El Observador
Hay un descubrimiento que todavía no han hecho muchos candidatos, ya fueren nacionales, departamentales o locales: La Tierra sigue girando el 2 de junio [...] Muchos tampoco han descubierto que las batallas electorales no son batallas, son competencias. [...] éste es un sistema político que se caracteriza porque el que gana no gana todo y el que pierde no pierde todo. El sistema uruguayo, su praxis, su tradición, lleva a que los ganadores sean siempre ganadores relativos y los perdedores también sean perdedores relativos.
Hay un descubrimiento que todavía no han hecho muchos candidatos, ya fueren nacionales, departamentales o locales: La Tierra sigue girando el 2 de junio. El día anterior, el domingo 1° de junio, no precede al apocalipsis ni al Juicio Final. Más aún, más del 99,5% de la humanidad ni siquiera se percata de que haya algo espectacular a la vista, de que ocurra una catástrofe cósmica o siquiera un eclipse. Más aún, ni siquiera se atisba un eclipse generalizado del sentido común en este confín del planeta. Muchos tampoco han descubierto que las batallas electorales no son batallas, son competencias. No son aquellas luchas del siglo XIX en que el vencido resultaba degollado por el vencedor (“despenado”, se decía, porque al cortarle el cuello se le terminaban las penas). Ni siquiera hay que releer la convención de Ginebra sobre la guerra.
Más aún, como sostienen desde hace tres décadas los principales politólogos uruguayos, éste es un sistema político que se caracteriza porque el que gana no gana todo y el que pierde no pierde todo. El sistema uruguayo, su praxis, su tradición, lleva a que los ganadores sean siempre ganadores relativos y los perdedores también sean perdedores relativos. Claro que esto es a nivel de las grandes opciones, de los partidos y de los elencos. No es lo mismo cuando las apetencias se ponen en un cargo unipersonal, porque allí solo hay lugar para uno, y el 1° de junio es el embudo que hace que al día siguiente haya un solo candidato por partido, aunque siempre hay lugar o para ser el compañero de fórmula o para indicar el compañero de fórmula. Además, en cuanto al futuro no todos los candidatos compiten en las mismas condiciones. Algunos van por su tercera postulación y puede creerse que es la última, aunque Jorge Batlle demostró que es posible postularse tres veces, perder y ganar la cuarta.
Otros van también por la cuarta postulación, pero ya lograron la meta en la anterior y van por la reelección, por la segunda reelección popular en la historia nacional. Otros otros van por su segunda presentación y con horizonte etáreo suficiente, y todavía hay otros que van por su primera postulación y con un horizonte casi geológico por delante, al menos para los tiempos etáreos uruguayos.
Hay además muchas formas de ganar. Una es ganar la candidatura presidencial, que habilita luego a ganar o perder en la fase definitiva de octubre-noviembre. Otra es perder la candidatura presidencial pero habilitar un significativo espacio en su partido, que permita condicionar a ese partido, o hacerlo girar un poco hacia un lado diferente al que se ahora se inclina, o introducir un importante matiz. Y también está el ganar perdiendo, el perder ahora para dejar despejado el camino hacia 2019. Hay muchas formas de perder sin perder y muchas formas de ganar para perder, por no saber administrar el triunfo. Por todo eso, parece apresurado el nivel de nerviosismo, dureza y hasta ruptura de códigos que se atisban en algunos lados, cuando resta un par de semanas para que la gente vaya a votar, la que quiera ir a votar.
Hay dos grandes riesgos en toda elección. Una es ganar y transformar la victoria en derrota. Otra es perder pero tener un logro histórico o prospectivo, y transformar ese logro en una verdadera derrota. Primer caso. En 1989 Jorge Batlle derrota de manera categórica a Enrique Tarigo en unas elecciones primarias sectoriales: las del Batllismo Unido del Partido Colorado. La forma en que administró el triunfo, las descalificaciones que seguidores suyos hicieron de los sectores derrotados, el ninguneo (resulta que el término está recogido por la Real Academia) que hizo del presidente Sanguinetti, todo ello determinó que la victoria fuese pírrica y en el mismo festejo del triunfo construyese la derrota de 1989. Claro que Batlle aprendió y comenzó a construir su segundo renacimiento y su éxito de diez años más tarde que lo llevó a colocarse la banda presidencial.
Segundo caso ¿Qué hubiese pasado si en ese mismo 1989 alguien hubiese preguntado a cualquier frenteamplista qué pensaba de que cinco años más tarde se terminase el bipartidismo y el Frente Amplio se parase de igual a igual con los dos partidos tradicionales? La respuesta hubiese sido: en cinco años es muy difícil, pero si ocurre el festejo dejará chiquito al Carnaval de Río. Los tiempo se aceleraron, fundamentalmente por la impronta de Tabaré Vázquez, y en 1994 los tres partidos llegaron casi juntos a la meta: 1,1% entre el primero (Colorado) y el segundo (Nacional); 1,7% entre el primero y el tercero (Frente Amplio). Casi paridad parlamentaria: 32 diputados colorados, 31 blancos y 31 frenteamplistas ¿Qué pasó? Vázquez estaba convencido que ganaría las elecciones presidenciales. Su convicción fue confirmada por uno de los más clamorosos errores en la proyección de resultados electorales, realizada por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República, que anunció precisamente el triunfo de Vázquez. Los frenteamplistas festejaron calurosamente no el romper el bipartidismo sino el ganar el gobierno. Y cuando llegó la verdad, ese triunfo histórico devino en dolor, en amargura, en autoconstrucción de una derrota.
Se convirtió un logro en un fracaso. También Vázquez aprendió y cuando volvió a perder en 1999, recibió el resultado de tal manera que trazó el camino para su éxito en 2004, que lo llevó también a colocarse la banda presidencial, y ahora está en carrera para ponerse una segunda banda. Es facilmente comprensible la angustia de los dirigentes políticos de todos los niveles, no muy diferente a las angustias de quien concursa por una cátedra o un empleo, arriesga algo en la vida personal o profesional, o espera algo de alguien, o de la vida, o del mundo. No hay quien en su vida no haya sufrido, sufra y tenga en el futuro las perspectivas de volver a sufrir esas angustias.
Pero es necesario poner todo en su perspectiva y recordar lo fundamental: al día siguiente del 1° de junio, es 2, luego 3, y La Tierra va a seguir girando en torno a su eje y trasladándose alrededor del sol, sin ningún contratiempo.