El Observador
Uruguay es uno de los países cuya estructura político socioeconómica es un paradigma de modelo socialdemócrata [...] Si bien es largo y difícil definir una socialdemocracia, cabe en pocos trazos describirlo como una democracia liberal pura (una poliarquía pura), fuerte welfare state y una economía de mercado con fuerte participación directa y alta regulación del Estado. Todos esos elementos están presentes hoy, quizás con la presencia directa del Estado en la economía algo menor que en los años sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado.
Uruguay es uno de los países cuya estructura político socioeconómica es un paradigma de modelo socialdemócrata, al menos igual y en algún caso más perfecto aun que los paradigmas tomados mundialmente con lo son los cinco países escandinavos. Si bien es largo y difícil definir una socialdemocracia, cabe en pocos trazos describirlo como una democracia liberal pura (una poliarquía pura), fuerte welfare state y una economía de mercado con fuerte participación directa y alta regulación del Estado. Todos esos elementos están presentes hoy, quizás con la presencia directa del Estado en la economía algo menor que en los años sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado. Y aparecen en etapas desde la segunda década del siglo XX hasta perfeccionarse a lo largo de medio siglo. Tanto en lo político como en lo económico social, el modelo uruguayo es anterior tanto al paradigmático modelo sueco como al desaparecido modelo neozelandés.
Si se excluye la parte romántica de los programas (con cuotas de revolucionarismo y socialismo igualitarista en la izquierda y de toques de neoliberalismo en la derecha), y si se va a la parte realmente práctica de esos programas, a lo que luego es traducible en planes y medidas de gobierno, todas las fracciones políticas con capacidad de acceso al Parlamento o son plenamente socialdemócratas o tienen cuotas importantes de socialdemocracia. La excepción más perfecta es Unidad Popular, que no transige con ningún elemento de economía capitalista. Y ya no hay excepciones del otro lado, que postulen fuerte desregulación del mercado, desregulación de las relaciones de trabajo y privatización de las empresas estatales.
A veces la palabra socialdemocracia es una palabra elogiosa y en otras una palabra despectiva, a la que se sustituye con expresiones como socialismo democrático o socialismo a secas, a la vista de que el denominado socialismo real ha quedado con poca vida, y cuando estaba pleno de vida desde el socialismo democrático se le descalificaba su calidad de socialismo. Pero eso entra en el juego de las palabras, que es una parte del juego político. Esta socialdemocracia o socialismo democrático mundialmente tiene como elemento aglutinador y de referencia a la Internacional Socialista, la cual está compuesto por un amplio espectro ideológico y al menos un par de grandes bloques.
La relación de Uruguay con la Internacional Socialista está llena de originalidades, lo que de paso no es ninguna originalidad del Uruguay, ya que sería extraño que de Uruguay partiese algo que no fuese original y complicado. Sin entrar en relatos históricos que ya de por sí son complicados, cabe consignar dos aspectos de por sí complejos.
El primero de ellos es el formal, el estructural. La Internacional Socialista es una asociación mundial de “partidos políticos”, y para esa entidad la definición de partido a priori parece simple, ya que en general no había muchas discrepancias en el mundo de qué sujeto político se clasifica como partido.. Pero en Uruguay se han dado dos extremos: el Batllismo, especialmente en la versión del Foro Batllista, no buscó el ingreso a la Internacional Socialista porque ésta no admite fracciones de partido, sino partidos, y en el Partido Colorado era imposible un consenso en tal sentido, en particular por la feroz oposición a la socialdemocracia de Jorge Batlle, un hombre proclive a la Internacional Liberal.
En cambio, a la Internacional pertenecen con distintas historias dos sujetos políticos con denominación de “partido”, ninguno de los cuales es considerado “partido en el Uruguay”: el denominado Partido Socialista y el denominado Partido del Nuevo Espacio. En Uruguay desde el punto de vista sistémico partido es sinónimo de lema y desde el punto de vista sociológico partido es lo que la sociedad reconoce como tal. La sociedad uruguaya no reconoce a ninguno de dichos sujetos como partido, ya que considera que le partido lo es el Frente Amplio. El llamado Partido Socialista es estrictamente una fracción de un partido y para octubre de 2014 va a operar más como subfracción, dado que ni siquiera comparecerá como sublema. El llamado Partido del Nuevo Espacio no es tampoco una fracción, sino que es un componente de una subfracción (la denominada lista 99738)de la fracción Frente Liber Seregni del partido Frente Amplio.
El segundo aspecto complicado es el de las relaciones entre hermanos o entre primos. Durante el periodo militar la Internacional Socialista apoyaba a fracciones de los tres principales partidos: a los socialistas (especialmente los españoles), a Sanguinetti (alemanes y franceses) y a Wilson Ferreira Aldunate (suecos y daneses). Luego el Partido Nacional se decantó más a los acercamiento con la vieja Internacional Demócrata Cristiana y con su sucesora la Internacional Demócrata de Centro (especialmente con el Partido Popular español). Fue muy fuerte la relación con la Socialdemocracia del ala batllista del Partido Colorada durante el protagonismo de Sanguinetti, y de alguna manera continúa con el Círculo de Montevideo y la presencia de figuras de pesos en dicha internacional como el dhileno Ricardo Lagos y el español Felipe González. Pero por ejemplo la fundación Fridriech Ebert de la socialdemocracia alemana (FESUR en Uruguay) se decantó desde el apoyo al sanguinettismo, pasando por el apoyo a Hugo Batalla, hasta estar desde hace ya más de década y media en apoyo al Frente Amplio, particularmente en el campo político sindical. El PSOE mantiene relaciones orgánicas con los socialistas uruguayos, pese a la relación Felipe González-Julio Ma. Sanguinetti.
En medio de todo ello, y para ratificar la compleja y oscilante relación de los socialistas internacionales y españoles con Uruguay, aparece la venida de José Luis Rodríguez Zapatero, protagonizando una conferencia organizada por la fundación afín a Vamos Uruguay de Bordaberry. Y además, lo que apareció como espaldarazo a la candidatura Bordaberry. Y el consiguiente alarido desde los socialistas, más fuerte en el viejo garganismo, más diplomático en la conducción nacional.