16 Mar. 2014

Las elecciones y el dinero

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La campaña electoral es el momento en que se produce una concentración de mensajes, en que se resumen todos los elementos emitidos por los actores a lo largo de esos cinco años. [...] La campaña electoral es un resumen, un test final, no la única prueba eliminatoria.

¿Deben existir las campañas electorales?1 En un sistema poliárquico2, donde diversas opciones compiten libremente por la conquista del gobierno y de posiciones en el poder político, es imprescindible que los postulantes difundan sus propuestas entre los electores. En una poliarquía consolidada, como la uruguaya, con un sistema de partidos estable y con figuras políticas también consolidadas, las propuestas de los actores políticos se emiten todo el tiempo, es decir, a todo lo largo del periodo interlectoral (en Uruguay, cinco años). La campaña electoral es el momento en que se produce una concentración de mensajes, en que se resumen todos los elementos emitidos por los actores a lo largo de esos cinco años. Es el momento en que los electores se sienten llamados a decidir, prestan mayor atención y en definida pasan raya, hacen el resumen de los impactos recibidos a lo largo de esos cinco años, más los impactos recibidos a lo largo de toda la vida del elector y los emitidos a todo lo largo de la vida política del actor político. La campaña electoral es un resumen, un test final, no la única prueba eliminatoria.

El tema es que esa concentración de esfuerzos supone acceder a medios de comunicación concesionados por el Estado (televisión abierta, televisión codificada, radio), a medios de comunicación concesionados por los gobiernos departamentales (cartelería o pantallas en vía pública, anuncios en vehículos de transporte colectivo y similares), comunicación personal con los electores por medio postal convencional, por medio de telefonía fija, por medio de telefonía móvil, por internet. Supone también desplazamientos (vehículos, combustible, alojamiento, comida), actos, conferencias,impresos. Más la impresión de las hojas de votación (las “listas”) que por un lado son el vehículo de emisión del voto y por otro un elemento final de propaganda. Y esto ¿cómo se cubre? ¿quién provee esos medios?

En términos dicotómicos hay dos grandes posturas. Una de ellas, idea prevalente en los Estados Unidos de América, parte de una base filosófica individual capitalista ortodoxa: la tenencia de dinero es la medida del éxito de la persona, y el éxito es el producto del esfuerzo, o del trabajo, o de la capacidad, o de la dedicación, o de la habilidad de la persona. En esta versión individual capitalista, la recolección de fondos es una prueba de convocatoria del actor político: la recaudación es producto de la respuesta de la gente a su llamado. Tan es así la concepción, que una ley federal premia a cada actor político con un dólar del Estado federal por cada dólar que recaude privadamente. Para evitar excesos se ponen topes a las donaciones de una misma persona, física o jurídica, así como otras limitaciones. De esta manera se considera que las elecciones tienen dos etapas, interrelacionadas y legítimas: la recolección de fondos (el fundraising) y la votación. Los ciudadanos se expresan dos veces, una mediante la donación de dinero y otra mediante la emisión del voto. Así, si un candidato debe retirarse por falta de recursos económicos, ello es considerado natural y lógico: se retira porque careció de la convocatoria suficiente para financiar su campaña electoral, los electores lo han rechazado en la primera de las dos etapas electorales, la de la recolección de fondos (cabe sin embargo observar que esta concepción tiene en los propios Estados Unidos de América fuertes cuestionadores).

La tesis opuesta, prevalente en Europa Occidental (en su forma pura con mayor auge hace un par de décadas, especialmente en los países escandinavos, Italia y Alemania), parte de una concepción diferente. Al menos no supone que toda tenencia de dinero es por sí una virtud, y crea algunas desconfianzas del papel del dinero y de su derivado, el poder económico. Considera que la recolección de fondos beneficia a los actores políticos más ligados a los mayores tenedores de dinero. O que los tenedores de dinero están más dispuestos a otorgar fondos a los actores políticos que satisfagan sus intereses, o presten más oído a sus demandas, y además que cuenten con las mayores chances para ocupar cargos de gobierno o de influencia sobre el gobierno. Por tanto, no considera en sí mismo que el dinero demuestre virtud, ni que la democracia se sustente primero en la recolección de fondos. La posición más nítida de esta tesis conlleva a que sea el Estado quien aporte, directa o indirectamente, buena parte de los recursos o en una posición más extrema, la totalidad de los recursos.

Se puede considerar que hay una tesis que desconfía o enfrenta el dinero, pero que supone el uso de recursos de la gente en favor de los actores políticos y es lo que se denomina militancia o voluntariado. Son cuando las personas ponen su tiempo en favor de un actor político determinado en una campaña electoral.

En el juego de búsqueda de recursos, muchas veces se complementan o se enfrentan las diferentes formas de recursos. En Uruguay desde hace casi un siglo (desde fines de los años veinte) todos los actores políticos (lemas y fracciones, o en otro lenguaje partidos y agrupaciones, las mal llamadas “listas”) perciben una suma de dinero por cada voto obtenido. Primero lo fue a título de compensación de la impresión de hojas de votación (el equivalente al costo de 100 hojas por cada voto), luego fue directamente una suma determinada por voto. Pero lo más claro ha sido el enfrentamiento entre el poder del dinero y el poder de la gente, los actores políticos con alta capacidad de recaudación de dinero versus otros actores políticos sin capacidad de recaudación pero con alta capacidad de militancia, o casos de buena capacidad de obtención de recursos (inclusive desde el extranjero) combinado con buena capacidad de militancia. Pero en el Uruguay de hoy el recurso aportado por la gente con su tiempo y esfuerzo es un recurso debilitado y en creciente debilitamiento. Y los recursos directos del Estado están lejos de acercase a la mitad de los gastos de las campañas electorales (CONTINUARÁ)


1 Primera nota de una serie sobre el acceso a recursos en las campañas electorales

2 Corresponde a lo que con cierta imprecisión se define como “democracia liberal”