El Observador
Las distintas configuraciones partidarias han oscilado en Uruguay a lo largo del último siglo largo, desde que se instauró la poliarquía … entre el fortalecimiento del partido en tanto tal -como sujeto básico- y el desplazamiento del centro político hacia las fracciones […] La sustitución de Heber sin duda va a ser una señal importante de qué papel se le reserva a la autoridad partidaria … lado, se va a camino a que ninguno de los presidentes/secretarios generales de los tres principales partidos sea una figura de nivel presidencial. Este es un dato revelador del concepto y el peso de la autoridad partidaria.
La renuncia de Heber replantea un debate sobre el rol de los partidos
¿Qué importancia tiene el partido político en tanto tal, como actor político y no meramente como actor electoral? ¿El partido es en sí mismo el sujeto político básico o por el contrario es en realidad una estructura de coordinación de los sujetos políticos básicos que son las corrientes o fracciones? Este es un tema en que las distintas configuraciones partidarias han oscilado en Uruguay a lo largo del último siglo largo, desde que se instauró la poliarquía, que quiere decir más o menos desde que se instauró la democracia plena y el Estado moderno; y han oscilado entre el fortalecimiento del partido en tanto tal -como sujeto básico- y el desplazamiento del centro político hacia las fracciones.
En el caso del partido en el gobierno, o más bien en la titularidad del Poder Ejecutivo, o de la mayoría del Poder Ejecutivo, el centro político muchas veces pasó a ser el propio elenco de gobierno por sí o en conjunto con la bancada parlamentaria oficialista. Aquí aparece un serio escollo del papel de los partidos, de las estructuras partidarias, cuando esos partidos son gobierno.
Al respecto cabe recordar algunos hechos. El Partido Colorado en tanto tal careció de autoridades políticas desde el inicio de la poliarquía hasta comienzos de 1983. Hasta entonces la autoridad administradora del lema lo fue lo que politicamente fue la autoridad del denominado Partido Colorado “Batllismo”, lo que en puridad significó la autoridad de la fracción batllista del Partido Colorado. Pero cabe consignar además que desde un momento entre pasada la elección de 1950 y antes de la elección de 1954, en que el “Batllismo” reflejado en esa autoridad ya no era una fracción, sino un conjunto de fracciones. Es a partir de las elecciones generales de autoridades partidarias de 1982, convocadas en función de la normativa partidaria establecida por el régimen de facto, que aparece esa autoridad central y única del Partido Colorado en tanto tal.
Sin embargo, esa autoridad rara vez fue el centro de decisiones política. Es en 1983, junto a la instalación de las primeras autoridades verdaderamente centrales del Partido Colorado, en que aparece la figura del secretario general. Y ahí caben dos claras etapas. Una, de 1983 a 2011, en que la figura del secretario general correspondió a la figura lideral de la fracción mayoritaria del partido, o de su número dos: Julio Ma. Sanguinetti en dos periodos separados, Enrique Tarigo, José Luis Batlle también en dos periodos separados y como alter ego de su primo Jorge Batlle, Hugo Fernández Faingold, Pedro Bordaberry. A partir de 2011 cambia el sentido político del cargo, cuando Vamos Uruguay opta por la rotatividad de su titularidad y luego, sin rotación, por figuras que no son vistas como de liderazgo partidario o de la fracción mayoritaria. El cambio en el rol de la titularidad sin duda implica un cambio en el rol de la autoridad partidaria.
En el Partido Nacional, desde comienzos de los años treinta del siglo pasado recién hay una autoridad única del partido en tanto tal cuando se elige un Directorio común en 1970, presidido por Alberto Heber Usher. Sin embargo, no logra consolidarse y es sustituido por un Directorio “de personalidades”. Es en 1972 bajo el liderazgo de Wilson Ferreira Aldunate y la presidencia de Homar Murdoch que se consolida una autoridad central política. Pero deberá esperarse hasta 1985 a que la cabeza de esa autoridad coincida con el liderazgo partidario, en la persona de Wilson Ferreira.
Después en general el comienzo de cada nuevo Directorio tendió a seguir el criterio de situar a su frente al líder partidario o de la fracción mayoritaria: Alberto Volonté, Luis Alberto Lacalle en dos periodos separados, Jorge Larrañaga. Cuando el líder partidario ocupó la Presidencia de la República, la titularidad del Directorio recayó en el vicepresidente de la República. En 2014 es cuando -por primera vez desde la restauración democrática- el líder de la fracción mayoritaria y candidato presidencial único desiste de presidir el Directorio. Aquí comienza otra historia. Sin embargo, quien fue elegido para el cargo, que ya lo venía ocupando en sucesión de Luis Alberto Lacalle, lo fue una figura de proyección lideral, que hubo encabezado la lista senatorial mayoritaria, como Luis Alberto Heber.
Su anunciada renuncia al Directorio replantea un tema, relacionado con la visión de que el presidente del Directorio no debe ser un conductor partidario sino un neutral en la competencia interna; vale decir, entonces el Directorio no oficiaría de conductor partidario sino de árbitro entre diversas conducciones partidarias. Lo cierto es que esa figura lideral partidaria nunca llegó a las elecciones: Wilson Ferreira Aldunate murió el año anterior; por razones políticas renuncio casi enseguida de asumir Gonzalo Aguirre; y Lacalle Herrera dimitió en forma concomitante a su retiro de una nueva candidatura presidencial. Pero en cambio Volonté y Larrañaga renunciaron a la Presidencia del Directorio para disputar la candidatura presidencial.
Vale la pena remarcar que con anterioridad, aunque no fuere el directorio de todo el partido sino de medio partido, la presidencia en general fue ocupada por una figura de primerísimo plano, como el propio Luis Alberto de Herrera o Martín R. Echegoyen en el herrerismo, o de Daniel Fernández Crespo en la Unión Blanca Democrática.
La sustitución de Heber sin duda va a ser una señal importante de qué papel se le reserva a la autoridad partidaria. Por un lado, se va a camino a que ninguno de los presidentes/secretarios generales de los tres principales partidos sea una figura de nivel presidencial. Este es un dato revelador del concepto y el peso de la autoridad partidaria. A lo que en el nacionalismo se suma que las dos figuras que contendieron en 2014 y van a contender en 2019 por la candidatura presidencial no integren el máximo organismo de conducción.
El tema en el Frente Amplio requiere otros enfoques y sin duda es materia para otro análisis.