El Observador
La experiencia exitosa del Uruguay ha sido siempre el diálogo, la búsqueda del entendimiento, o al menos el consenso en el trazado de reglas de juego para en cada momento dirimir las diferencias. Cabe recordar las enseñanzas del Cardenal de Richelieu, dadas al Rey de los Franceses Luis XIII: solo el que es fuerte puede exhibir moderación, la intransigencia es señal de debilidad. La tolerancia es para los fuertes, la intolerancia es para los débiles.
La tolerancia es para los fuertes, la intolerancia es para los débiles
En los últimos dos años el mundo ha vivido (vive) una pandemia, la del Coronavirus, pero además en este mismo tiempo Uruguay vive la epidemia de la intolerancia, asociada al virus de la pequeñez.
Un ejemplo paradigmático de la pequeñez ha ocurrido con el Canciller. La política exterior del Uruguay merece un análisis y una discusión profunda, porque es un tema muy importante del que casi no se habla. Pero lo que ha motivado titulares y movilizado las redes sociales no es eso, no es cuán correcta o incorrecta es la policía exterior, sino el uso por parte del Canciller del auto oficial para trasladarse a su residencia temporal en Maldonado. Resulta un síntoma del estado del país cuando lo relevante en la política exterior es el uso del auto oficial y no como está situado o se mueve Uruguay en el mundo. Parece que es mejor que se use un vehículo particular aunque la política exterior sea mala, a que se use el auto oficial y se lleve o se pueda llevar adelante una buena política exterior. Ni hablar cuando lo relevante en políticas sociales es si un ministro sirve a sus invitados el café vencido.
Y esto es válido para todos los actores y todos los temas. Hace un cuarto de siglo Enrique Tarigo advertía que la buena política se maneja en el plano de las ideas, valores y principios, y no en el desnudar la vida personal de nadie, En este confín del mundo se veía con desprecio el centrar el debate político (en países desarrollados) en la prostituta contratada por Berlusconi, o en sus fiestas privadas, o en la pasante que hizo sexo oral con Clinton en el Salón Oval de la Casa Blanca. Las guerras de la ex Yugoslavia, Irak, Afganistán. Siria, Libia parecían en el hemisferio norte temas secundarios.
Todo eso es un buen entretenimiento de series audiovisuales baratas, pero con eso no se afronta el drama de la gente, ni las crisis, ni los conflictos reales de intereses, ni se dirimen las diferencias importantes sobre modelo de país. También es cierto que no hay político, analista o comunicador que no pueda hablar u opinar sobre conductas sexuales, negocios privados, uso de autos o cafés vencidos; pero hay que estudiar mucho, adquirir no solo conocimientos sino además cultura, para poder escribir o hablar sobre los temas importantes
La intolerancia es creciente y tiene su propia lógica. El 30 de abril de 1972 el general Seregni advertía sobre los riesgos de entrar en la lógica de la guerra, la imparable reacción en cadena de causa-efecto recíproca en acontecimientos bélicos y político-bélicos, cuyo final nadie puede avizorar, salvo uno: que nadie sale ganando y el país como tal pierde inexorablemente. Con las diferencias del caso, existe también una lógica de la intolerancia, la generación de un proceso asimismo de reacción en cadena de causa-efecto recíproca, de sucesión de hechos que se transforman en incontrolables. Que nadie se llame a engaño, no se puede entrar en una lógica polarizante con la creencia que ella desaparece y el proceso se frena por un mero acto unilateral de voluntad en cualquier momento. Eso creyó el Aprendiz de Brujo.
La polarización se visualiza cuando cambia la naturaleza de una contienda política. Los símbolos más visibles son la dilucidación del eje político en términos de antagonismo excluyente: hay un bien y un mal, un cielo y un infierno. Y también la visualización de los campos en términos bélicos: hay aliados y enemigos; unos son poseedores de la verdad y la virtud; a los otros, poseedores del error y la maldad, solo cabe el desprecio público. Más complejo aun cuando la lógica es multipolar, al menos tripolar, cuando cada uno combate a los otros dos en términos de destrucción.
Cabe agregar que la dureza conceptual o ideológica ha sido sustituida en muchos casos, y de manera creciente, por el insulto liso y llano, por la descalificación, a veces incluso por la amenaza explícita o velada.
Hay muchas profecías sobre el fin del mundo, pero no se conoce ninguna que diga que La Tierra deja de girar en la noche del 27 al 28 de marzo de 2022. Entonces, que no quepa duda que al día siguiente del domingo será lunes. La Tierra seguirá girando y en su periferia seguirá existiendo un pequeño y peculiar país.
Independientemente del resultado del referendum, la sociedad requiere que se baje la pelota al piso. A la gran mayoría de los uruguayos no le importa cómo se posicionan los actores hacia 2024, sino cómo se solucionan lo más pronto posible los problemas de hoy, y cómo se encaran los difíciles dilemas hacia las décadas siguientes. Cómo se logra articular las diferencias de modelos de país, valores e ideas. Además, cuidar la calidad institucional, que pasa por el más estricto respeto no solo a las normas de la Constitución de la República, sino el mayor apego a la teoría de democracia en que se asienta el sistema político del cual emana el texto constitucional. Y nada menor, cuidar el juego limpio -el fair play- en la competencia política.
Los entendimientos se logran cuando se deja de lado quién hizo qué, quién empezó y quién fue el que retrucó. Cuando se piense en cuáles son los desafíos, de corto y de largo periodo, y cómo se encaran esos desafíos. Y cuáles pueden ser las coincidencias y cuáles las diferencias. Sobre la base de que quien no quiere acuerdo, encuentra fácil las diferencias. Quien quiere acuerdos, hace todo el esfuerzo necesario para encontrar los puntos de síntesis, mayores o menores.
La experiencia exitosa del Uruguay ha sido siempre el diálogo, la búsqueda del entendimiento, o al menos el consenso en el trazado de reglas de juego para en cada momento dirimir las diferencias. Cabe recordar las enseñanzas de Armand Jean du Plessis, Cardenal de Richelieu, dadas al Rey de los Franceses Luis XIII (dicho en versión libre): solo el que es fuerte puede exhibir moderación, la intransigencia es señal de debilidad. La tolerancia es para los fuertes, la intolerancia es para los débiles.