El Observador
Los mensajes dominantes de los actores políticos y de operadores políticos y comunicacionales, en forma que podría incluso calificarse de hegemónica, está basada en el lenguaje y la lógica de los sectores del segmento más duro […] El sistema político es visto por la gente a través del Parlamento y de los partidos. En mayor o menor medida, ambas instituciones–mucho antes de todo esto- registran la desaprobación de dos tercios de los uruguayos
El contexto es de una sociedad cuyos dos tercios desconfía de los políticos
En una sociedad con cierta pluralidad, los individuos se diferencian por expresar distintos valores, concepciones culturales, visiones políticas, sensibilidades sociales. Se distinguen por surgir de hogares diferentes, por la diversidad de educación, clase social, orientación sexual, género, edad; por el tipo de trabajo y de actividad en general. Traducido al plano político significa que se conforman conjuntos cuyos componentes piensan o sienten con una cierta afinidad, que les permite inclusive construir una pertenencia grupal, cuya expresión más nítida es la adhesión a un partido o a una corriente política, o a un liderazgo.
En función de esa concepción de conjuntos1, los actores políticos pueden dirigir sus mensajes hacia distintos niveles:
Uno. Los fervientes partidarios, los más convencidos, los que sus adversarios pueden llamar despectivamente “barras bravas”. Un mensaje a este nivel tiene por sentido: a) mantener la firmeza; b) motivar, movilizar; c) dar argumentos para la defensa de las propias posiciones y el combate a las posiciones de los adversarios; d) mantener vivo el rechazo a los adversarios.
Dos. Los partidarios relativamente coherentes en su seguimiento, pero no incondicionales. Entonces, el mensaje tiene por objeto mantener la adhesión: a) mediante el convencimiento sobre sus propias posiciones; b) mediante el convencimiento de las posiciones erradas o peligrosas de los adversarios.
Tres. Los votantes débiles, sin firmeza, que pueden ser ocasionales o pueden ser persistentes, pero esta persistencia requiere la permanente recaptación.
Cuatro. Los que simpatizan con un conjunto político, pero no tienen inclinación clara hacia el actor político emitente del mensaje (esto es más nítido en el caso de los socios de una coalición)
Cinco. Los que simpatizan con un conjunto político, pero tienen inclinación contraria hacia el actor político emitente del mensaje (esto es más nítido también en el caso de los socios de una coalición)
Seis. Los imprevisibles, fluctuantes, votantes refractarios (voto sin efecto) o que eligen opciones menores no alineadas.
Los mensajes a su vez pueden ser por la afirmativa (en favor de sí propio) o por la negativa (en contra del adversario principal). Pueden surgir como discursos, slogans o tweets, o como investigación, información periodística o análisis de medios o de comunicadores que coinciden con la línea de un actor o en contra de la de otro actor, o puede surgir del debate entre actores contrapuestos.
Ahora llega una interrogante clave ¿cuánto pesa cada segmento?
El primer segmento en cuanto a la izquierda, el de los duros e inamovibles reacios a toda evidencia, puede estimarse (con mucha aproximación) en los dos quintos de la misma (que ella cubre un total del 40%), vale decir que sobre el total de la sociedad representa alrededor del 16%.
El primer segmento del lado del oficialismo -en plena luna de miel- permite estimar en los tres cuartos del Partido Nacional (cuyo total es cerca del 29%) y la mitad de los asociados en la Coalición Multicolor (cuyo total es de un poco más del 25%). En consecuencia, este conjunto duro del oficialismo (duro en cuanto a cada uno de los partidos por separado) puede estimarse sumado en cerca del 34%. De donde, todo el primer segmento, izquierda y oficialismo, cubre más o menos la mitad de los uruguayos (16% + 34%= 50%)
El segundo, tercer y cuarto segmento, el de los coherentes no incondicionales y de los débiles, comprende al resto de los votantes coherentes en el pasado Ciclo Electoral Nacional: un 24% en la izquierda más 14% en el oficialismo, total: 38%
Los últimos dos segmentos que comprende a los volátiles, dudosos, refractarios, se sitúan en el 12% (o algún decimal más)
Entonces, los receptores gustosos de los mensajes acríticos, laudatorios hacia sí o descalificantes hacia el opuesto, son la mitad de los uruguayos. Los receptores con sentido crítico, con mayor o menor afinidad política, pero que necesitan algo más que el “arriba y vamos”, puede estimarse en la otra mitad de los uruguayos. Cabe destacar que todas estas cifras son cálculos muy aproximados, basados en los datos de las elecciones nacionales del pasado 27 de octubre, el balotaje del siguiente 24 de noviembre y la serie de estudios demoscópicos de estimación de voto del año 2019.
Los mensajes dominantes de los actores políticos y de operadores políticos y comunicacionales, en forma que podría incluso calificarse de hegemónica, está basada en el lenguaje y la lógica de los sectores del segmento más duro, tanto del oficialismo como de la izquierda. Están destinados a reforzar la convicción de los fuertemente convencidos, aportan poco o quizás nada a los propios partidarios con sentido crítico, y no aportan nada significativo a los ajenos, a los volátiles, dudosos y refractarios.
La sociedad uruguaya se encuentra en una situación difícil: más de 300 mil personas desocupadas o en seguro de paro, algún que otro centenar de miles de personas que se desempeñan por cuenta propia (desde profesionales universitarios hasta cuidacoches) cuyos ingresos han caído (cálculo optimista) a la cuarta parte, negocios chicos y no tan chicos –sin mucha espalda- que nadan por debajo de la línea de flotación. En este cuadro, contra lo esperable, no son dominantes los mensajes que atiendan la situación económico-social, la que golpea a los uruguayos. Lo que domina son los juegos cruzados, las acusaciones, el “fuiste tú”, el “no, fue el otro”. Como denominador común, el planteo desde la intransigencia y el levantar el conflicto.
Cabe recordar que el sistema político es visto por la gente a través del Parlamento y de los partidos, los cuales –mucho antes de este contexto- registran la desaprobación de dos tercios de los uruguayos y la visión positiva de tan solo un tercio. Las élites políticas ¿advierten por dónde caminan?
1 Ver “La sociedad y su abanico político” en El Observador, junio 27 de 2020.