22 Jun. 2014

Voto en blanco, attenti a la gaffe

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Desde la misma noche del 1° de junio [...] se ha oído con cierto estupor a analistas varios hablar del elevado número de votos en blanco y, tras cartón, el análisis sobre la actitud de esta enorme cantidad de uruguayos [...]. Se habló en un primer momento de 80 ó 90 mil, luego se habló de 30 mil. Y se siguió hablando de esas cifras ya terminado el escrutinio definitivo. Las cifras distan mucho de las mencionadas: no llegan a 5 mil, son exactamente 4798. Muy poco, como para hacer en el agua menos remolino que un patito de juguete.

Desde la misma noche del 1° de junio (lo mismo ocurrió cinco años atrás) se ha oído con cierto estupor a analistas varios hablar del elevado número de votos en blanco y, tras cartón, el análisis sobre la actitud de esta enorme cantidad de uruguayos que no se quedaron en su casa y fueron especialmente a votar para votar en blanco, lo que se traduce en un formidable expresión activa de rechazo. Se habló en un primer momento de 80 ó 90 mil, luego se habló de 30 mil. Y se siguió hablando de esas cifras ya terminado el escrutinio definitivo. Las cifras distan mucho de las mencionadas: no llegan a 5 mil, son exactamente 4798. Muy poco, como para hacer en el agua menos remolino que un patito de juguete. Representan el 0,18% del total del electorado y el 1,20% de los concurrentes a las urnas el 1° de junio. Nada.

No da para ninguna especulación. Ocurre que en el escrutinio primario, por la deficiente preparación de los miembros de las mesas electorales, en lugar de casi 5 mil votos apareció la cifra de casi 25 mil votos (errare humanum est)

Los errores vienen de cierta incomprensión de los mecanismos votacionales y del lenguaje técnico electoral, de errores cometidos por las comisiones receptoras de votos en el escrutinio primario y de un aparente excesivo tecnicismo de la Corte Electoral que en realidad conlleva al oscurecimiento del léxico técnico electoral. La confusión deriva de los conceptos voto en blanco total, voto en blanco parcial y “sobres con hojas anuladas en su totalidad”, que es una exquisitez introducida para no decir como en todo el mundo voto anulado o voto nulo (de paso, una confusión que tiene la Corte entre anular el intento de voto de anular el contenido del voto; en el mundo entero, a diferencia de lo que la Corte entiende para Uruguay, un voto anulado es un voto en que se anula el contenido del voto y no la intención de votar).

Conviene ir a lo político, al análisis de la conducta de los votantes. El voto en blanco total es cuando el elector introduce en la urna un sobre carente de hojas de votación, un sobre técnicamente vacío, aunque a veces esté acompañado de algún objeto extraño. Este sí, fuera de toda duda, es un voto refractario, de protesta, de indiferencia, de burla; como fuere, es una actitud activa.

El voto en blanco parcial es un voto “en blanco” para lo nacional (precandidato presidencial, organismo deliberativo nacional, ODN), y un voto afirmativo, válido, para lo departamental (organismo deliberativo departamental, ODD). Corresponde analizar la planilla de voto a voto en los circuitos para validar la interpretación que se desarrolla a continuación. En términos políticos corresponde a dos fenómenos. Uno, el más extendido, es el deseo del ciudadano de incidir en la elección del gobierno departamental y más específicamente en la elección de intendente. Dos, menor pero también de gran extensión, el voto dado a un amigo o grupos de amigos que luchan por marcar una determinada cantidad de votos en pos de una existente o futura carrera política; esos votos en un nivel político alto se marcan en las hojas nacionales y en un nivel político más bajo (ya fuere local o de inicios de carrera) se marcan en lo departamental, mediante la lista de candidatos al ODD. No tiene ninguna connotación de protesta, de alejamiento del sistema político. Este voto en blanco parcial, que en términos analíticos corresponde definir como voto estrictamente departamental, o al solo efecto de gobierno departamental, o al solo efecto de la política estrictamente departamental, asciende a 81.141 sufragios, que representa el 3,04% del total del electorado y el 8,20% del total de concurrentes a las urnas el 1° de junio. Sí corresponde hacer un análisis de por que una de cada 12 personas que asiste a los circuitos electorales en estas instancias, lo hace por razones estrictamente departamentales y omite pronunciarse en temas nacionales. Igual, qué le hace una raya más al tigre, al 62,92% que no fue a votar, cabe sumarle este 3,04% y da 65,96%. En términos redondos, entre 63% y 66% no se mueve la aguja ni vale la pena gastar materia gris en el análisis.

El voto anulado, a partir de lo que se extrae de una muestra de planillas de voto a voto, tiene como causa principal la incomprensión por parte de los votantes de sufragar por partidos diferentes para lo nacional y para lo departamental. Así ocurrió la existencia de votos al Frente Amplio o al Partido Colorado para lo nacional y voto al Partido Nacional para lo departamental (o votos al Frente Amplio o al Partido Nacional en lo nacional y al Partido Colorado en lo departamental, que se dio con fuerza en los departamentos de Rivera y Salto). Para presidente y parlamento se puede votar por un partido en octubre, para intendente, juntas departamentales y concejos municipales se puede votar por otro partido en el mayo siguiente. El votante va grabando en su cabeza esa división del voto y pretende plasmarla en la decisión primaria de este 1° de junio, pero aquí, en forma instantánea, sincrónica, conlleva la anulación del voto. Un estudio somero permite concluir que el voto deliberadamente anulado, es decir, con connotaciones refractarios, es insignificante.

Precisamente esta incompatibilidad que se da en estas elecciones preliminares de votar a un partido en lo nacional y a otro en lo departamental, ha llevado a una cantidad no menor de personas (3% del electorado, 8% de los concurrentes) a dirimir la discrepancia mediante el sobrepeso de lo departamental sobre lo nacional. Entonces, con datos reales en la mano, sin ilusiones ópticas, hay dos fenómenos a estudiar: Uno. Por qué hay un 3% del electorado uruguayo que privilegia lo departamental sobre lo nacional, lo cual no es una cantidad que angustie demasiado ni haga presagiar una anomia social. Dos. Por qué los dos tercios de los uruguayos se abstuvieron de participar en la primera eliminatoria hacia la definición de la Presidencia de la República y dejaron en manos de un tercio el decidir cuál es la pequeña rosa de candidatos entre los que deberá optar la ciudadanía.