El Observador
El Partido Nacional viene de confirmar su papel histórico de segundo partido del país que ha obtenido y conservado a lo largo de todo el Estado moderno, con tres o cuatro excepciones (...). En 1925 obtuvo la Presidencia del Consejo Nacional de Administración (...) pero no la mayoría del gobierno, dado que bajo la Constitución de 1918 el principal órgano gubernativo se renovaba por tercios. Logró mayoría parlamentaria propia solamente en 1958. Gobernó en solitario en ese periodo y en el siguiente (...). Y en 1989 gobernó ya con Presidencia de la República (...) en una especie de coalición con el Partido Colorado (...).
El Partido Nacional viene de confirmar su papel histórico de segundo partido del país que ha obtenido y conservado a lo largo de todo el Estado moderno, con tres o cuatro excepciones (las elecciones para Consejo Nacional de Administración de marzo de 1925 y las elecciones generales de 1958, 1962 y 1989). En 1925 obtuvo la Presidencia del Consejo Nacional de Administración (Luis Alberto de Herrera) pero no la mayoría del gobierno, dado que bajo la Constitución de 1918 el principal órgano gubernativo se renovaba por tercios. Logró mayoría parlamentaria propia solamente en 1958. Gobernó en solitario en ese periodo y en el siguiente (presidencias colegiadas de Echegoyen, Nardone, Haedo y Harrison; luego de Fernández Crespo, Giannattasio, Beltrán y Alberto Heber). Y en 1989 gobernó ya con Presidencia de la República (Lacalle) en una especie de coalición con el Partido Colorado (primero con todo él, la mayor parte del tiempo con los tres cuartos ).
A lo largo de un siglo votó dividido hasta en cuatro lemas y en total llegó a totalizar cinco a nivel nacional: Nacional, Blanco, Cándida Díaz de Saravia, Nacional Independiente y Demócrata. En el plano electoral su techo lo alcanzó con casi el 49% en 1958 y su piso en 1999 con el 21%. Promedialmente ha andado en las 4 décimas, aunque desde la restauración democrática ha estado siempre por debajo. Con Luis Alberto Lacalle de Herrera obtuvo el mejor resultados y los dos más bajos de esta etapa del país (38% en 1989, 21% en 1999, 29% en 2009). El segundo mejor resultado lo logró con Larrañaga (34%, 2004). Y los dos resultados del medio en 1994 (31%, Volonte-Ramírez-Pereyra) y 2014 (31%, Lacalle Pou). Una constante de su historia es la presencia de dos grandes corrientes, a veces expresadas en dos arquitecturas y otras veces en varias. La división arranca en el periodo de Bernardo Prudencia Berro (1860-65) entre los amapolas y los vicentinos. A partir de 1870 se observa una bifurcación que, con oscilaciones, es constante hasta hoy, donde es posible trazar -.en trazos muy gruesos- una cierta continuidad hasta el presente. De un lado, caudillistas, herreristas, ahora Todos Hacia Adelante. Del otro lado, principistas, blanco independientes (y también blancos radicales), Unión Blanca Democrática, una de las visiones sobre el wilsonismo y ahora Alianza Nacional. Sobre el wilsonismo es necesario una aclaración: el wilsonismo en vida de Wilson Ferreira pretendió ser una síntesis entre las dos grandes corrientes históricas, con algo de cada una, especialmente con el liberalismo político cierto estatismo del nacionalismo independiente y un sentido nacionalista y popular del herrerismo. Desaparecido Wilson, el wilsonismo es presentado como la alternativa al herrerismo, y en tanto eso, queda como la continuidad de la línea principista-independiente.
En términos históricos el Partido Nacional no tiene desafíos nuevos. Continúa asentado en dos grandes corrientes y cada una de ellas tiene, con los cambios del tiempo, cierta continuidad en las corrientes matrices que han atravesado ya siglo y medio. En términos de arquitectura política nacional, especialmente a partir de los resultados del coloradismo en las últimas tres elecciones, parece que continúa asentado como una de las dos patas (la segunda pata) de un nuevo bipartidismo. Así como en Gran Bretaña el bicentenario bipartidismo mantuvo una pata y cambió la otra (y pasó de la dicotomía conservador-liberal a la conservador-laborista), en Uruguay -el otro supérstite en el mundo de los bipartidismo bicentenarios- se mantuvo una pata y se cambió la otra (de la dicotomía blanco-colorada se pasó a la dicotomía blanco-frenteamplista). La diferencia con Gran Bretaña, en términos históricos, es que el nacionalismo aquí alterna menos en el gobierno que allá los desafiantes conservadores, y que mientras allá la continuidad la da el partido históricamente predominante, aquí el cambio de roles se da en el primer partido.
De las dos corrientes internas, una (Alianza Nacional) tiene en principio consolidado el liderazgo y con una ubicación ideológica que no tiene misterios. La otra corriente es la que presenta mayores desafíos. En primer lugar, su liderazgo. Por un lado porque su resultado no estuvo de acuerdo a las ilusiones que se habían forjado los propios, aunque estuvo en los niveles que se percibían en los sondeos. Y lo importante no son las cosas como podían ser y fueron, sino como se esperaba que fuesen y no fueron. En segundo lugar, porque independientemente del resultado, un liderazgo nuevo y además muy joven, tuvo una primera prueba en el campo electoral, pero debe ahora afrontar una segunda prueba mucho más complicada, que es demostrar capacidad de conducción por el largo periodo de cinco años.
Pero la corriente que viene del herrerismo tiene un segundo desafío en lo ideológico o programático. El herrerismo de la mano de Lacalle Herrera se plantó como una gran defensor del liberalismo económico y de una visión nacionalista e hispano-criolla de la historia del país (que viene de su abuelo Luis Alberto de Herrera). Transformado o en proceso de transformación y ampliado con nuevos socios, de la mano de Luis Lacalle Pou ha dado señales de un abandono del liberalismo económico y una mayor aceptación de un papel fuerte del Estado, que lo acerca mucho ala otra corriente histórica del nacionalismo.
Si el Partido Colorado llegase a optar por un retorno pleno a las viejas fuentes del batllismo y si todo el Partido Nacional se ubicase en la línea menos libremercadista, queda la pregunta si queda vacío el nicho más libremercadista del país. Si ese nicho queda vacío y punto, o alguien va a buscar llenar ese vacío.
Por otro lado, en cuanto a arquitectura política, la situación del Partido Colorado y su claro lugar como segundo partido (claro por la distancia con el primero y con el tercero), lo dejan en un lugar cómodo. El desafío en este terreno es como desarrollar la oposición, cuyo liderazgo queda en sus manos.