El Observador
El Partido Independiente (PI) es el cuarto partido en ocupar el cuarto espacio en las tres décadas habidas desde la restauración democrática y el único que ha sobrevivido a la intemperie tres elecciones consecutivas, desde su nacimiento como escisión del Partido del Nuevo Espacio. En sus tres presentaciones electorales ha aumentado en votos y en bancas: 1 diputado en 2004, 2 diputados en 2009, 3 diputados en 2014; y en esta oportunidad además logra la mayoría de edad que supone el ingreso a la selecta cámara alta. Hasta aquí aparece como un partido consolidado o en vías de consolidación.
El Partido Independiente (PI) es el cuarto partido en ocupar el cuarto espacio en las tres décadas habidas desde la restauración democrática y el único que ha sobrevivido a la intemperie tres elecciones consecutivas, desde su nacimiento como escisión del Partido del Nuevo Espacioi. En sus tres presentaciones electorales ha aumentado en votos y en bancas: 1 diputado en 2004, 2 diputados en 2009, 3 diputados en 2014; y en esta oportunidad además logra la mayoría de edad que supone el ingreso a la selecta cámara alta. Hasta aquí aparece como un partido consolidado o en vías de consolidación.
¿Cuáles son sus dilemas? En primer lugar el tema del nombre, porque no define nada o lo que define es algo que no necesariamente expresa la plenitud de mensaje que trasmite el partido. No es posible abordar éste ni otros temas, sin antes analizar su composición interna. El Partido Independiente se termina configurando con dos vertientes diferentes: una proviene del Partido por el Gobierno del Pueblo, de la vieja “99” que liderara Hugo Batalla, de impronta socialdemócrata, cuyo referente lo es el diputado Iván Posada; la otra proviene del Partido Demócrata Cristiana y en menor medida del Partido Unión Cívica, de impronta socialcristiana, cuyo referente lo es el senador electo Pablo Mieres. Son dos corrientes ideológicas que en el mundo occidental giran en órbitas diferentes.
En Uruguay es facilmente demostrable que la existencia de dos corrientes con vertientes ideológicas diferentes pero próximas es compatible con el funcionamiento de un partido político, en la medida en que por un lado haya reglas claras de juego entre las corrientes y del otro lado haya otros elementos que amalgasen esas corrientes en una identidad partidaria. Es la historia de los tres partidos principales: el Partido Colorado, el Partido Nacional y el Frente Amplio. En ninguno de los tres casos cabe dudar que a su interior conviven vertientes ideológicas diferentes y tampoco cabe dudar la existencia de una sólida identidad partidaria.
La identidad partidaria no es algo superficial ni producto del marketing, surge de la historia. Y no hay identidad partidaria sin elementos comunes que se expresan en una simbología propia y en una especie de gentilicio. Hay una identidad cuando no solo se vota o se es del Partido Colorado, del Partido Nacional o del Frente Amplio, sino cuando la persona es colorada, es blanca, es frenteamplista. En el caso de marras una persona puede votar al o ser del Partido Independiente, pero en principio no hay gentilicio. Salvo decir: soy independiente. He aquí el problema. Una persona, hablando de política, de alineamientos y pertenencias políticas, puede ser independiente pero no necesariamente ser del Partido Independiente.De donde, no hay gentilicio.
Esto le ha generado otro dilema al Partido Independiente u otra variable de cruce. Quien siga las redes sociales de los simpatizantes del PI, encontrará la existencia de una veta “independiente” en el sentido de exaltar la independencia como una virtud en sí misma, la calidad de orejano, de sin ataduras, de hombres libre como sinónimo de ajeno a toda disciplina. El no ser ni de derecha, ni de izquierda, ni de centro, sino de la no ubicación y la no pertenencia. Entonces el PI no solo tiene la variable de cruce entre entre socialdemocracia y socialcristianismo, sino la variable entre independientes (como sinónimo de orejanos) y partidistas; dicho de otra manera, entre los sin ataduras y los con ataduras. Si bien puede haber un conjunto de personas orejanas, no se concibe la calidad de orejano como una pertenencia.
Entonces, esta segunda variable puede establecerse entre los que pretenden una pertenencia y los que reniegan de una pertenencia.
Vueltos al tema de las dos corrientes, la duda que surge es si la existencia de más de una corriente ideológica -que es la norma en los tres grandes partidos- es compatible con un partido pequeño. En general los partidos chicos se han caracterizado por la homogeneidad ideológica y la calidad de partido de nicho: comunistas, socialistas, cívicos, demócratas cristiano. Inclusive el nuevo partido parlamentario más pequeño, Unidad Popular, si bien es una amalgama de grupos diversos, tiene en común la conformación de una misma amplia corriente de lo que algunos llaman “izquierda radical”.
La dificultad para compatibilizar dos corrientes en un partido pequeño se exhibió en ocasión del impulso a un referendum contra la Ley de Despenalización del Aborto. La redacción del texto aprobado es esencialmente hechura del diputado del PI Iván Posada, referente de la corriente socialdemócrata. El presidente del Partido y referente del ala socialcristiana -senador electo Pablo Mieres- fue uno de los principales impulsores del referendum derogatorio de lo que podría llamarse “La Ley Posada”. Medio PI contra medio PI en una consulta popular. Y medio PI votó su Ley y el otro medio PI combatió ardorosamente en el Parlamento la Ley surgida de su seno.
La geografía política también lo complica. El PI esencialmente se mueve en el centro político. Pero ¿solo en el centro? En la reciente campaña electoral buscó ubicarse en la izquierda como “La otra izquierda”, que fue el elemento central de campaña. La consecuencia lógica de esa ubicación a la izquierda llevaba al PI inexorablemente alser el aliado ideal para conformar una mayoría parlamentaria con el Frente Amplio, para el caso altamente probable (que al final no se dio) que venciese sin esa mayoría. Casi sobre el filo de la campaña electoral, ante la inminencia que esa consecuencia lógica se diera, hubo fuertes estallidos desde ese mismo PI contra la lógica de izquierda. Y su presidente Pablo Mieres formula un cambio de énfasis en el discurso: ya no aparece “la otra izquierda” sino la bisagra, no el partido situado a la izquierda sino el equidistante. Sin duda detrás de ese estallido lo que hubo es lo que se dio en el balotaje: cerca de la mitad de los votantes del PI apoyaron a Vázquez, cerca de la otra mitad a Lacalle Pou, algunos en blanco.
i Primera nota de una serie de cinco sobre los dilemas de los cinco partidos con representación parlamentaria en la XLVIIIa. Legislatura