18 Dic. 2016

Hacia la mañana siguiente

Oscar A. Bottinelli y Javier MIranda – Entrevista de Pablo Silva Galán

Caras y Caretas

Fue militar, fundador y candidato del Frente Amplio, preso político durante largos años, pero por sobre todo fue un hombre que reflexionó sobre el futuro del país. Seregni nació hace cien años. Recibió el homenaje de todo el espectro político.

En 1916 la Primera Guerra Mundial estaba en pleno auge. Ese año los ejércitos aliados y el alemán se enfrentaban en la batalla de Verdún, los irlandeses se levantaban contra el dominio británico y los pueblos árabes, acaudillados por un inglés que pasaría a la historia como Lawrence de Arabia, se alzaban contra la dominación otomana. Fue el año de la primera copa América, ganada por Uruguay. Y precisamente en este país, en una casa de la calle Isla de Flores, al 1568, del Barrio Sur de Montevideo, nacía Liber Seregni.

Dedicó su vida a servir al país: primero como militar, profesión en la que alcanzó las máximas jerarquías. Se retiró en conflicto con el autoritarismo de Jorge Pacheco Areco. A partir de allí, y hasta el fin de su vida, se dedicó a la actividad política. Fue fundador y conductor del Frente Amplio (FA), preso político durante la dictadura, dos veces candidato a la presidencia de la República (1971 y 1989) y un hombre que miraba ante todo hacia el futuro. “Hay que pensar en la mañana siguiente”, decía, resumiendo en esa frase su pensamiento estratégico.

“Se me cruzan muchas vivencias al recordar a Seregni. Soy de aquella generación de la salida de la dictadura, de aquellos que todos los días íbamos a esperar en la esquina de la Facultad de Arquitectura la salida de Seregni de la cárcel”, dijo a Caras y Caretas el actual presidente del Frente Amplio, Javier Miranda . “Cuando salió nos encontramos con un general que nos hablaba en sus discursos del valor de la unidad, de la construcción de la democracia”, subrayó. Para Miranda el aire que se respiraba por esos días hacía sentir que “recuperábamos el FA, la libertad, porque para nosotros la libertad de Seregni era la recuperación de la democracia para el país”.

“Seregni es la gran figura del FA por la forma en que encarna la dignidad, la coherencia, la unidad”, subrayó, y agregó que gracias a estos valores, el fundador de esa fuerza política “tiene la virtud de haber trascendido al FA, al punto que los partidos opositores entienden justo rendir homenaje a su memoria”.

En opinión del presidente del FA, “los frenteamplistas tenemos una deuda con Seregni y es que tenemos que revalorizar cosas como la dignidad, la ética, eso que dice Max Weber acerca de la ética de los principios y la ética de la responsabilidad. Seregni fue un hombre fiel a esa ética de la responsabilidad a lo largo de su vida”. Seregni ingresó en la Escuela Militar, por ese entonces ubicada en la avenida Garibaldi, donde hoy se encuentra el Comando General del Ejército, en febrero de 1933. A su familia –su padre era un batllista de origen anarcosindicalista– y a sus amigos no les gustó mucho al principio. Una anécdota citada por Valeria Conteris y Sergio Israel en su libro El general resume ese estado de ánimo: “¡No me digas! ¿Tú? ¿Tú, Seregni?”, fue la reacción del respetado Carlos Sabat Pebet cuando el futuro artillero se lo encontró en la playa Pocitos y le contó que se había decidido por la carrera militar”. Egresó tres años después con el grado de alférez y fue destinado al Regimiento de Artillería Montada N° 2 con asiento en la ciudad de Trinidad. A partir de allí desarrolló una carrera que lo llevó a ocupar las máximas jerarquías. Algunos autores sostienen que era el candidato a ocupar la comandancia del Ejército, de hecho estuvo a cargo del despacho del comandante, cargo al que no accedió por solicitar su retiro en discrepancia con la política represiva de Jorge Pacheco Areco.

Posteriormente, en 1971, estuvo entre los fundadores del FA y fue candidato a la presidencia acompañado por Juan José Crottogini, prestigioso médico que había sido decano de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad de la República.

“Tuvo los inconvenientes y las ventajas de ser un parapolítico”, dijo a Caras y Caretas Óscar Bottinelli, quién fuera su secretario político durante años. Bottinelli, que hoy orienta la encuestadora Factum, recordó que por esos años “un militar no era un hombre completamente ajeno a la política. Primero porque un militar, por definición –y mucho más alguien perteneciente a la inteligencia, a la intelectualidad militar–, supone una persona que está pensando sobre el país, sobre el Estado y, por tanto, la noción de Estado, de país, de estructura, de organización, es un activo para la política. Y en segundo lugar porque en aquella época, sobre todo del lado batllista, los militares tenían contacto frecuente con los dirigentes políticos. Seregni era un hombre muy cercano a Luis Batlle Berres y, en consecuencia, a través de él tuvo contacto con toda una generación de dirigentes políticos jóvenes, como Alberto Abdala, Amílcar Vasconcellos, Zelmar Michelini, Manuel Flores Mora, Glauco Segovia, o algunos de más edad, como Alba Roballo o Teófilo Collazo. Por tanto, cuando entra a la política directamente, no era un hombre que preguntara qué es la política”.

Bottinelli fue su secretario político “en el sentido que la función era esencialmente ser un consultor, un operador y delegado político. Quién era secretario, el jefe de su staff, era el coronel Carlos Zufriategui”, aclara.

Por otro lado, recuerda que cuando Seregni es proclamado candidato del FA –en 1971–, tenía la experiencia previa de 1969 cuando se intentó “crear una tercera corriente colorada, netamente batllista, que fuera una alternativa al pachequismo de un lado y a la 15 de Jorge Batlle del otro. Esta corriente iría tras la candidatura de Seregni. Se pensó en una fórmula Seregni-Vasconcellos, que fracasó”.

“Cuando Seregni es tomado como figura representativa del naciente FA, ya era una personalidad que había sido pensada para una candidatura presidencial y había tenido contactos políticos. No es un naíf que llega a la política, sino un hombre que no era político en el sentido que había desarrollado una parte significativa de su vida en el Ejército y, sobre todo, en el pensamiento militar”, subrayó. No obstante, precisó que en la actuación de Seregni en esos primeros años “hay un déficit, porque el manejo cotidiano de la política, de la táctica política, no era habitual en él, lo aprende con el tiempo, pero le daba cierta dureza”.

Fue en esos tiempos de aprendizaje que llegó el golpe de Estado de 1973. El 9 de julio de ese año, poco después de la multitudinaria manifestación de rechazo a la dictadura, Seregni y sus compañeros, el general Víctor Licandro y el coronel Víctor Zufriategui, fueron encarcelados. Fue liberado el 2 de noviembre de 1975. Pero en enero de 1976 fue nuevamente detenido y permaneció en prisión hasta el 19 de marzo de 1984.

Destacó Bottinelli su pensamiento estratégico, su actitud de mirar más allá de los hechos políticos cotidianos y pensar en el futuro. “La virtud, sobre todo para ese período que tuvimos que vivir, particularmente la salida institucional, era precisamente que se trataba de un hombre de pensamiento estratégico, que miraba a largo plazo, y eso le permitió concebir una salida que era diferente a las planteadas por el Partido Colorado y el Partido Nacional. La pudo diseñar, incluso al principio contra casi todo el FA, al que no le gustaba, por esa actitud de formación que tuvo como militar que le permitió tener un muy buen pensamiento de largo plazo”.

“El político que normalmente es muy eficiente en la táctica a veces esta lo pierde”, enfatizó. Para su exsecretario político, “lo de Seregni era un concepto más de tipo militar. ¿Cuál es el objetivo? El objetivo es salir de la dictadura. En términos militares el objetivo es tomar Berlín. Primero empecemos por tomar Berlín, segundo, cómo entramos en Berlín. El razonamiento normal del político es ‘bueno, desembarcamos en Normandía, ¿ahora a dónde vamos?’. Eso le daba la ventaja de impedir perderse en los juegos tácticos. En el Frente se decía “pero Wilson está más a la izquierda del Frente”, y Seregni tenía muy claro que el objetivo era salir de la dictadura. Qué pasa en el medio no es problema nuestro. Si la gente nos entiende o no nos entiende, después lo veremos. Pero busquemos salir de la dictadura. ¿De qué nos preocupa el cuidarnos de que no nos vean mal si no sabemos si saldremos de la dictadura y si va a haber elecciones o no? Eso fue para mí un elemento fundamental” del pensamiento de Seregni.

Con posterioridad a su renuncia a la presidencia del FA, en un recordado acto frente a la Estación Central de AFE, en febrero de 1996, la imagen de Seregni se fue desdibujando. Bottinelli reflexionó al respecto: “No olvidemos que hubo un largo período de divorcio con el FA, con su dirigencia, particularmente con Tabaré Vázquez, y entones ahí es una figura que estuvo oculta mucho tiempo. Se puede decir también que revive con su despedida de la vida cuando va al congreso del FA a dar su total apoyo a la fórmula Vázquez-Nin Novoa. Recuerdo un análisis que hice que decía: ‘Seregni se reencontró con el FA y el FA se reencontró con Seregni’. Recuerdo haber escrito un artículo el lunes siguiente a las elecciones pasadas, diciendo que en el tercer gobierno del FA no hubo una sola mención a Seregni”.

No obstante, recordó que hubo algunos homenajes. La sede central del FA recibe el nombre de Casa Liber Seregni y el espacio fue bautizado como La Huella de Seregni. “Fue una labor de muchos, pero en particular de Mónica Xavier, quien en ese momento ejercía la presidencia y tiene una gran admiración por la figura de Seregni”, agregó.

Mirando al FA en su conjunto, observó que “el Frente de hoy, legítimamente, está dirigido mayoritariamente por personas cuya visión de la salida de la dictadura no coincide con la que practicó el FA en ese momento y dirigió Seregni. En esa visión no hay mucho espacio para exaltar lo que fue, a mi juicio, una de las dos o tres grandes obras maestras de Seregni. Una fue haber logrado hacer sobrevivir al FA, porque estuvo permanentemente a punto de naufragar casi desde el inicio. Desde su segundo año. Él vivió la mayor ruptura, la del 89, y tuvo que pilotear ese Frente”.

La segunda “obra maestra” es la salida institucional. “Para mí, la tercera es el legado que intentó dejar con el Centro de Estudios Estratégicos 1815, o sea, el de querer construir un modelo de futuro de Uruguay compartido entre todos”, subrayó.

La imagen de Seregni fuera del FA

“El Partido Nacional tiene una visión muy dura, muy crítica del papel jugado por Seregni a la salida de la dictadura. No hay ninguna duda de que las visiones de Wilson Ferreira y Seregni fueron contrapuestas. Wilson se enojó mucho con Seregni. Wilson había quedado muy herido, le atribuía una actitud de deslealtad con lo del pacto del Club Naval. Wilson tenía sus razones”.

“Del otro lado, creo que Sanguinetti había considerado decisivo el papel de Seregni, pero después no lo ha rescatado en la medida que a mi juicio hubiera correspondido. Sobre todo porque para Sanguinetti fue no sólo importante el Club Naval, sino también la Ley de Caducidad. El destaca el respaldo de Wilson a la Ley de Caducidad y la falta de apoyo de Seregni. Me parece que eso es lo que explica, porque en el FA la figura de Seregni y el aspecto más importante de su trayectoria política no es de recibo para la actual mayoría. Del lado colorado hay un déficit de Seregni por no acompañar la Ley de Caducidad y del lado blanco, por Wilson y el pacto del Club Naval”.

Un aspecto polémico de Seregni como conductor del FA es su respaldo a la reforma constitucional de 1996. “Me da la impresión que no la manejó bien en cuanto la opinión pública. Y posiblemente fue muy fácilmente atacable: “Está acordando con Sanguinetti”, decían algunos. En realidad la reforma tuvo dos elementos centrales: la candidatura única a presidente por lema y el balotaje. La candidatura única fue una definición del FA desde su creación. Si bien el que la puso sobre el tapete fue Luis Alberto Lacalle, coincidía con el pensamiento fundacional del FA. Y el balotaje tuvo la adhesión, además de Seregni, de Danilo Astori, Mariano Arana y Tabaré Vázquez. Tanto es así que Tabaré Vázquez centra la campaña en otras cosas, pero en ningún momento hace un ataque al balotaje”.

Destacó Bottinelli que Seregni hablaba de una “divisoria de aguas” y el balotaje era lo que “permitía que se decidiera con claridad la elección. No sólo maneja con errores tácticos el tema, sino que ya a esa altura, por 1996, estaba muy debilitado en el liderazgo. Desde las elecciones de 1994 se puede decir que la izquierda queda liderada más por Tabaré Vázquez que por Seregni. El Partido Socialista, que emerge como la fuerza más importante del Frente, estaba completamente jugado a Vázquez. En el tema de la reforma se ve a un líder que está en bajada”.

En opinión de Bottinelli, uno de los aspectos más destacables de la personalidad de Seregni era su fobia a la demagogia. “Era algo que le erizaba la piel. Era un antidemagogo al extremo de llegar a hacer cosas antipopulares con tal de no ser demagogo. No soportaba la demagogia. Para él era ensuciar la política. Max Weber plantea la dicotomía entre la ética de la responsabilidad y la ética de los principios. Y precisamente Seregni era un hombre que se atuvo a la ética de la responsabilidad. Esto implica, sin traicionar los principios, el tener que dejar, a veces, algunas prendas del apero por el camino porque uno siente la responsabilidad de que tiene que conducir el país”, sentenció.