07 Ago. 2019

Referéndum contra la Ley Trans: segundo fracaso ciudadano contra la agenda de derechos

Oscar A. Bottinelli - Diálogo con Luis Custodio

Radio Uruguay - Puntos de Vista

“El referéndum contra la Ley de Despenalización del Aborto, en junio de 2013, que hasta ahora es el que ha tenido menos adhesión, llegó al 9%, y ahora, en agosto del 2019, contra la Ley Trans, obtuvo el 10,1%”.

L.C.: Segundo fracaso ciudadano contra la nueva agenda de derechos, lo que ocurrió el pasado domingo, con la propuesta de prereferendum en rechazo a la Ley Trans. Hay más de un vehículo que tiene la ciudadanía para expresar sus cuestionamientos, y esos procesos han sido convocados más de una vez.

O.B.: Uruguay tiene tres tipos de institutos de democracia directa. Uno no se usa, porque, en realidad, no sirve para nada, que es la iniciativa ciudadana, que es juntar casi 700.000 firmas para enviar un proyecto de ley a la Cámara, y es lo mismo que si lo hubiera firmado un solo diputado. Los otros dos son el plebiscito y el referéndum abrogatorio. En Uruguay, el plebiscito es probatorio. En el mundo, referéndum y plebiscito son un matete, donde se entreveran los conceptos y no hay una definición única. Acá los plebiscitos son 1- aprobatorios, y 2- constitucionales. Y pueden ser verdaderamente aprobatorios cuando el proyecto de reforma constitucional, como en esta ley llamada Vivir sin Miedo, es para ver si aprueba o no, como se aprobó la Reforma del Agua. Puede ser por el 40% de los legisladores, como el proyecto de Reforma Constitucional del Partido Nacional, en 1966, o por Ley Constitucional, como fue la Reforma Constitucional del 96. Ahí, más que aprobatorio, es ratificatorio. Luego estaría el plebiscito cuando una Convención Constituyente aprueba una reforma constitucional, cosa que en Uruguay no se hace desde 1933. Ahí es aprobatorio.

El referéndum es un recurso contra una ley. El primer tipo de referéndum en Uruguay se creó en la Constitución del 34, contra los llamados Decretos de Juntas Departamentales, que, en realidad, son leyes de alcance departamental, aprobadas por una normativa de jurisdicción subnacional. Hubo un solo referéndum, que fue el de 1951. En aquella época el precio del boleto tenía que fijarse por ley, no por resolución, y había aumentado dos centésimos del muy viejo peso. Hubo un referéndum que derogó el aumento del boleto.

El referéndum contra las leyes nacionales se creó en la Constitución del 67. Para poner en marcha el referéndum se requiere el pedido de convocatoria del 25% de ciudadanos inscritos en el Registro Cívico Nacional. Esto se reglamentó de una forma muy complicada, porque, al principio, era mediante firmas, y de esa manera pone toda la carga en el que desarrolla la iniciativa. Usted tiene que juntar las firmas. El referéndum contra la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que se terminó haciendo el 16 de abril del 89, que se votó Amarillo y Verde, estuvo lleno de fantasmas. El primero de ellos fue que no se votó por Sí o por No porque recordaba al Plebiscito del 80, entonces nadie quería estar del lado del Sí, porque era asociarlo a la dictadura. Entonces fue Amarillo y Verde. Ahí vino el fantasma de que la gente firmaba obligada, y ponía tinta verde para que le anularan la firma, o ponía las letras C.C delante de Credencial Cívica, para que se confundiera con la serie, y se inventó este mecanismo del prereferéndum, que hace que sea mucho más costoso hacerlo que todo lo que puede costar, de repente, una ley.

Fueron, más o menos, 3.600 circuitos, de los cuales hay tres titulares con cinco días de licencia, más tres suplentes con dos días, más el custodia. Empecemos por eso, por los días que no va a trabajar una cantidad impresionante de funcionarios públicos, arriba de 20.000. Más los costos de logística, de impresión.

Desde que se inventó este mecanismo de los actos de adhesión al referéndum, se realizaron convocatorias contra seis leyes. Antes, las convocatorias eran dos veces: una cuando se juntaban las firmas mínimas, y la segunda cuando se cumplía exactamente el año. Como eso llevaba a dos convocatorias, se resolvió, finalmente, suprimir la segunda, y queda la posibilidad, hasta cumplir el año, de presentar, mediante firmas, la revocación.

Voy a tomar en cuenta las convocatorias que llamo definitorias. La segunda fue la única con el viejo método. En octubre del 92, el referéndum contra la Ley de Empresas Públicas, obtuvo el 31%, superando el 25% necesario. Hubo referéndum y la ley se tiró abajo, 70 a 30. Fue una cosa extraordinariamente fuerte. Recordemos que en contra estuvo el Frente Amplio, el Nuevo Espacio de aquella época, con Batalla a la cabeza, el Foro Batllista, encabezado por Sanguinetti, y el sector que surgió de una vertiente del pachequismo, encabezado por Pablo Millor y el entonces diputado Daniel García Pintos, que ahora se pasó a Cabildo Abierto. Marcó a fuego una línea divisoria en la concepción del papel del Estado, que no es solo patrimonio de la izquierda o de los batllistas, sino que hay otro sector, que se puede calificar de derecha, también muy estatista, con elementos de “batllistización” en su pensamiento.

Los demás no tuvieron éxito. En junio del 98, en contra de la ley que creó el Marco Regulatorio del Sistema Eléctrico Nacional, que terminó siendo la Unidad Reguladora del Servicio de Energía y Agua, Ursea, y que pegó en el palo. Fue a votar el 22%. Luego contra una Ley de Urgencia, que eran 13 temas, donde iba desde las vías de AFE al directorio de Conaprole, y fue en febrero de 2001. Pegó, quizás, en el palo del lado de afuera, con el 21%.

Luego tenemos tres referéndum, uno anterior, en seguida del que se hizo por el Sistema Eléctrico, que fue impulsado por parte del movimiento sindical, contra una disposición de la Ley de Inversiones, que reducía los plazos de caducidad y prescripciones laborales. Fue, hasta hace muy poco, el que había tenido menos convocatoria, con el 9,5%. La primera vez había estado apenas por encima del 5%. Después vinieron contra la Ley de Despenalización del Aborto, en junio de 2013, que hasta ahora es el que ha tenido menos adhesión, con el 9%, y ahora, en agosto del 2019, contra la Ley Trans, que obtiene el 10,1%. Vale decir que, cada 10 personas, nueve no se manifestaron contra le Ley Trans, y contra la Ley del Aborto, de cada 11, diez no se manifestaron.

L.C.: Frente a estos últimos está bueno ver cómo se pararon los líderes políticos ante esa circunstancia.

O.B.: Los primeros cuatro actos de adhesión al referéndum, uno de ellos exitoso, tuvieron que ver con lo que llamamos modelo socioeconómico del país, y los dos últimos tienen que ver con la nueva agenda de derechos. No está en juego el papel del Estado, no está en juego la concepción económica, sino temas como el aborto o la Ley Trans.

L.C.: Los cruces de posturas eran distintos.

O.B.: Los cruces de posturas son diferentes, y es interesante que nadie impulsó ningún referéndum contra la ley que crea esencialmente el matrimonio del mismo sexo. La ley se llama de Matrimonio Igualitario, a mi juicio una definición errónea, porque conceptualmente son tres leyes. Una, que establece la igualdad del matrimonio de los miembros de la pareja. Otra, que considera que el matrimonio puede ser del mismo o de diferente sexo, y otra que admite la adopción por parte de matrimonios del mismo sexo. Son tres normas. El referéndum contra el aborto no llegó al 9%, fue el 8,8%. Convocaron a ir al referéndum el ex presidente y seguro candidato presidencial por el Frente Amplio, Tabaré Vázquez, que escribió un libro expresamente para esto, y que se lanzó en un acto organizado por un grupo de gente, mucha de ella vinculada al Opus Dei. Convoca el ex presidente Luis Alberto Lacalle, los dos candidatos a la interna del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga, el precandidato del Partido Colorado José Amorín Batlle, el líder del Partido Colorado Pedro Bordaberry, el referente del Partido Independiente Pablo Mieres, y la Iglesia Católica a través del arzobispo de la época, monseñor Nicolás Cotugno. Y del otro lado, como figuras presidenciales, estuvieron José Mujica y Julio María Sanguinetti. Todos esos líderes políticos, todo ese peso formidable logró que fuera a votar el 8,8%. Esta vez fue más huérfano, porque no hubo ninguna figura de nivel presidencial que acompañara. Ni del PN, ni del PC, ni del FA. La única figura de nivel presidencial fue el candidato a presidente por Cabildo Abierto, general Guido Manini Ríos. Y además, el referente más importante de la Iglesia Católica, no solo por ser arzobispo de Montevideo, sino por ser el segundo cardenal en la historia del Uruguay, dijo que no al referéndum. Fue un referéndum que tuvo la antítesis del anterior en cuanto a apoyos políticos y sociales. Y fue el 10,1%. Mucho más que en el del aborto, con ese formidable apoyo político que tuvo.

L.C: Esto nos deja alguna enseñanza a propósito de la relación entre la comunidad, los que votamos, y los líderes, los referentes.

O.B.: Antes de terminar esta parte y entrar a tu comentario, hay un dato que no es menor. Cuando uno mira la zona clara, nítida, de la influencia de Guido Manini Ríos, Artigas, Rivera y Cerro Largo, es impresionante el porcentaje. En Rivera superó el 25% requerido constitucionalmente. Claramente, en este incremento, aparte de lo que es el voto espontáneo del ciudadano, aparece medida la importancia de Guido Manini Ríos. Guste o no, la influencia quedó muy clara.

Y respecto a lo que tú decías, da la impresión de que los líderes tienen cada vez más límites a sus capacidades de liderazgo. Esos liderazgos pueden ser muy fuertes en materia político partidaria, y en materia eleccionaria, pero no en materia electoral en sentido amplio. Vale decir, eleccionaria en lo que tiene que ver con elecciones, donde se votan partidos, candidatos, listas de candidatos. En la otra parte electoral, que es la plebiscitaria o referendaria, tenemos que abrir dos caminos. Cuando el plebiscito, como ha ocurrido con el llamado Vivir sin Miedo, como pasó con el del agua, se hace simultáneamente con las elecciones, no sé si es por los líderes o porque va ensobrado, o por el trabajo de los aparatos, la influencia es grande. Pero cuando es fuera de elecciones, y por lo tanto es el acto plebiscitario o referendario puro, la gente va a votar por Sí, —recordemos que una ley constitucional, aprobada por dos tercios de cada cámara en agosto de 1994, que se llamó la Mini Reforma, fracasó abrumadoramente—, se sale de lo partidario y se va al ciudadano solo, la conducta es otra. No se siente tan atado, y uno diría que vota de acuerdo a sus convicciones íntimas, mucho más en temas más despartidizados. Uno diría, bueno, el perfil de gente que va a las manifestaciones contra el aborto, contra la Ley Trans, contra el matrimonio del mismo sexo, es la que convoca más, con más importancia que los líderes políticos.

Queda por discutir cuánto las dirigencias políticas tienen una convicción absolutamente profunda de ser partidarias de lo que el pueblo decida. Ya hemos tenido varios episodios, vimos a algunos dirigentes políticos diciendo que van a pedir igual que se modifique la Ley Trans. Hubo un pronunciamiento del pueblo, aunque sea por omisión, dejando la ley como está. Y dicen que la van a modificar. Es decir, el pueblo decide, pero hasta por ahí nomás, después los representantes van a ver si “corrigen sus errores”. Cuando se aprobó la no derogación de la Despenalización del Aborto, dos candidatos presidenciales dijeron que, si en la siguiente legislatura, se proponía discutir el tema, iban a votar la derogación de la ley. Se acababa de producir un rechazo total a derogarla. Y cuando fracasa anular la Ley de Caducidad, en el mismo acto, en el mismo sobre, se vota un Parlamento, y se vota No anular la ley. La mayoría elegida en ese momento, del Frente Amplio, se sintió en condiciones de corregir al pueblo, y pretender anular una ley después de un fracaso en las urnas. Un FA que comenzó los caminos referendarios en Uruguay, con la consigna “que el pueblo decida”, cuando el pueblo decidió en su contra resolvió que había que corregir lo que decía el pueblo.

A mí me deja la duda de que todo el mundo, en este país, está de acuerdo en que el pueblo decida, siempre y cuando decida lo que yo pienso. Y después empiezan los peros, y resulta que termina siendo medio país el que es partidario de que lo que el pueblo decida hay que acatarlo, me guste o no.