17 Set. 2016

De partidos y cuestiones de palabra

Oscar A. Bottinelli1

El Observador

Quizás Uruguay sea el lugar del mundo donde más se haya discutido, se discute y seguramente se discutirá qué es un partido político, discusión desde lo político, lo jurídico, lo politológico y lo sociológico […] (Vaz Ferreira dice:) “Entre las cuestiones que los hombres discuten, las hay de palabras y las hay de hechos […] Es de la mayor importancia, no sólo desde el punto de vista especulativo, sino desde el punto de vista práctico, para razonar bien, y hasta para obrar eficazmente en su caso, saber distinguir lo mejor posible las dos clases de cuestiones”.

Cuando se piensa qué es un partido, se discute más palabras que conceptos

Quizás Uruguay sea el lugar del mundo donde más se haya discutido, se discute y seguramente se discutirá qué es un partido político; discusión desde lo político, lo jurídico, lo politológico y lo sociológico. Nunca como en este tema cabe la prevención del filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira, cuando en su Lógica Viva trata el paralogismo entre “Cuestiones de palabras y cuestiones de hechos”. Dice el maestro: “Entre las cuestiones que los hombres discuten, las hay de palabras y las hay de hechos. Hay también, muy a menudo, cuestiones que, tales como son discutidas, son en parte de palabras y en parte de hecho en proporciones diferentes según los casos [/] Ahora bien: los hombres tienen tendencia —y éste es un paralogismo que prácticamente importa mucho analizar— a tomar las cuestiones de palabras por cuestiones de hecho, total o parcialmente. Es de la mayor importancia, no sólo desde el punto de vista especulativo, sino desde el punto de vista práctico, para razonar bien, y hasta para obrar eficazmente en su caso, saber distinguir lo mejor posible las dos clases de cuestiones”.

El concepto de partido y de su arquitectura ha sido tratado en Ciencia Política y en Derecho Político desde hace un siglo, y como obras primigenias de diferentes épocas destacan Zur Sociologie des Parteiwesens in der Modern Demokratie de Robert Michels (1911), Les Parties Politiques de Maurice Duverger (1951), Partiti e sistemi di partito de Giovanni Sartori (1965) y Modelli di partito de Angelo Panebianco (1982). Pese a más de siglo y medio de discusión en estas latitudes y de la más que centenaria y proficua producción científica, por aquí no hay forma de despejar la nebulosa. Es que no hay muchos sistemas -el italiano ha sido uno- en que las estructuras políticas funcionen en varios niveles simultáneos, tanto en cuanto a la arquitectura de los agentes políticos como a la oferta electoral y al proceso de selección del voto por parte del elector.

Es que la fraccionalización de los partidos o fragmentación del sistema -que no es lo mismo y hay para todos los gustos- es más vieja que la adopción formal del sistema de varios niveles, que se arribase al Múltiple Voto Simultáneo y aplicase (y modificase) el método ideado por el belga J. Borèly2. Blancos y colorados, todavía protopartidos y no verdaderos partidos, más bien bandos, en cada uno de ellos despunta una división similar entre caudilistas y doctorales, o entre colorados netos y colorados principistas y entre blancos netos y blancos principistas. Así aparecen en el bando colorado los enfrentamientos entre los riveristas en vida de Rivera y las élites liberales en torno a Joaquín Suárez. O en el bando blanco, entre los doctorales “vicentinos” y los caudillistas “amapolas”; después: entre “los blancos” y “los nacionales”, que al principio no eran sinónimos sino opuestos; los primeros, caudillistas y “netos”, los otros, principistas a la búsqueda de un partido “de toda la nación” (no eran nacionalistas sino nacionales). Así surge en 1872 el Club Nacional que más tarde daría vida a la denominación Partido Nacional, primero en competencia con el Partido Blanco y y luego en sustitución de éste.

El sistema de partidos exhibió dos ejes dicotómicos: uno, blancos versus colorados; otro, caudillistas (o netos o populares) versus principistas (o liberales). Esta superposición de ejes hizo sostener a algunos estudiosos que el sistema no era bi sino tetrapartidista (el historiador Washington Reyes Abadie más que nadie). Asimismo, investigadores extranjeros (el sueco Göran Lindhal, el primero de todos) rechazaron ver en Uruguay la existencia de dos partidos. Para Lindahl -cuyo estudio se centró en el coloradismo y en el batllismo- no había un “Partido Colorado” sino una “federación de partidos colorados”.

Para buena parte de la intelectualidad, en gran medida de izquierda, pero también cívico católica, un partido es algo de estructura única, centralizado, sin corrientes. Y por eso esos intelectuales y los correlativos actores políticos concibieron la teoría de que el sistema del Múltiple Voto Simultáneo (al que mal llamaron “Ley de Lemas”) era un sistema intrínsecamente tramposo con la única finalidad de mantener unidos a grupos políticos irreconciliables y con ello perpetuar en el poder a los partidos tradicionales, en detrimento de los “partidos de ideas”. Esos estudiosos, nacionales y extranjeros, se saltearon un aspecto fundamental que da sentido y firmeza a un partido político, cual es el sentido de pertenencia, que lo forman la historia, las victorias y las derrotas, los símbolos.

Más tarde surge una alianza de partidos y movimientos que a poco de andar deriva sociologicamente en partido: el Frente Amplio3. Y se repite la historia. Muchos adversarios, actores políticos e intelectuales, pero también periodistas, no pueden percibir un partido pese a la formidable evidencia de su estructura orgánica, su mandato imperativo, sus elecciones internas y el sentido de pertenencia de su gente. La diferencia con los tradicionales es que gran parte de la dirigencia del propio Frente Amplio no logra entender el frenteamplismo ni los diversos conceptos de partido; o si la entienden, no les gusta, porque quisieran que partido fuesen solo las pequeñas estructuras que funcionan como sectores o subsectores. Y la dirigencia de enfrente prefiere creer que al ser partido solo ellos, deben competir en desigualdad a una formidable coalición de partidos; así el uso de la palabra les hace sentirse David enfrentado a Goliat.

Y aquí viene Vaz Ferreira y su Lógica Viva. Nadie duda que en Uruguay hay en principio dos o tres grandes niveles de competencia política, inequívocos en lo jurídico electoral: lemas, sublemas, listas; también inequívocos en lo político. Lo que se discute es si en en el plano sustantivo político al nivel lema se le llama partido o se le llama coalición o federación, y si al nivel sublema se le llama fracción o se le llama partido. El tema no es nuevo. Hace un siglo, y menos también, en el coloradismo, los propios se consideraban unos miembros del Partido Batllista y otros miembros del Partido Riverista (es decir, ambos en referencia al segundo escalón), y todos ellos se sentían además parte del Partido Colorado (el primer escalón). En el presente, el Partido Socialista se considera a sí mismo como “Partido”, cuando en rigor es una fracción del Partido Frente Amplio; lo mismo ocurre con el Partido Comunista, que ni siquiera es una fracción sino uno de los componentes de la fracción Democracia Avanzada o Espacio 1001 del Partido Frente Amplio.

El impreciso uso de los términos y la confusión entre cuestiones de palabra y cuestiones de hecho llevaron tambien a que ambos partidos tradicionales hiciesen una alianza ad-hoc, solo para elecciones departamentales y solo para el departamento de Montevideo, al que dieron la denominación de partido y llamaron “Partido de la Concertación”. Y ahí, al llamar “partido” a esa alianza coyntural, ad-hoc y limitada geograficamente, agregaron un elemento más de confusión.

Entonces, lo que resulta claro, Vaz Ferreira dixit, es que se plantea una discusión de palabras y no de hechos o de conceptos. Cada uno sabe de qué habla cuando dice lo que dice. Ocurre que para algunos, a veces en función de determinadas visiones ideológicas o concepciones de arquitectura política, prefieren llamar partido al segundo nivel, o al tercero, y llamar coalición al primero; y otros prefieren llamar partido al primer nivel. Pero es un tema de palabras, no de diferencia de conceptos. El error ocurre cuando se cree que se trata de una discusión de conceptos o de hechos, y cuando no se advierte que se trata meramente de una discusión de palabras, de términos.


1 Catedrático de Sistema Electoral de la Universidad de la República (Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Ciencia Política)

2 Nouveau Système Electoral. Représentation Proportionnelle de la Majorité et des Minorités (1870)

3 Ver FA: ¿coalición, alianza, partido o qué?, FA: ¿partido, movimiento o qué?, Dos visiones sobre el FA desde el FA, El nacimiento del Frenteamplismo, La Simbología del frenteamplismo y El gorro tricolor y los mártires, El Observador enero 24 y 31 y febrero 7, 14, 21 y 28 de 2016, en Factum Digital, www.factum.uy..