En Perspectiva
La designación de Oscar Bottinelli como presidente de la Corte Electoral se daba casi como un hecho. El director de FACTUM fue propuesto por el FA a los demás partidos y, en principio, había un amplio consenso sobre sus aptitudes para ocupar ese cargo. Sin embargo, el propio Bottinelli sorprendió este miércoles divulgando una carta en la que declinaba el ofrecimiento. ¿Por qué tomó esa decisión? Con él lo conversamos en la entrevista central.
EC —A los 72 años, y después de dirigir la consultora Factum durante casi tres décadas, el nombre de Bottinelli se manejó en los últimos meses para presidente de la CE. En principio, parecía haber consenso entre todos los partidos para designarlo.
Sin embargo, este miércoles él sorprendió al dar a conocer una carta en la que anunciaba que declinaba la propuesta.
¿Qué lo llevó a tomar esa decisión? Vamos a conversarlo con él.
OB —Yo aspiraba a volver a anunciar quién era el presidente, pero haciendo lo que al Uruguay le falta, que sea el presidente de la CE que a una hora y media, dos horas de terminada la elección anunciara el resultado.
EC —Ahí está una de las razones de tu preocupación, de tu negativa, en definitiva.
OB —Sí. Antes que nada, en lo que es la culminación de una etapa de la vida es un gran honor el haber tenido el apoyo primero de los cuatro partidos que negociaron, el Frente Amplio (FA), el Partido Nacional (PN), el Partido Colorado (PC) y el Partido Independiente (PI), y, sin haber participado en la negociación, inmediatamente me hicieron llegar el apoyo el Partido de la Gente (PG), de Novick, y Unidad Popular (UP). Es decir que tras una vida de independencia y equidistancia de los partidos, hecha de forma activa y no pasiva, no por no decir nada, sino por decir mucha cosa que genera heridas, fue un gran reconocimiento.
EC —¿Fue una propuesta formal?
OB —Me llamaron las autoridades de todos los partidos.
EC —Entre otras cosas te lo preguntaba porque tú has dicho que hace años te habían hecho esta misma propuesta. ¿Por qué en aquellas otras ocasiones no aceptaste y en esta sí estabas dispuesto?
OB —Son etapas de vida… Mi nombre para la CE viene sonando desde el año 90, fui incluso candidato formal en aquel momento del FA y la coalición de partidos que respaldaban a Hugo Batalla, después de la ruptura entre Batalla y el FA, fue la primera vez que hubo algo conjunto entre los dos, pero hubo una decisión en la Asamblea General, un poco cuestionable, que impidió mi candidatura. Eso fue muy importante para mí, porque gracias a eso desarrollé Factum. Pero a partir de 2006, 2007, se vio que se iba a un esquema en que la CE tenía que ser cuatro del oficialismo, cuatro de la oposición y alguien que fuera un equilibrio y en el que confiaran todos. Me llamaron muchos, en particular varias veces el expresidente Lacalle, por ejemplo.
Ahí colisionaba con mi actividad en un momento muy importante del desarrollo de Factum, era abortarlo. Mi hijo Eduardo acababa de recibirse en el 2005. Y en el 2010, cuando se eligió esta CE, le dije francamente a Enrique Rubio, que era el que comandaba las negociaciones por el FA y coordinaba los cuatro partidos –también fueron muy activos Iván Posada, Luis Alberto Heber–, que no. En ese momento no podía, por todos los proyectos, sobre todo en ese momento iniciaba una serie de proyectos internacionales que me resultaron muy exitosos, no podía abortar lo que estaba haciendo.
EC —Esta vez era diferente.
OB —Ahora me agarraba en otra etapa de vida. Ya hace más de un año que el manejo total de Factum lo tiene Eduardo Bottinelli. Yo sigo en una dirección general, manejando la parte de opinión pública, pero la está tomando él, me concentro más en los análisis políticos y manteniendo mi actividad internacional y podía estar dando este paso.
EC —Según las consultas que la producción de En Perspectiva realizó, tu nombre se manejó en varias reuniones interpartidarias hace poco, en las que se trató la futura integración de los organismos de contralor. Y en general, aunque nunca hubo una definición formal, parecía que había un buen ambiente para designarte. ¿Por qué es que ahora, miércoles, tú salís con esta carta?
OB —Pasa lo siguiente. La justicia electoral y el régimen electoral están en una situación, a mi juicio, de terminación de un ciclo de un siglo casi y requieren un gran sacudón, una reforma muy profunda, que empieza por reformas legislativas, y también tecnológicas, pero no solo es hacer un software, hay que cambiar la cabeza de mucha gente. No es fácil.
Yo me enteré de que estaban manejando mi nombre en mi última estancia en Italia. Había estado en noviembre, me había vuelto, y había ido para el referendo del 2 de diciembre. Estando allá empiezo a recibir wasaps, mensajes de voz que no entendía de qué me estaban hablando. Cuando aterrizo, me piden una reunión urgente, para el día siguiente, no sabía para qué era, y se me sampa la propuesta de la CE, en un tono que no era oficial en el sentido de que no venía en papel protocolizado, pero era. Mi primera reacción fue “es muy difícil esto, mucho no cuenten conmigo”.
EC —Estamos hablado de…
OB —9 de diciembre. Y el lunes 13 se ve que algo me pasó por dentro, el martes 14 hablé con todos los partidos políticos y hubo un pedido de que aceptara. “Esto no da más, es necesario hacer cambios profundos”. Yo venía impactado por un hecho; un plebiscito o un balotaje son lo más sencillo, hay dos opciones. Las urnas se cierran en Italia el domingo 2 de diciembre a las 11 de la noche, y a las 12, el presidente del Gobierno renuncia en cadena porque con los datos oficiales había perdido.
EC —Esos tiempos europeos para nosotros son completamente impresionantes.
OB —Y se vota en papel, no es voto electrónico. Fui siguiendo el escrutinio minuto a minuto, a los 45 minutos ya había más del 60 % escrutado, y cuando habla el presidente del gobierno ya iban en el 80 % y pico escrutado, pero ya en el 75 % era claro que iba a un 6 a 4 el triunfo del no a la reforma constitucional, que implicaba un no a muchísima cosa, derrumbaba todo el proyecto que venía en Italia, un gobierno originalmente de centroizquierda pero en realidad de entre centroizquierda y centroderecha.
Acá no son conscientes todavía con claridad ni la gente que está en la CE ni las dirigencias políticas de que acá la CE se ha salvado gracias a que nosotros –Factum, Luis Eduardo González– desde 1992 somos los que anunciamos el resultado y eso descomprime el ansia de la sociedad por saber qué pasó. Porque en la era de Twitter no se puede decir “esperen tres días para saber el resultado”.
EC —¿Cómo se ata esto con la decisión tuya de esta semana? Por lo que consultamos, entre los partidos había un consenso respecto a que la CE necesita modernizarse, que sería bueno introducir cambios. Incluso se hablaba de generar una comisión que elaborara proyectos de ley en ese sentido. Parecía haber un ambiente favorable a estas preocupaciones tuyas.
OB —Total ambiente, incluso había algo que estaba sobreentendido, porque yo lo había hablado con todos, cuáles eran los capítulos de reforma. Incluso dije: voy a formar no la Corte –discutir nueve personas–, la presidencia de la Corte, con gente valiosísima –no voy a manejar nombres–, pero gente de todo el espectro, algunos casi neutros o fríos políticamente, pero que pueden entender de derecho penal –porque hay una parte penal electoral–, de derecho administrativo, gente que ha trabajado en la Corte Electoral, etcétera, y en cuatro meses redactamos lo que podemos llamar las leyes de urgencia, lo que hay que hacer para que funcione en el 2019. Y después redactar un Código Cívico Electoral que modifique todo permanentemente. Gran entusiasmo.
Pero pasaron casi dos meses y medio desde que yo di el sí y se ata la negociación de la CE a la de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) y si no se resuelve la SCJ no se nombra la CE. Primera cosa, si la CE en el mejor de los casos se nombraba en marzo, cuatro meses para redactar una ley a marcha forzada y cuatro o cinco para aprobarla es el tiempo para tener una ley en octubre. Si la ley no está a fin de octubre no hay cambios para el 2019. Con estos juegos, ¿quién garantizaba que esto se hacía?
Segundo, si se ata la CE, que ya era una autopista –ya estaban casi todos los nombres, lo único que faltaba era que el FA designara a sus cuatro nombres, y ya tenía una media docena que estaban en danza–, a la SCJ, ¿quién me garantiza que después no aten la aprobación de la ley electoral al apoyo en la Rendición de Cuentas a una ley no se sabe sobre qué?
EC —Se negocia en paquete, esa es la onda últimamente.
OB —Entonces si van a negociar en paquete la ley, la posibilidad de que salga es mínima. Primero, la CE nunca se había negociado en paquete, históricamente sí se hacía un minipaquete CE-Tribunal de Cuentas. Pero mezclarla con la SCJ es la primera vez en la historia.
EC —Y el hecho de que en los últimos días algunos sectores del FA empezaran a manejar el nombre de Ricardo Pérez Manrique –que hoy es ministro de la SCJ y va a abandonar el cargo por jubilación en los próximos meses– para integrar la CE y eventualmente presidirla, ese otro nombre que apareció dentro del FA, ¿tuvo algo que ver con tu decisión?
OB —No. Por lo que yo sé, el nombre había aparecido antes, porque tenían la idea de que era muy difícil que yo aceptara. Cosa que era real, por las señales que yo daba. Y yo hacía 15 días que les había dicho a todos “de esto me bajo”, y había gente –obvio, siempre hay gente a la que no le gusta el nombre de uno– que estaba pensando que había que poner otro nombre en carrera.
EC —¿Advertías que te bajabas por los tiempos que estaban corriendo, por cómo se demoraba?
OB —Porque yo había fijado un deadline: en Carnaval termina la siesta estival de este país y después de que termina la siesta o yo soy presidente de la CE o tengo todo metido otra vez en Factum. No puedo estar en un limbo dos y meses y medio, tengo mi vida hecha, tengo un camino. Nunca en mi vida ocupé un cargo público, entonces es distinto de los que pasan de un cargo a otro. Hay una opción de vida también. Y yo ya había entrado en un franco negativismo de las posibilidades. Si no hacés una transformación profunda, la elección del 2019 va a ser como la del 2014.
EC —La situación cristaliza cuando esta semana se sabe que no se llegó a un acuerdo político para la SCJ y que el cargo que queda libre ahora se va a ocupar simplemente por el ministro más antiguo del Tribunal de Apelaciones.
OB —Exacto. Yo pensaba comunicar esta decisión, que estaba in pectore tomada, después de la semana de Carnaval. Entre otras cosas porque si lo anunciaba en estos días y se seguía negociando la SCJ y fracasaba, después yo iba a ser el culpable del fracaso de la negociación. Cuando el miércoles de mañana queda absolutamente claro que ya no hay convocatoria a la Asamblea General y por lo tanto la SCJ va por vía automática y se habían clausurado las negociaciones, consideré que podía adelantar los tiempos, que los necesitaba en el campo profesional.
EC —Alguien puede pensar que fuiste impaciente, que les diste muy poco tiempo a los partidos para esta negociación.
OB —No, no; dos meses y medio es demasiado. Además, ¿hay consenso o no hay consenso? Si hay consenso, se negocia y se actúa de inmediato. Hay reglas de negociación.
EC —Tú decidís que no vas a presidir la CE y también estás diciendo que tomas esta decisión porque ya no dan los tiempos para instrumentar cambios que son imprescindibles. La conclusión entonces es que la próxima elección nacional va a ser con el sistema que ya conocemos.
OB —Va a ser con el sistema que conocemos, con algunos pequeños ajustes que ya se empezaron a hacer en la elección del 2014. Creo que ahora el sistema político sensatamente tiene que cambiar algunos miembros de la Corte, porque los partidos quieren que en lugar de Fulano esté Mengano, cosa que está perfecta, pero mantener la presidencia de la CE. Notoriamente José Arocena no es un hombre de esta temática, no es un especialista electoral; tiene una formidable capacidad de gestión, apenas asumió –venía de suplente y asumió a mitad del período– agarró el ciclo electoral nacional 2014-2015 en marcha y ya hizo pequeñísimos cambios que sirvieron mucho. Hizo un convenio con la Universidad de la República para proyectar académicamente la cosa de la CE, hizo un seminario sobre financiamiento de los partidos. Es decir, creo que a esta altura lo sensato es que no cambien de caballo a mitad del río, que continúen con el doctor José Arocena y no empiecen a experimentar nuevas soluciones.
De fondo. Empiezo por el final.
EC —Porque tú hablás de que se requieren profundas transformaciones.
OB —Lo primero es lo siguiente. Uruguay en 1924 construye el sistema en materia eleccionaria más garantista del mundo. No es una exageración, no es uruguayos campeones de América y del mundo, es objetivo. Que fue necesario, porque había un elenco político que quería pacificar definitivamente al país y modernizar el país y el Estado. El país estaba modernizado social y económicamente y estaba atrasado políticamente. Fue formidable, el Registro Cívico, primer registro en el que están todos los ciudadanos del país, con foto, impresión digital y domicilio. Fue una innovación fantástica.
Está por cumplirse un siglo. Contra lo que se cree, en Uruguay no hay incendios en las elecciones porque hay un acto de fe en que existen garantías. Pero en la última elección departamental se suman los votos de todos los partidos, más en blanco y anulados y faltan 77.000 votos con relación al total de votantes. ¿Fue fraude? No. Probablemente, seguramente, fue gente que votó solo alcaldías y no intendencia. Pero no puede ser, a ningún banco le admiten que diga “estos 77.000 dólares que faltan capaz que fue…”. No, aparezcan, vamos a dar vuelta, que se caigan las monedas del bolsillo.
EC —Esa es una señal de alerta.
OB —Sí. La próxima elección, que es posible que venga muy reñida, no digo 77.000, si hay 10.000 votos que no cierran, en este país sí pasan cosas, como pasan en otros países donde se duda de la transparencia.
EC —¿Cómo se evitan esos riesgos? ¿Qué es lo que falta en esa materia concretamente?
OB —Se requiere toda una serie de cambios, hasta el tamaño de la hoja de votación. No puede ser que cuando alguien va a los cuartos secretos, sobre todo las cabinas estas últimas que se instalaron, no pueda encontrar la hoja de votación porque están en unos plásticos. Y el que tiene delegados y pone el plástico en el mejor lugar va a llevar algunos votos de ventaja, eso está comprobado, hicimos estudios sobre eso. Tiene que haber un protocolo.
EC —¿No hay que ir al voto electrónico concretamente?
OB —No, no.
EC —Es una de las discusiones, esa proliferación de papeletas, con todo el gasto fenomenal, la dificultad de que estén todas las hojas efectivamente…
OB —Hay formas de hacer, yo tenía todo el proyecto completamente diseñado.
EC —En tu visión, no es necesario ir al voto electrónico.
OB —No, el voto electrónico todavía es peligroso.
EC —Eso está interesante, está bueno para discutir.
OB —Es peligroso, y lo dice no una persona que se horroriza con la informática, una persona que hace 30 años que vive de la informática. Hemos desarrollado en Factum programas de manejo de datos electorales y del padrón, del Registro Cívico, al punto que en la elección del 2014 descubrimos siete personas que estaban inscritas dos veces, que la Corte Electoral no había descubierto, con nuestro software.
EC —Igual, desde tu punto de vista alcanza con el sistema de papel todavía.
OB —El voto de papel. Pero lista ordinal de votantes digitalizada, actas digitalizadas, voto a voto, a medida que se abren los sobres, digitalizado, filmación, grabación –hoy cualquiera graba con un celular– del momento en que se abre, que se pueda revisar cómo se fue abriendo. No tirar los sobres como si fueran algo desechable abajo de la mesa, como se hace, sino que la cantidad de sobres, la cantidad de tirillas, la cantidad de elementos de voto deben coincidir, este es un balance que tiene que cerrar. Siete mil y pico de mesas es un exceso, no se puede preparar tanta gente. Y no se pueden preparar dos, tres meses antes. Ya, este año tendría que empezar la selección y preparación de los miembros de mesa, con programas didácticos, sin lenguaje jurídico –que incluso tiene errores jurídicos, a la gente no se le puede decir “porque los votos válidos con hojas anuladas dentro del sobre”, vaya a entender–. Hay que hacer un protocolo y un procedimiento.
En Galicia son 1.200 votantes por mesa, y acá con 400 hay formidables colas por lo que demoran las mesas. Las mesas tienen que tener mucho más de tres miembros, pero solo tres para decidir. Tiene que haber gente que apoye en informática, gente que controle las puertas. Y puede haber dos, tres y hasta cuatro cuartos secretos por mesa. Hasta cuatro funcionan, según el tipo de elección. Eso está probado en el mundo.
EC —Esa es una parte de las reformas pendientes.
OB —Es velocidad, porque no puede ser que tengan que existir Óscar Bottinelli o Luis Eduardo González para que se sepa cómo fue la elección. Tiene que ser la CE. Y garantías.
EC —Tú decís que tiene que ser la CE la que muy rápido, en la misma noche de la votación, dé a conocer el resultado oficial. O dé a conocer, tras un escrutinio rápido, una proyección de escrutinio.
OB —Oficial primario, sujeto a, pero con un conteo de los votos. Diría que el 90 y tanto por ciento de las mesas, bien entrenadas, bien elegidas, pueden estar en un lapso de entre dos y tres horas. Además la gente no tiene que andar buscando dónde vota. Yo soy además ciudadano italiano, tengo el equivalente a la credencial italiana –que no tiene ni foto ni impresión digital, porque uno vota con el documento de identidad, eso es para marcarle a uno– y dice que voto en la escuela Vanni de Como Nord. Quiere decir que los locales ya fueron elegidos, ya se sabe dónde van a ir las mesas, ya se sabe todo, siempre. Solo cuando cambia la población se hace un cambio. Esto de que cada cinco años se sale a buscar locales y a veces se sale a buscar para junio, para octubre y noviembre y para mayo.
EC —Entre otras cosas, es un gasto fenomenal, una pérdida de tiempo.
OB —Esto de andar con las hojas electorales, que son una especie de copia de la credencial, se ve en las mesas a la gente buscando a mano en el padrón electoral… Uno va a una mutualista y le dicen “¿cuál es su cédula?”, “tal”, “usted es Bottinelli, Óscar”; eso no pasa en la votación. Un escribano escribiendo “18.513, Óscar Alberto Bottinelli, doble te, dos ele, Cappuccio, doble pe, doble ce”. Uno por uno, doy fe. En el mundo no pasa eso, yo he visto cómo se vota. No estoy hablando de Italia ni de Francia ni de España ni de Alemania, Venezuela –después se podrá discutir para qué sirven las elecciones– tiene captor digital. Además en uno de los proyectos, no sé si el final, participó Carolina Cosse. Es decir que Venezuela tiene tecnología en parte uruguaya de punta en materia de elecciones. Entonces hay un tema de urgencia en procedimientos claros, que sea ágil el voto para la gente, que no sea un calvario votar, y garantías, que se están perdiendo.
En la otra punta, no se justifica una inscripción cívica cuando hoy a todos se los inscribe en el momento de nacer y ya tienen cédula de identidad. Y tenemos un formidable registro de fotos e impresiones digitales, poco menos que hasta de los dedos de los pies, en Identificación Civil.
EC —No tiene sentido la duplicación.
OB —¡No tiene sentido la duplicación! Mi hijo Eduardo, que además nació en Buenos Aires y tuvo que hacer el trámite de ciudadanía por jus sanguine, por ser hijo de, empezó el trámite acá –y hablemos claro, tenía gente amiga y pasó rápido por las oficinas– y no llegó a votar en las internas de abril del 99. En cambio sí le llegó en marzo que el 13 de abril del 99 había elección en Como, en Italia. Automáticamente, sin ir a ninguna oficina. Le llega, de una parte del mundo a la otra, atravesando el Atlántico, la cartulina con la convocatoria al voto. No tiene sentido. Necesitamos un registro nacional de domicilios, que hay en toda Europa, donde a la persona cuando se inscribe no le piden recibo de luz o agua para saber dónde vive. Está en el registro, para todo, para inscribir al hijo en la escuela, para ir a la mutualista y para votar. Y todo el mundo vota dentro de un radio de no más de cinco cuadras de la casa –en una ciudad, por supuesto–, como máximo.
EC —No vas a presidir la CE, pero ¿vas a colaborar, vas a asesorar?
OB —No tengo ningún problema, siempre y cuando digan que van a hacer las cosas.
EC —Te veo escéptico.
OB —Estoy muy escéptico. Estuve por el mes de setiembre en la Comisión de Financiamiento Político del Senado, hice una larga exposición y se han dedicado a seguir recibiendo exposiciones, exposiciones, exposiciones y todavía no han avanzado, conversan entre ellos, “podemos ir por allá, podemos ir por acá”. Estas cosas se pueden resolver en 30, 60 días. Además he dicho y repito: veamos qué modificaciones les resultan inconvenientes a los partidos o a los actores políticos para el 2019 y aprobémoslas para el 24, que las cartas no están vistas.
EC —¡Pero aprobémoslas!
OB —Y algunas dejémoslas para el 2029. Queda todo aprobado y sabemos que tenemos un cronograma y que a más tardar dentro de 12 años tenemos todo perfectamente funcionando. Esto lo propuse en el proceso reformista de 1994 al 2006 y me dijeron “qué disparate, mire si vamos a estar esperando hasta 15 años para que entre en vigencia”. Lo último habría sido en el 2009, pero les parecía horrible hacerlo en etapas y esperar. “Después seguimos conversando”. ¿Se conversó algo? No. Es decir, se conversó mucho; ¿se resolvió algo? No. Entonces soy escéptico, porque todo este proceso me ha generado un pesimismo sobre el sistema político. Hay muy buena voluntad pero luego hay una mentalidad de enredarse. De buena fe, no descarto la buena fe de todos, soy amigo de casi todos, sé cómo piensan, sé la buena voluntad que tienen, pero es inexplicable cómo se enredan.