El País – Suplemento Qué Pasa
Confluyeron un pueblo de talante moderado, una dirigencia sindical madura y un sistema político representativo, serio, responsable, que no jugó a las ganancias o pérdidas electorales, sino a la búsqueda de consensos a partir de la existencia de claras y nítidas diferencias ideológicas.
Me gustaría empezar por la figura de Jorge Batlle y las condiciones en que asumió la presidencia. ¿Con qué respaldo político asumió?
Jorge Batlle es el primer presidente elegido por el nuevo sistema electoral de balotaje, y ello facilita que sea el primero en llegar a la primera magistratura con el respaldo de la mayoría absoluta del electorado; es decir, más de la mitad de los ciudadanos votó por él, por su nombre y su cara. Eso le da un respaldo inicial elevado. Al asumir cuenta con una aprobación (o expectativa favorable) del 52%, que va aumentando hasta llegar en julio al 57%. Luego viene una lenta y constante erosión. En el otoño de 2002 esa aprobación había al 34%. Pero al cierre de julio, poco ante de que comenzara “la semana trágica” (30 de julio al 4 de agosto), se desploma al 16%. Ya era un presidente popularmente muy débil.
¿Qué tan complejo fue para Batlle congeniar con el Partido Nacional?
La coalición Partido Colorado-Partido Nacional fue una sólida y verdadera coalición de gobierno hasta pasado el momento pico de la crisis, la última coalición de gobierno que tuvo el Uruguay. Todas las decisiones trascendentes –no solo las legislativas- fueron acordadas por el presidente Batlle Ibáñez, su socio y rival en la conducción colorada Julio Ma. Sanguinetti y el nacionalismo liderado por Luis Alberto Lacalle Herrera. Ello no obsta a que haya habido chisporroteos.
¿Cuándo el sistema político toma conciencia de la fragilidad del sistema financiero y de la magnitud de la crisis?
Primeramente hubo distintas visiones sobre la conveniencia de que Uruguay fuese una plaza financiera y sobre su sustentabilidad. Luego, el sistema político va construyendo sus alarmas, hasta que hay plena conciencia en el momento de hacer el recambio de las cabezas del equipo económico.
Los organismos internacionales de crédito sugerían que el nuevo equipo económico tuviera un perfil más técnico que político y además declarar el default, pero el gobierno eligió otro camino, ¿cómo se puede interpretar hoy la designación de Alejandro Atchugarry en ese contexto?
Lo que el gobierno y sus tres líderes (Batlle, Sanguinetti, Lacalle Herrera) tuvieron claro es que no se podía repetir lo de la otra orilla del Plata. También lo tuvieron claro el Frente Amplio y el movimiento sindical.
Entonces, los sucesos políticos y sociales fueron opuestos en una y otra orilla del charco. En la vereda de enfrente -sin entrar a lo económico o lo financiero- cabe señalar los muchos cambios de presidente de la Nación en pocos días, con los consiguientes vaivenes de partido y de orientación, las movilizaciones callejeras, las roturas de vidrieras, las pedreas, las manifestaciones violentas, los asaltos masivos a los almacenes o mercaditos de barrio, los cortes de calles y de rutas, los enfrentamientos en las calles, a su consecuencia algún que otro muerto.
De este lado no hubo ningún muerto. Fueron pocos los problemas en la vía pública, así como los asaltos a mercaditos de barrio. Hubo sí un formidable operativo de un día como señal para evitar desbordes. No fue una situación idílica –sin entrar al análisis de lo económico y lo financiero, y la repercusión social de ello- pero sí se obtuvo un manejo controlado y una salida muy pacífica.
En todo ello confluyeron un pueblo de talante moderado, una dirigencia sindical madura y un sistema político representativo, serio, responsable, que no jugó a las ganancias o pérdidas electorales, sino a la búsqueda de consensos a partir de la existencia de claras y nítidas diferencias ideológicas. Hubo un gran consenso político y político-social, logrado con un alto refinamiento de las correspondientes dirigencias.
Esos elementos fueron respaldos muy sólidos con que contó el presidente Jorge Batlle para rechazar el default.
“Para mí fue el mejor momento del sistema político”, dijo Atchugarry unos años atrás cuando rememoraba la votación de la ley de Fortalecimiento del sistema bancario, ¿coincide?
Sin duda, los dos mejores momentos del sistema político en más de medio siglo fueron la salida de la crisis financiera de 2002 y la salida de la dictadura, con sus sucesivos pactos (que fueron al menos dos) que permitieron la transición desde el régimen militarista a la restauración institucional
Ese refinamiento se dio en la construcción de la salida de la crisis financiera. El juego interno de la coalición de gobierno más los juegos externos e internos del arquitecto del consenso político Alejandro Atchugarry y el apoyo del vicepresidente Luis Hierro López. Pero muy significativo el aporte del Frente Amplio, cuya verdadera conducción en esa crisis estuvo fundamentalmente en manos de Astori, Couriel, Gargano. Pero sobre todo el papel consensualizador del PIT-CNT, esencialmente articulado por el gremio clave en la crisis, el sindicato bancario (AEBU), claves en evitar los grandes desbordes sociales.
El mayor refinamiento estuvo para cada parte en saber el límite de lo posible para cada una. La oposición y el movimiento social aportaron todo lo que consideraron conveniente para que el gobierno orquestase su salida y aprobase su ley, una ley que el Frente Amplio iba a votar en contra pero con una acción parlamentaria que le permitiese al oficialismo aprobarla en tiempo y en forma. Y una discordia sindical que no comprometía para nada la paz social. Precisamente una crítica reiterada que se formuló posteriormente al ministro Atchugarry, desde concepciones económicas muy liberales, fue el sobre costo que pudo suponer el obtener esa consensualidad.
Una salida de ese refinamiento requiere que cada uno, sin mengua alguna del objetivo estratégico por el poder, valore la importancia de las treguas y los entendimientos. Tampoco corresponde olvidar que quien tiene el gobierno y maneja las cosas con visión de país y sentido estratégico, sabe que por el camino de la consensualidad disminuye los riesgos y por el camino de la confrontación es quien tiene más para perder.
¿Hasta cuándo duró esa consensualidad?
Sin duda hasta que se pasa lo peor. Ya con aguas más calmas, hacia noviembre, el nacionalismo se retira de la coalición de gobierno pero mantiene, como existe hoy, una coalición parlamentaria y legislativa.
Del lado de la oposición, Tabaré Vázquez -que hubo de hacer mutis durante el pico de la crisis- reaparece un semestre después en duro tono opositor, con el cuestionamiento de la reprogramación de la deuda soberana.
Texto original del cuestionario y del autor