El Observador
Las elecciones primarias han devenido en cuanto al objeto principal en una competencia casi exclusiva al interior del Partido Nacional. Es el partido que presenta las campañas electorales más largas, más duras, más férreamente disputadas. Eso solo en sí mismo supone un gran desgaste....
La reforma electoral de 1997 fue sin duda la de mayor impacto sobre el sistema de partidos, de todas las reformas constitucionales habidas a lo largo de la vida del Estado moderno, vale decir, desde hace un siglo. Sin duda el impacto fue acrecentado por el proceso paralelo de la culminación de un muy prolongado y lento desplazamiento del voto en la sociedad uruguaya, ya que la reforma coincide con la etapa culminante de ese largo ascenso del Frente Amplio que insumió en total un tercio de siglo. Conviene no exagerar los efectos sistémicos y decir que la reforma operó en el sentido de maximizar los efectos sobre el sistema de partidos que produjo el cambio en la orientación del voto, que no es otra cosa que el cambio producido en la orientación de la sociedad. Los tres mayores impactos son sin duda producto de la introducción de la elección por mayoría absoluta del presidente de la República (balotaje), el establecimiento de elecciones primarias para la elección de candidatos presidenciales y la separación de las elecciones subnacionales (departamentales y locales)2. El efecto mayor fue la hiperpresidencialización de la elección al situar la cabeza de los electores de manera dominante en una dimensión presidencial, facilitado por el opacamiento de los liderazgos departamentales en gran medida autopreservados para las siguientes competencias subnacionales.
El procedimiento que conduce a la elección de presidente de la República funge como un sistema de competencia eliminatoria a tres rondas: cuartos de final, semifinal y final, con la posibilidad que en una semifinal de varios competidores simultáneos (tri, tetra o pentalateral) surja la definición sin final (como quien dice, por diferencia de goles). Este sistema arranca con las elecciones primarias, originariamente marcadas para abril y luego trasladadas al mes de junio del año electoral nacional. El diseño partía de un supuesto: que la competencia en lo tres partidos principales tendría necesariamente la misma fuerza y las mismas incógnitas, que llevasen a las urnas a equiparables porcentajes de votantes de los respectivos partidos, y que la definición no afectase en términos ideológicos la competencia interpartidaria.
La realidad fue otra. El Frente Amplio no tuvo competencia real en 1999, 2004 y 2014. En 1999 y 2014 porque Vázquez fue desafiado por oponentes cuya finalidad fue marcar un espacio diferente, como Danilo Astori primero y Constanza Moreira después. En 2004 hubo precandidatura única. La verdadera competencia ocurrió solamente en 2009 entre Astori y Mujica.
El Partido Colorado, por su parte, solo tuvo competencia real en 1999 en la disputa entre Jorge Batlle y Luis Hierro López; luego en las tres instancias siguientes hubo un candidato hegemónico (primero Stirling; en las dos últimas, Bordaberry).
Por lo tanto, las elecciones primarias han devenido en cuanto al objeto principal (la elección del candidato presidencial) en una competencia casi exclusiva al interior del Partido Nacional. Es el partido que presenta las campañas electorales más largas, más duras, más férreamente disputadas. Eso solo en sí mismo supone un gran desgaste. Este autor ya sostuvo en 1991 -ante la comisión parlamentaria que estudiaba la Ley de Partidos- que la introducción de primarias o internas iba necesariamente en perjuicio del partido que tuviese la disputa más fuerte, es decir, en el que hubiese inicialmente mayor incertidumbre sobre el resultado. Este efecto se ha confirmado y en forma sostenida ha perjudicado sensiblemente al Partido Nacional.
El otro tema tiene que ver con la disputa en el eje ideológico. Se ha dicho “al Frente Amplio no se le gana por la derecha”. Ello parece demostrado si por derecha se considera la concepción de un Estado diferente al modelo dominante en el Uruguay desde hace más de un siglo, conocido como Estado protector, Estado benefactor, Estado interventor, Estado regulador o Welfare State. Muchos simplifican en decir, en forma harto imprecisa y no exacta, “Estado batllista”. No menos del 70% al 80% de los uruguayos adhieren a ese ideario. A la hora de las instancias finales, el Frente Amplio corre con la ventaja de ser -como percepción de los electores- el mayor defensor de ese imaginario dominante. La frase debe ser completada: “tampoco se ganan las elecciones internas por la izquierda, o por el centro-centro izquierda”. Las virtudes que una propuesta exhibe para ganarle al Frente Amplio no son de recibo para ganar la competencia interior.
Entonces, lo que se ha visto -y habrá que ver qué pasa en adelante- es que si alguien se derechiza al solo efecto de ganar las elecciones internas, el tiempo no le da para en cuatro meses hacer un giro hacia la izquierda, o hacia el centro, que resultase creíble para la sociedad. No hay que olvidar que los pueblos (algunos pueblos, muchos pueblos) giran violentamente de izquierda a derecha y de derecha a izquierda en momentos de crisis, de fenomenales estallidos emocionales Uruguay precisamente se destaca por los giros lentes, casi imperceptibles, en tiempos que no parecen humanos sino geológicos. Precisamente entre las elecciones de 1999 y 2004, con el impacto de la formidable crisis de 2002, se produjo el menor incremento porcentual del Frente Amplio y la menor caída porcentual de los partidos tradicionales. Ese pequeño desplazamiento fue suficiente para producir el impresionante giro político en el gobierno. Pero el desplazamiento electoral fue muy bajo, el menor habido en 33 años. Entonces, ahora, sin crisis a la vista (sino con altas probabilidades de grandes dificultades, que no es lo mismo) y sin percibirse cambios significativos en los valores y percepciones de la sociedad, no se vislumbra que las premisas trazadas en el análisis puedan cambiar. El Partido Nacional ha resultado la mayor víctima de este nuevo sistema, y ese es un factor a atender a la hora de una reforma electoral.
1 Catedrático de Sistema Electoral de la Universidad de la República (Facultad de Ciencias Sociales-Instituto de Ciencia Política)
2 Cuarta nota de una serie prolongada e intermitente como guía para la discusión de la reforma política. Ver El espíritu del abordaje de la reforma,Tiempos para la reforma política y Del diagnóstico y de los objetos.