El Observador
La discusión sobre los tratados de libre comercio y en general sobre los acuerdos comerciales se pueden hacer por el lado de la ideología o por el lado del pragmatismo […] para que la discusión en el terreno de lo pragmático tenga sentido, sea una discusión de razones, de verdaderas razones, aparece un punto de previo y especial pronunciamiento: toda definición pragmática sobre lo que sea, de un país o de una familia, requiere de una precisa información de costos y beneficios.
Por ideología o por pragmatismo; éste requiere evaluaciones claras
La discusión sobre los tratados de libre comercio y en general sobre los acuerdos comerciales se pueden hacer por el lado de la ideología o por el lado del pragmatismo. Por el lado de la ideología implica que para unos los TLC casi siempre van a ser positivos, porque lo que se busca es llegar a un mundo que desde el punto de vista comercial o económico, carezca de fronteras. En sentido contrario, los otros, del lado opuesto, van a considerar casi siempre negativos los TLC porque se oponen al desarrollo autárquico de cada país o del país integrado en una región de características y valores compartidos. En términos uruguayos, la postura ideológica refractaria a la liberalización comercial tiene como un emblema relevante el fortalecimiento del Mercosur. En lo ideológico, para unos es un mundo comercial o economicamente sin fronteras, y para los otros es un mundo de regionalismo o nacionalismo comercial o económico, que en el caso de este país, tiene como epicentro el Mercosur de manera exclusiva y excluyente. En todo caso, la ampliación del comercio lo será paralelo a la ampliación del Mercosur.
Aquí aparece el TLC con Chile. Para unos es un paso más hacia TLC con todo el que quiera tenerlo con Uruguay. Para otros lo que debería hacer Chile no es suscribir acuerdo o tratados de libre comercio sino lisa y llanamente ingresar de manera plena al Mercosur.
Como línea diferente de razonamiento a la ideológica está la línea pragmática. Al respeto cabe advertir que muchos argumento ideológicos se esconden detrás de levantar argumentos pragmáticos, pero apenas se rasque la cáscara, se puede observar que en esencia lo que predominan son visiones ideológicas.
Ahora bien, para que la discusión en el terreno de lo pragmático tenga sentido, sea una discusión de razones, de verdaderas razones, aparece un punto de previo y especial pronunciamiento: toda definición pragmática sobre lo que sea, de un país o de una familia, requiere de una precisa información de costos y beneficios.
Lo que falta en la discusión del TLC con Chile -y sin duda faltó en la discusión del TLC con Estados Unidos- es el balance concreto de resultados, en el corto, el mediano y el largo plazo. Qué sectores se van a beneficiar con absoluta claridad, cuáles se van a perjudicar y cuáles otros van a tener un panorama incierto. Y tanto los beneficios como los perjuicios, cómo y cuánto se pueden estimar desde el punto de vista cuantitativo, cómo y cuánto desde el punto de vista cualitativo, quiénes son las ramas de actividad y las empresas beneficiarias, quiénes son las ramas de actividad y las empresas perjudicables. Si bien una estimación de estas características no puede establecer números únicos, si puede llegar a cifras aproximadas que den ideas de magnitudes.
Lo otro es qué quiere decir beneficiarse o perjudicarse. Porque puede haber actividades a las que un TLC beneficie en término de rentabilidad, pero perjudique en puestos de trabajo. O a la inversa, que aunque no haya una gran aumento de rentabilidad, sí lo haya en el nivel de empleo.
O este tipo de estudios no hay o no han sido socializados debidamente. Es el gobierno, su equipo económico, su cancillería, la que debe exponer estos resultados para que la discusión se realice sobre bases firmes. Al menos cuando se apoye o se rechace un tratado, se diga con claridad en qué y a quiénes beneficia el apoyo, y en qué y a quiénes beneficia el rechazo. Porque hay algo que debe ser claro: no hay cambios en las reglas de juego que sean neutras, ni tampoco el que se diga que “el país se beneficie” quiere decir que se benefician todas las actividades y no quedan perjudicados por el camino. O a la inversa.
Por otro lado es muy importante en el ángulo ideológico de la discusión,que cada uno respalde las argumentaciones. El riesgo mayor son las obviedades, el decir que el mundo va inexorablemente hacia un lado determinado, que los vientos de la historia van sin hesitación alguna en determinada dirección. Lo obvio siempre presenta contratiempos: El giro en América del Sur hacia la izquierda en algunos casos y hacia el populismo en otros dio al traste con el determinismo del advenimiento de la llamada segunda generación de reformas: liberalización del mercado de trabajo, desestatización de la educación, apertura de un gran mercado privado para la salud. La elección de Trump y la reaparición del proteccionismo en Estados Unidos dio al traste con el camino ineludible hacia el más libre comercio. Mucho antes se vio frenado el giro ineluctable del Tercer Mundo hacia el socialismo. Entones, antes de considerar que las cosas son obvias, que lo que uno sostiene es natural y que solo algún idiota no puede estar de acuerdo, antes de eso, hay que fundamentar bien las razones ideológicas.
Uruguay está ante el debate concreto de un TLC regional, con Chile, que cuenta con amplio apoyo en el partido oficialista pero una oposición clara, nítida, dura, expresada fundamentalmente en el Partido Comunista, la parte socialista reflejada en el diputado Roberto Chiazzaro, el Partido por la Victoria del Pueblo y Casa Grande (Constanza Moreira). Luego vienen los posicionamientos sobre los tratados de asociación y de libre comercio con la Unión Europea, que están en la fase final de discusión de los términos concretos de los acuerdos, fase que probablemente concluya a fin de año o con la firma de los tratados o con el fin de las expectativas de un proceso que comenzó en diciembre de 1995.