El Observador
El Parlamento uruguayo tiene una característica singular que es el que se conforma con la más extrema proporcionalidad en el mundo, es decir, con el mayor ajuste posible entre proporción de votos y proporción de bancas. Es un régimen pues de proporcionalidad pura o, como reza en la Constitución de la República, en base a la terminología francesa dominante en la primera mitad del siglo XX, de representación proporcional integral.
El Parlamento uruguayo tiene una característica singular que es el que se conforma con la más extrema proporcionalidad en el mundo, es decir, con el mayor ajuste posible entre proporción de votos y proporción de bancas. Es un régimen pues de proporcionalidad pura o, como reza en la Constitución de la República, en base a la terminología francesa dominante en la primera mitad del siglo XX, de representación proporcional integral. Quizás esto haya que relativizarlo en cuanto a la Cámara de Senadores, donde el partido del presidente de la República cuenta con un premio de una banca en 31, producto de que integra el cuerpo, con voz y voto, el vicepresidente de la República (ello provoca una desviación respecto a la proporcionalidad pura del 3,225%).
Lo que hace que sea una proporcionalidad pura, perfecta o integral (según las denominaciones alemana, sajona o francesa) es que: a) se toman en cuenta los votos emitidos en todo el país; b) se aplica un método del divisor, c),no se aplican barreras artificiales de acceso(es decir, no se exige un 2%, 3%, 4% o 5% de votos para poder participar en la adjudicación de bancas, como ocurre por ejemplo en Alemania, donde la barrera es del 5%); d) no se otorgan premios (excepto la ya mencionada banca 31 de senadores, para el vicepresidente de la República). Cuando se habla en Uruguay de proporcionalidad perfecta refiere a la proporcionalidad en votos y bancas entre los partidos, es decir entre los lemas; la distribución de bancas al interior de los lemas es desproporcional (tema cuyo desarrollo excede los límites de este análisis)
Naturalmente que la pureza, perfección o integralidad tiene el límite que fijan las matemáticas: la imposibilidad de ajustar porcentajes de votos con decimales a bancas enteras, ya que no hay posibilidad alguna de adjudicar decimales, porque no se puede adjudicar una banca a tres cuarta persona y a otra cuarta persona adjudicarle el resto de la banca . Salvo los manidos y no bien aceptados reparto de mandato de la banca, en que una persona actúa un cierto tiempo y deja el resto del tiempo a otra, pero una práctica así es de poco aconsejable institucional y además acarrearía el cambio de partido titular de la banca.
Hay que tener en cuenta que en el mundo predominan dos grandes sistemas: el basado en la proporcionalidad y el basado en la búsqueda de mayorías. En el conjunto de grandes sistemas basados en la proporcionalidad predomina la proporcionalidad impura, imperfecta o parcial (casos Alemania o Suecia) o métodos de origen proporcional pero con importantes sesgos predeterminados que benefician a determinados partidos en perjuicio de oros (un caso notorio es España, donde el sistema beneficia a los partidos con mayor electorado en las provincias y a los partidos regionalistas con alta concentración del voto en pocas provincias; y perjudica a los partidos con implantación metropolitana o con electorado difuminado en todo el territorio). En general los métodos que logran en forma natural una mejor proporcionalidad son los métodos del divisor, en que se utiliza un conjunto de divisores siguiendo una serie matemática (lo normal es la serie de números naturales del método d'Hondt, aplicado en Uruguay, y la serie de números impares con corrección en el primer divisor, que es el método Saint Laguë, de origen escandinavo y en expansión en el mundo). El viejo método de la cuota de Hare complementada con Mayor Resto, que fue el aplicado previamente y por poco tiempo en Uruguay, solo logra una buena proporcionalidad si se eliminan fuertes elementos distorsivos (como el fácil acceso a un banca con la mitad del cociente) y se implanta alguna mínima barrera de acceso (como anteriormente en Israel, ya que la relativamente elevada barrera actual es una cortapisa a la proporcionalidad pura). De todo lo anterior surge en Uruguay una gran comodidad: con algunas desviaciones, decimal más, decimal menos, un lema obtiene una banca por cada 1,01% del total de votos válidos, es decir, de votos emitidos en favor del conjunto de partidos. Y para un voto en blanco y anulado de algo menos del 3%, equivale a una banca por cada 0,98% del total de votantes.
Cabe aclarar que la proporcionalidad pura, que necesariamente se basa en tomar en cuenta los votos emitidos en favor de un partido en todo el país, tiene un elemento favorecedor de los partidos pequeños, o de los partidos con alta dispersión geográfica del electorado: no se pierde ningún voto, todos tienen efecto, se emitan donde se emitan. Es lo contrario de sistemas en que el voto a un partido con pocas chances en un distrito, termina siendo un voto tirado a la basura (le pasa a Izquierda Unida en España, por ejemplo). Esto precisamente fue lo que permitió el desarrollo y sustentación de partidos de bajo electorado a lo largo de la historia moderna del país, como lo fueron los partidos Unión Cívica del Uruguay, Socialista, Comunista, Nacional Independiente, Demócrata Reformista, Frente Izquierda de Liberación, Unión Popular, Partido Demócrata Cristiano, Unión Cívica, Partido del Nuevo Espacio, Partido Independiente. Todos estos partidos lograron una representación parlamentaria que no hubiese sido posible sin el cómputo nacional de votos, es decir, sin la vigencia de una circunscrición única nacional a nivel de lemas (partidos).
Como todo sistema basado en límites matemáticos, por más que sea el sistema de mayor perfección matemática en el mundo, no está exenta de problemas. Esos problemas dejan de ser graves cuando los beneficiarios y perjudicados son rotativos. Así en tres oportunidades el lema más votado logró mayoría parlamentaria sin mayoría de votos válidos: en 1958 el Partido Nacional (que obtuvo 51 bancas), en 1966 el Partido Colorado y en 2009 el Frente Amplio. La doctrina considera que un sistema es equitativo cuando los beneficios y perjuicios que puede ocasionar no son deliberados, sino por efecto de los límites matemáticos sin sesgo particular alguno.