El Observador
El segundo cambio histórico fue hace apenas 15 años […] Y Jorge Batlle despejó cualquier duda con la frase: voy a gobernar hasta el mismo 28 de febrero. Lo hizo […] Entonces. Gobierno efectivo hasta el fin del mandato para el cual fue elegido, adopción de medidas de larga duración a escasas horas de la entrega de la banda presidencial, realización de los ascensos militares per se, congelación de tarifas de agua, electricidad y comunicaciones, rebaja de combustibles.
Ante la tercera transición de ciclo histórico, tras las de 1958 y 2004
La parición de un gobierno en estas latitudes lleva la tercera parte de la gestación de un ternero, pero puede ser tanto o más complicada, con complicaciones internas y externas. Estos lapsos de gestación comenzaron en 1938 con las primeras elecciones presidenciales de la tercera Constitución. Antes (segunda Constitución) hubo una sofisticación a la uruguaya con dos Poderes Ejecutivos en pie de igualdad: un presidente de la República (con competencias limitadas) y un colegiado renovable por tercios y con competencias algo mayores pero no plenas; por tanto, no podía haber ni hubo cambio de gobierno de un día para otro. Y antes de antes (primera Constitución), el todopoderoso presidente de la República era elegido el 1° de marzo en el Cabildo (por la Asamblea General) y juraba y asumía en el acto: no había transición. Desde 1938 hubo normalmente tres meses entre la elección y la investidura, excepto en 2004/05 en que por única vez el presidente fue elegido en la primera vuelta el último domingo de octubre: cuatro meses de espera.
De transiciones que correspondan a cambio de ciclo histórico la presente es la tercera, en que se pone fin al breve ciclo frenteamplista (15 años) y se retorna a la prevalencia de los partidos tradicionales (en formato ampliado).
El primer cambio histórico ocurrió entre el 30 de noviembre de 1958 y el 1° de marzo de 1959. Se pone fin a 93 años de hegemonía colorada en la titularidad del Poder Ejecutivo, el acceso al mismo del Partido Nacional y el inicio de la rotación de los partidos tradicionales. El Poder Ejecutivo era colegiado (6 consejeros colorados, 3 blancos), por lo que el gobierno saliente discutió y aprobó sus decisiones teniendo delante al líder triunfante Luis Alberto de Herrera. Pero los blancos fueron testigos de los actos finales del coloradismo, sin arte ni parte, ni consulta alguna.
Hay un detalle que marca ese pasaje de gobierno, que no cabe calificar de transición. Los 9 consejeros (ahora 6 blancos, 3 colorados) hacen la promesa de honor ante la Asamblea General, toman posesión de sus cargos en la Casa de Gobierno de Plaza Independencia y llega el momento del desfile militar. Entonces, el flamante presidente Martín R. Echegoyen llama al coronel comandante del desfile e ipso facto lo remplaza por otro coronel de confianza del nacionalismo. Motivo: el imaginario que tenían los blancos (no importa a estos efectos si era o no real) de la potencialidad de un golpe de Estado en su contra. Como se observa, no cabe calificarla de transición ni armoniosa ni pacífica.
El segundo cambio histórico fue hace apenas 15 años, con el fin de un siglo y tres cuarto de hegemonía de los partidos tradicionales y el acceso al gobierno del Frente Amplio. La misma noche, Jorge Batlle Ibáñez felicitó a Tabaré Vázquez (de paso, sin un solo dato del escrutinio primario, sino a partir de la proyección de escrutinio de Factum anunciada a las 21:03, corroborada 22 minutos más tarde por Cifra). Al día siguiente comenzó la transición.
Y Jorge Batlle despejó cualquier duda con la frase: voy a gobernar hasta el mismo 28 de febrero. Lo hizo. Realizó las designaciones militares (no todas, varias quedaron para Vázquez, pero producto de enredos del propio gobierno saliente), sin queja alguna del Frente Amplio. La única medida que levantó protestas fue el otorgamiento de concesiones en materia de comunicaciones, hechas a escasos días de la trasmisión del mando.
Lo más importante ocurrió en cuanto a las tarifas públicas. Batlle congeló las tarifas de Ute, Antel y Ose. Y en cuanto a Ancap, fue más rotundo: en diciembre dispuso una rebaja de los combustibles; no hubo aumento ni congelación, sino baja. Medidas toda adoptadas sin ninguna consulta al presidente electo.
Entonces. Gobierno efectivo hasta el fin del mandato para el cual fue elegido, adopción de medidas de larga duración a escasas horas de la entrega de la banda presidencial, realización de los ascensos militares per se, congelación de tarifas de agua, electricidad y comunicaciones, rebaja de combustibles.
Ahora se plantea por primera vez la discusión sobre la naturaleza del gobierno y la naturaleza de las potestades políticas del presidente electo. En los regímenes parlamentarios, concluida la elección, el gobierno entra “en funciones”, lo que implica que queda limitado a acciones de administración por el breve periodo hasta la instalación del nuevo Parlamento y la investidura de un nuevo gobierno. Muchas veces, las elecciones son producto de un llamado anticipado, con lo cual el gobierno ya está “en funciones” desde antes de las elecciones, desde el mismo momento de convocatoria a las mismas. Es un formato sustantivamente diferente.
En regímenes presidenciales y semipresidenciales no existe la figura de “en funciones”. Ocurre que en democracias plenas o cuasi plenas de partido de larga duración, los tiempos entre la elección y la asunción son breves (en Francia, una semana). El problema es que en Uruguay -para la velocidad del Tercer Milenio- esos tres meses evocan a Matusalén.
La oposición parece dar a entender que ha virado respecto a la tesis de 2004/05 y ahora sostiene que desde la proclamación del resultado del balotaje por la Corte Electoral, en Uruguay hay un cogobierno ejercido por dos copresidentes. Como este enunciado no ha sido explícito, queda la duda si efectivamente es sostenido de esa manera.
El oficialismo, en cambio, ha clarificado que sigue la misma concepción proclamada por Jorge Batlle: el gobierno lo es tal y tiene la plenitud de facultades hasta el momento en que se produce la investidura del nuevo presidente de la República, el 1° de marzo. Desde el punto de vista jurídico no hay duda alguna de lo correcto de esta tesis. Ahora importa ver desde el punto de vista político, de lo que se puede denominar la praxis sistémica o praxis constitucional, y allí aparece lo de Jorge Batlle como el único antecedente similar de cambio de ciclo histórico.