El Observador
El Partido Colorado obtuvo el segundo peor resultado en su casi bicentenaria historia. El partido que tuvo la titularidad del Poder Ejecutivo durante tres de cada cuatro años de existencia de la República, hace tres lustros que no alcanza el nivel inicial del Frente Amplio. Pero lo que más lo ha golpeado es que el 17% del 2009 no se sostuvo, no fue un escalón hacia el retorno a niveles anteriores, sino un resultado de excepción previo al retorno a su actual escalón, el del último decil del electorado.
El Partido Colorado obtuvo el segundo peor resultado en su casi bicentenaria historia. El partido que tuvo la titularidad del Poder Ejecutivo durante tres de cada cuatro años de existencia de la República, hace tres lustros que no alcanza el nivel inicial del Frente Amplio. Pero lo que más lo ha golpeado es que el 17% del 2009 no se sostuvo, no fue un escalón hacia el retorno a niveles anteriores, sino un resultado de excepción previo al retorno a su actual escalón, el del último decil del electorado.
En ese sentido fue víctima de la negación de la realidad. En 2004 obtuvo el 10% del electorado. A mediados de 2009 y en forma sostenida todas las encuestas lo ubicaron en el entorno del 13%. En las últimas cuatro semanas dio el salto al 17%. Cabían dos lecturas. Una fue la hecha por la cúpula partidaria: “las encuestas se equivocaron; teníamos el 17% y decían que teníamos el 13%”. La otra es la que termina demostrando la realidad: ese 17%, ese salto del 13% al 17% fue el producto de la formidable caída del Partido Nacional en las cuatro semanas finales de las elecciones de aquel año. Fueron en realidad votos prestados. El piso del Partido Colorado era del 13% y vuelve a serlo. Cuando subió de ese 13% a un 14, un 15 y hasta excepcionalmente un 16%, fue producto de la captación provisoria de un segmento que pudo y finalmente no logró consolidar.
Cuando se analizan los últimos tres cuarto de siglo, se observa que el coloradismo estuvo en los 7 deciles en 1938; seis deciles en 1942; cinco deciles entre 1946 y 1954; cuatro deciles en 1958, 1962 y 1984; tres deciles en 1989, 1994 y 1999; dos deciles (en redondeo para arriba) en 2009; un decil en 2004 y 2013. Falta 1966, con cinco deciles, que parece una excepción a esa etapa de los cuatro deciles, una fugaz recuperación no sostenida. Salvo 1966 y 2009, en tres cuartos de siglo y dieciséis elecciones dibuja una prolongada escalera, donde casi sin solución de continuidad baja peldaño a peldaño, hasta situarse en el penúltimo escalón.
Si se mira a la contracara histórica, a la colectividad blanca, lo primero que se ve es una gran línea zigzagueante, un sube y baja como esos escaladores de ejercicio. Pero si se liman los movimientos y se quitan las conductas extremas (1958-62, 1999) la constante histórica lo ubica entre el cuarto y el tercer decil. A la larga es el partido más estable. Lo que ocurre, entonces, en números muy gruesos, es que la caída del Partido Colorado se corresponde con el ascenso del Frente Amplio, que peldaño a peldaño fue subiendo desde el decil ocupado por sus fuerzas precursoras independientes (comunistas, socialistas, cívicos) hasta los cinco deciles de la actualidad. O cambió la sociedad desde donde estaba ubicado el coloradismo hacia donde está ubicado el frenteamplismo, o el Frente Amplio se ubicó en el meridiano de la sociedad, meridiano del que se alejó el Partido Colorado.
Esta es la ecuación base a despejar para analizar el por qué y el hacia dónde.
Desde José Batlle y Ordóñez hasta la muerte de Luis Batlle, para poner parámetros gruesos, la corriente dominante del Partido Colorado se ubicó más bien en el centro político, desde el centro hacia la izquierda, con la excepción de los años treinta (en los cuales no es fácil detectar con claridad dónde se situaba la corriente dominante). Se lo puede clasificar, dependiendo de los criterios clasificatorios, entre la socialdemocracia y el liberalismo progresista (o radicalismo, en la concepción francesa de liberal radicalismo de la primera mitad del siglo XX). Luego viene el cambio y las oscilaciones: las elecciones de 1966 marcan un cambio hacia posturas más de derecha y más conservadoras, un nuevo giro hacia las posturas originales en 1984, retorno a la derecha en 1989, vuelta a los orígenes en 1994, paridad de corrientes en 1999. Si por “batllismo” se entienden las líneas trazadas por José Batlle y Ordóñez y acentuadas por Luis Batlle Berres, el batllismo dominó al Partido Colorado desde inicios del siglo pasado hasta fines de los años veinte, y desde los cuarenta hasta la mitad de los sesenta.
Luego se observa un ciclo de desbatllistización, batllistización, desbatllistización, batllistización, paridad. Con la debacle, se camina fuerte hacia la desbatllistización.
El problema de la desbatllistización, es que el ala política que se agrupa en lo conservador y hacia la derecha está ocupada por medio Partido Nacional. Claro el problema de la batllistización es buena parte lo que se puede considerar liberal progresismo lo ocupa el otro medio del Partido Nacional. Y la batllistización entendida más como socialdemocracia está fuertemente ocupada por el Frente Amplio, o por los sectores más moderados o frenteamplistas más ubicados desde la izquierda hacia el centro. La confluencia de la geografía política con las definiciones ideológicas dejan poco espacio de maniobra al Partido Colorado, porque por todos lados encuentra lugares ocupados. Casi no encuentra vacíos a llenar.
Un nuevo eje de problemas lo marca el tamaño del partido. Como sujeto político de gran tamaño pudo cobijar con mucha naturalidad muchas corrientes, sensibilidades y escalas de valores. Pero es esencialmente el pasado. Hoy tiene un tamaño donde no es tan facilmente concebible la concurrencia de corrientes con dificultades de convergencia. En particular porque si no hay un mensaje claro central solo le quedan las apelaciones a la historia. Y los Mártires de Quinteros no tienen demasiado convocatoria política en el Uruguay del Tercer Milenio. Entonces, si la historia no es lo que convoca, la convocatoria debe ser desde el presente hacia el futuro, con el pasado como anclaje, como experiencia, como demostración de lo que sigue siendo válido de lo que fue.
Para todo eso al Partido Colorado parece que lo que le queda por delante es ensayar un discurso lo más compacto posible, que lo entronque con los elementos de la historia que más sintonicen con la sociedad uruguaya del nuevo siglo y que le permita disputar en el terreno donde se ubica la mayoría de la sociedad.