El Observador
Todo partido o conjunto de partidos oficialistas tiene la amenaza del desempleo […] El oficialismo nacional en los cargos nacionales, los oficialismos departamentales en los cargos departamentales y ahora surgen los oficialismos unipersonales en los cargos de alcaldes […] es necesario advertir el proceso creciente de los cargos políticos, entendidos como tales los electivos, los por designación, los contratos y los pases en comisión.
Para miles de persona su vida laboral depende del resultado electoral
Todo partido o conjunto de partidos oficialistas tiene la amenaza del desempleo. El desempleo que preocupa hondamente, o el riesgo de desempleo que asusta, es la pérdida de la inmensa cantidad de cargos públicos de que disfruta el oficialismo. El oficialismo nacional en los cargos nacionales, los oficialismos departamentales en los cargos departamentales y ahora surgen los oficialismos unipersonales en los cargos de alcaldes.
Para enfocar el tema en el plano nacional -por comodidad analítica- es necesario advertir el proceso creciente de los cargos políticos, entendidos como tales los electivos, los por designación, los contratos y los pases en comisión. En la década de los años cincuenta del siglo pasado casi no había cargos de confianza. Los mismos comienzan timidamente a desarrollarse con el primer gran cambio de partido de gobierno, es decir, con el ascenso del Partido Nacional en desplazamiento del Partido Colorado. La lógica era indiscutida: el grueso de la administración pública estaba colonizada por el coloradismo, ergo solo a través de cargos de confianza el nacionalismo podía tomar el mango de la administración. Previamente, fundamentalmente a partir de los años treinta, viene la expansión de directores en los entes autónomos y servicios descentralizados.
Con todo, los cargos de confianza en la Administración Central inicialmente no iban más allá del cargo de Director General de Secretaría de Estado (o director general de Ministerio). Poco a poco se extendió esa calidad a las direcciones de división o generales o nacionales. También el número de ministerios -9 desde 1934 hasta 1967- pasó ese año a 11, más la creación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) y la Oficina Nacional del Servicio Civil (ONSC) . Luego de la restauración democrática vino una generalización de los cargos de confianza en la Administración Central, el número de Ministerios pasó a 13 y se desarrolló una telaraña estructural en la OPP, no solo a nivel de direcciones, sino de contratos financiados por organismos internacionales, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en primer lugar. En realidad, se recogió lo estructurado al respecto por el régimen militar y se perfeccionó.
Fuera de la Administración Central se ampliaron los cargos de confianza, como antiguo cargos de carrera en la Corte Electoral (director y subdirector de la Oficina Nacional Electoral y los dos secretarios letrados). Donde la inflación de cargos políticos pasó a ser galopante es en la administración autónoma, descentralizada, paraestatal y empresas privadas de propiedad estatal. Y aquí comienza la confusión entre lo que son cargos explicitamente políticos, lo que son de confianza y los que son bajo contrato, pero donde predomina la discrecionalidad en las contrataciones. Cabe agregar que a esos cargos -de toda las administraciones- deben añadirse las secretarías, pases en comisión, contratos y compensaciones.
En el Poder Legislativo pasaron a ser cargos de confianza los secretarios y prosecretarios de cada Cámara y de la Comisión Administrativa (en total 12). Los pases en comisión al Parlamento no existían o no pasaban de un puñado en los años cincuenta, aunque se nota un desarrollo significativo hacia fines de la década de los sesenta y comienzo de los setenta. Hoy son cinco por senador y cinco por diputado, más una partida para compensaciones o contrataciones, más un numero mayor para la Presidencia del Senado y la Presidencia de Diputados. Por una u otra vía, pases en comisión o contrataciones, el número de cargos políticos en el Parlamento puede llegar a unos 800 más 130 electivos, lo que lo puede situar bastante cercano al millar.
No todo es del oficialismo. A nivel parlamentario la mitad pertenece a la oposición (cerca de cincos centenares), y a nivel de administración autónoma, descentralizada y paraestatal hay algo -no mucho- de la oposición (que probablemente quede cerca del centenar). Lo que importa a los efectos del análisis electoral de mayor peso, son los impactos sobre el oficialismo. Son varios miles las personas a las cuales el resultado de las elecciones nacionales afecta su vida en forma directa e inmediata, más allá de planes y programas de gobierno.
No a todos afecta por igual. A una parte nada menor de los pases en comisión lo único que puede impactar es el dejar un cargo de interés político por un cargo de rutina funcional, y en algunos casos sí la pérdida de alguna que otra compensación. Pero en los cargos propiamente de particular confianza, o similares, o de contratos especiales en que la contratación pasa por la lupa política, allí la alternativa es el desempleo, o la ida a una actividad privada seguramente nunca transitada o abandonada cinco, diez, quince o más años atrás.
Todo esto lleva a una conclusión: cuando son muchos para quienes su vida laboral está sostenida por la política, el resultado de la elección impacta directamente sobre sí. No solo en cuanto a poder y honores, sino en cuanto a algo más prosaico como el salario. Los votos determinan la continuidad en la vida política o el salir a la intemperie.
El mantener los cargos públicos no solo es consecuencia del macro resultado, sino de múltiples micro resultados. En primer lugar, si el partido que conserva la Presidencia de la República y la tenencia de mayoría parlamentaria. Luego viene la correlación interna de fuerzas a nivel del oficialismo entre las diferentes fracciones. Y en tercer término el posicionamiento personal en su respectiva fracción, sector, agrupación o movimiento.
Este análisis -sobre los oficialismos de hoy y los de ayer- es lo que habitualmente percibe la gente e impacta en la imagen sobre el sistema político, sobre los partidos y las instituciones representativas. Y explica el nivel de dureza (dureza a la uruguaya) que en situaciones de riesgo adquiere la competencia política, externa e interna.