); en términos más gruesos puede decirse que es cuando dos partidos totalizan al menos el 80% del total de votos, sin que el primero supere al segundo por más de 1,5 a 1. En el país ambas divisas tradicionales sumadas oscilaron en torno al 90% a lo largo de la vida política moderna bipartidista (1916-1966), con la sola excepción de 1946 en que sumaron el 85%. Entre ambas divisas (exceptuada la peculiar elección de 1938) la diferencia nunca fue mayor a 6:4.

El bipartidismo es uno de los modelos clásicos de sistema de partidos, pero no como lo creyó Duverger en los años cuarenta del siglo pasado, el prototipo de sistema o el más frecuente. Por el contrario, lo dominante es el pluripartidismo en diferentes modalidades. Cuando logra implantarse y no ser amenazado, puede gozar de larga vida. Pero para ello necesita construcciones no sistémicas, de tipo valorativo, como la creación de identidades y pertenencias. En Uruguay la calidad de blanco o colorado podía estamparse en la cédula de identidad como uno de los elementos invariables de la personalidad, complementado por la trasmisión intrafamiliar del voto: en hogar blanco los hijos nacían blancos, en hogar colorado los hijos nacían colorados. Ahora se suma que en hogar frenteamplista los hijos tienden a nacer frenteamplistas. Precisamente uno de los elementos que debilitan el bipartidismo tradicional es cuando se interrumpe la reproducción intrafamiliar del voto: en un hogar blanco o colorado los hijos surgen frenteamplistas. Esta ecuación fue fundamental en la explicación del cambio de modelo.

El tripartidismo en esencia es muy difícil de consolidar, salvo cuando hay ejes sociales, étnicos, nacionales, lingüísticos, religiosos o geográficos que lo sostienen. O cuando los tres agentes electorales son equidistante: cada uno de ellos dista exactamente lo mismo en términos ideológicos y valorativos de cada uno de los otros dos. Desde el punto de vista de un sistema es el formato más inestable de todos. Y en eso fracasó unos de los objetivos de la reforma de 1996.

La premisa básica era: si el tripartidismo no se sostenía, es que se iba a un bipartidismo. El tripartidismo no se sostuvo porque no hubo esos elementos estructurales que sostuvieran tan fuertemente la diferencia entre lo blanco y lo colorado, ni hubo equidistancia entre los tres agentes: la distancia de los colorados y los blancos entre sí resultó menor que cualquiera de ellos con el frenteamplismo.

La reforma tuvo éxito de otra manera: con el formato anterior se hubiese ido a un formato frenteamplista-colorado o frenteamplista-blanco, o lo uno o lo otro. Con el nuevo formato ambos partidos tradicionales lograron sostenerse (inclusive el Partido Colorado evitó en 2009 el peligro de desplome e inició su repunte) y de allí el modelo que quedó abierto hacia un nuevo bipartidismo como la alianza o unificación de ambos partidos tradicionales en una nueva fuerza política3

El sistema electoral y el sistema de partidos uruguayos tienen la peculiaridad (múltiple voto simultáneo mediante) de permitir dentro de un partido la existencia de fuertes corrientes con estructura propia e identidad propia. El Frente Amplio demostró que es posible conservar la vigencia de identidad y de tradiciones pre existentes y articularlas en un nuevo sujeto político. Y por allá anda el camino que se inicia con esta experiencia.


1 Primera nota de una serie de dos sobre “El camino histórico hacia un nuevo bipartidismo”. Ver En Montevideo nace un bipartidismo.

2 El Número Efectivo de Partidos es una construcción de Taagapera & Lakso. La fórmula es la inversa de la sumatoria del cuadrado de los votos (o las bancas) de los partidos en términos porcentuales.

3 Una aclaración técnica: no se trata de crear un “lema accidental” sino un nuevo partido político. Que su objeto político sea solo para elecciones departamentales y en Montevideo, es un tema político, pero técnicamente eso es irrelevante, ya que se crea un partido político permanente.