25 Abr. 2024

Eduardo Bottinelli: oficialismo y oposición parecen hablarles a sus “barras bravas”

Eduardo Bottinelli - Diálogo con Victoria Fernández y Guillermo Draper

Semanario Búsqueda

Aunque todavía falta y el Frente Amplio ha logrado captar más apoyos, el oficialismo está reteniendo a los votantes que le dieron el triunfo en el balotaje de 2019, dice el director de Factum

Con las elecciones cada vez más cerca, los resultados de las encuestas ganan otro peso. El Frente Amplio lidera en todos los estudios, pero el oficialismo está cerca. Y todavía queda camino por recorrer. A esta altura, ninguno está en condiciones hoy de “festejar un triunfo”, resume el director de Factum, Eduardo Bottinelli.

La consolidación del Frente Amplio, con una intención de voto que ronda el 43%, parece esconder un fenómeno que le puede complicar las chances en un eventual balotaje. Los estudios de Factum indican que sus nuevos apoyos le llegan, en gran medida, de personas que no lo votaron en octubre de 2019, pero sí en noviembre de ese año, cuando Luis Lacalle Pou se impuso por escaso margen a Daniel Martínez. Esto implica que el Frente Amplio puede llegar más fuerte a octubre, pero no asegura un apoyo ganador para el balotaje.

La coalición oficialista tampoco tiene el camino allanado. Hay un “costo de gobernar” que sufren todos los partidos que pasan por el poder y que, según Bottinelli, en este caso también es probable que descuente. Esa caída en el caudal electoral, sin embargo, es posible que no se reparta de manera equitativa. “Hoy las pérdidas” las sufren los socios del Partido Nacional, dice el sociólogo. “La coalición ha tenido un funcionamiento donde las ganadas las cuenta siempre el presidente, mientras que las perdidas, aunque le toquen al presidente, no las paga él”, acota.

En un proceso electoral todavía abierto, Bottinelli cuestiona la eficacia de que los mensajes de los partidos estén dirigidos a sus “barras bravas” y no tanto a los indecisos.

A continuación, un resumen de la entrevista que Bottinelli mantuvo con Búsqueda.

—El politólogo Adolfo Garcé calculó el “costo de gobernar”, es decir, cuánto caudal electoral pierde de una elección a la siguiente un partido después de estar en el poder. ¿Esa constante puede repetirse en la próxima elección? ¿O la existencia de la coalición republicana cambia las reglas del comportamiento del electorado?

—Algún costo hay siempre. Todos los estudios muestran que efectivamente hay una pérdida por el ejercicio del gobierno y que la Coalición Republicana no es ajena a eso. Lo que estamos viendo es que el costo de gobernar en todo caso lo están pagando más los socios que el partido mayoritario de la coalición. El conjunto de la suma de los partidos que conforman la coalición probablemente vote menos que lo que votó en 2019, y hoy las pérdidas están siendo por los socios del Partido Nacional.

—¿Cuáles cree que son los motivos?

—La coalición ha tenido un funcionamiento donde las ganadas las cuenta siempre el presidente, mientras que las perdidas, aunque le toquen al presidente, no las paga él. Hay una construcción de la imagen del presidente muy sólida en el electorado de la coalición. Y los socios han estado menos presentes en los éxitos del gobierno. Se hace un anuncio de la economía y es o el presidente o la ministra de Economía que aparece. Hay un manejo que hace que las virtudes del gobierno sean capitalizadas fundamentalmente por el Partido Nacional.

—¿En las situaciones que no son positivas el presidente logra desmarcarse?

—Sí, ahí ha pasado algo relativamente extraño. Por un lado, la pandemia lo ayudó mucho a la construcción de su figura. Desde el punto de vista del liderazgo, si uno mira la imagen y la impronta que despertaba Lacalle Pou previo a la presidencia y luego en la presidencia, hay un cambio importante. Y ese cambio fue trabajado no solamente por él, por las circunstancias, sino también por todo el ejercicio que se hizo sobre su figura. Y eso es algo que él ha logrado capitalizar y ha logrado que cuestiones que le pegan cerca, no le peguen a él directamente. Me refiero a grandes problemas como el tema Astesiano, o el tema “Marset dos”, con la salida de Bustillo, la salida de Heber, la salida de Maciel, la de Lafluf. También hay que decir que vemos que sobre los grandes escándalos políticos por lo menos la tercera parte de la población no se entera. No digo que no opina o no tiene información: no se entera. Entonces están los dos temas. Y hay otra parte, las barras bravas de los dos lados, que para una es un escándalo y para la otra el presidente no tiene nada que ver y se convence de eso. Estamos en un momento donde poca gente cercana a la política, informada de los acontecimientos políticos, no está permeada por su posicionamiento ideológico. Eso ayuda a que el presidente siga estando con esa protección.

—Dijo que pareciera que la coalición va a votar peor que en 2019, cuando obtuvo cerca del 54% de los votos. ¿Pero el “costo de gobernar” va a ser tan alto como para que el oficialismo pierda las elecciones?

—Ni el Frente Amplio puede festejar un triunfo hoy, ni la coalición puede festejar un triunfo hoy. Ninguno de los dos está con posibilidades claras de un triunfo. Es importante distinguir que la coalición como tal no existe en términos institucionales, salvo ahora que se conforma el partido de la Coalición Republicana como un instrumento. Lo que existe es un instrumento operativo desde el punto de vista electoral y de acuerdo político, por lo que terminamos analizando dos fenómenos distintos. Uno es la suma de los partidos de la coalición, que es lo que pasó en octubre, y otra cosa es quién representa a la coalición en una elección directa, que es la segunda vuelta. Ahí ya hay una diferencia importante. La suma de los partidos de la coalición, sin ser coalición, previo al acuerdo, tiene más votos que la coalición liderada por un candidato. Esto ya pasó en las elecciones pasadas. ¿Cuál es la diferencia con el Frente Amplio? El Frente Amplio tiene aparato institucional. Por lo tanto, entre la primera y la segunda vuelta no tiene pérdidas de votantes. Entonces lo que hay que analizar, y es lo que estamos estudiando, es si la coalición vota menos pero retiene su electorado de segunda vuelta. Y es lo que aparentemente está pasando en forma mayoritaria. No quiere decir que sea definitivo ni que sea absolutamente irrefutable, pero lo que estamos viendo es que el crecimiento del Frente Amplio en gran parte se explica a partir de recuperar personas que ya votaron al candidato del Frente en la segunda vuelta en la elección pasada. Es decir, no es que los cuatro o cinco puntos que el Frente puede votar mejor que octubre de 2019 se trasladen a votar cuatro o cinco puntos más en una segunda vuelta. Eso hace una modificación del escenario de primera vuelta más fuerte que el que podría darse en segunda vuelta.

—El balotaje de 2019 y la LUC tuvieron resultados bastante parecidos. Si, como dice, los dos bloques parecerían repetir esas votaciones, no deja de ser una buena noticia para el oficialismo, que se impuso en ambas ocasiones. ¿No?

—Falta que pasen muchas cosas. Falta ver qué pasa con la interna, que es un primer factor. Lo que arranca el 1 de julio es distinto a lo que pasa antes. Vamos a tener un escenario distinto en cuanto a las candidaturas únicas de cada partido. Hay que ver cómo se transita esto que falta de acá a junio. Ya hay algunos chisporroteos importantes en el Partido Colorado. El Frente Amplio hay que ver cómo resuelve, si es una interna que se pone muy competitiva, porque no tiene mucha experiencia en elecciones internas fuertemente competitivas. Y hay que ver cómo el gobierno va transitando este año, qué cosas tiene para mostrar. Tuvimos una instancia en 2022 que nos mostró un escenario parecido al de 2019. Sin embargo, más allá de la pandemia, desde el punto de vista estrictamente político, del 2019 al 2022 pasó poca cosa. Del 2022 al 2024 pasaron muchas cosas.

—Entonces el Frente Amplio también llegaría más fuerte a la instancia de la primera vuelta.

—Sí. Hoy los estudios muestran que el Frente Amplio está mejor que lo que estuvo en 2019 para la primera vuelta.

—Claro, pero no necesariamente está captando por fuera, sino que son votantes que ya lo votaron en segunda vuelta.

—Sí, básicamente tiene dos fuentes centrales de aumento. El crecimiento fundamental está en gente que votó a otros partidos en la primera vuelta, pero no a Lacalle Pou en segunda vuelta y no está tan conforme con el gobierno. No tiene razones inicialmente para volver a votar dentro de la Coalición. El otro son los nuevos votantes. El Frente Amplio sigue estando por encima de la mitad de las preferencias entre los nuevos votantes. Si en 2019 votó 40%, quiere decir que el recambio de votantes le sirve. No le benefició cuando ya había alcanzado el 50% en el total del electorado, pero cuando pasó a tener 40% de los votos o menos, la renovación le beneficia. No es un crecimiento drástico, pero en una elección pareja sirve.

—¿Hay espacio afuera de esos grandes bloques hoy? Porque hay mucha microoferta que está apareciendo, pero ninguna marca en las encuestas.

—Hay un público para esa oferta. El tema es que hay una oferta muy grande y muy variada, por lo cual las posibilidades de elegir son mucho mayores. Si lo juntamos todo como una sola cosa, en realidad es un volumen importante. Estamos hablando de 5% o 6% que puede elegir cualquiera de esas opciones. Hay un espacio y hay ejercicios que hemos hecho que nos muestran que hay un volumen del electorado que no está conforme con la oferta mayoritaria y que quisiera algo nuevo. Algo nuevo no es que vuelva al Frente, y algo nuevo no es que siga a la coalición. Aunque sigue siendo muy minoritario.

—¿Qué impacto puede llegar a tener en la interna frenteamplista el apoyo de Mario Bergara a Yamandú Orsi?

—Hay que ver qué pasa con el electorado. Y hay por lo menos tres comportamientos posibles. El mayoritario probablemente sea que acompañan la candidatura de Orsi por relativa afinidad entre las opciones que existen. El segundo es porque en realidad todo Convocatoria terminó yéndose hacia el mismo lado, salvo alguna departamental puntual. Y el otro fenómeno que puede darse es gente que pensaba ir a votar porque estaba Bergara en la oferta y no va a votar porque no está más. Es un fenómeno que puede darse. No creo que sea mayoritario, pero sí que haya algún sector que pierda motivación, porque la motivación estaba dada porque había una oferta mayor.

—La decisión de Bergara alimentó el discurso desde el oficialismo de que el Frente Amplio se está radicalizando porque quedaría en manos de tupamaros y comunistas. ¿Es una estrategia que puede prender?

—Estuvo un tupamaro de presidente y estuvo una comunista de intendenta. Ya pasó. Creo que es un discurso que puede prender en las barras bravas, que ya están decididas a votar a un lado. Es para generar un poco más de fervor y de mayor confrontación que para lograr un efecto sobre algún público más indeciso. Pero, además, a una parte de la población hay que explicarle qué es eso de comunistas o tupamaros, porque directamente no saben de qué se está hablando. La figura de Orsi no está asociada a los tupamaros, y la de Cosse tampoco está asociada al comunismo. Quizás parte de la estrategia es asociar una connotación negativa de esos grupos a las figuras de los candidatos, pero no parece un planteo muy efectivo. Del otro lado, el Frente Amplio dice que el gobierno fracasó. Esa frase funciona en los que están convencidos, pero no en los indecisos.

—¿No están llegando a los indecisos con esos discursos?

—Creo que no, porque son justamente la búsqueda de los extremos. Y la elección hoy en día parece ir más por los matices que por los extremos. Es decir, más por las personas que en su vida cotidiana ven transformaciones positivas o negativas, y los que analizan más fríamente su voto a partir de condiciones que tienen que ver con su vida cotidiana. El problema que está habiendo hoy es que en la búsqueda de la emocionalidad, uno de los puntos claves es simplificar el mensaje. Es decir, que vos con un mensaje contundente puedas tocar las emociones. Y eso hoy está siendo un problema, porque en realidad la búsqueda de ese mensaje simplemente no está siendo lo suficientemente contundente para mover esas fibras. Y las fibras no se mueven en el sentido que se quiere. Porque si yo hablo de seguridad desde el gobierno y quiero mover la sensibilidad, se puede neutralizar fácil con lo que pasó en los gobiernos anteriores y a la inversa. Y con economía lo mismo. Porque puedo tocar la fibra de lo mal que está ahora, pero también se puede tocar la fibra de lo mal que estaba antes. Está habiendo un problema ahí en la ubicación, que es que el contraste que se está generando hoy no es favorable para ninguno de los dos. Mientras antes vos podías tener un contraste claro de Frente Amplio versus crisis o versus Partido Colorado, hoy no está. Ese contraste hoy no aparece claro en los grandes temas. Vos tenés una mayoría de la población que te dice que los gobiernos del Frente Amplio fueron buenos o muy buenos. Y es casi el mismo porcentaje que te dice que este gobierno fue bueno o muy bueno.

—¿La interna blanca es, por primera vez en mucho tiempo, “aburrida”?

—Sí, aparece con menos incógnitas. La de 2019 no tenía demasiadas incógnitas hasta que Sartori empezó a moverse en las encuestas. Pero nunca estuvo en riesgo serio el triunfo de Lacalle Pou. Aunque hay que ver qué pasa ahora con Sartori, no parece que fuera a ganarle la interna a Delgado. Después hay que ver si participa o no, en qué términos y cuánto puede afectar la competencia por el segundo lugar. Es una incógnita. Hoy parece tranquila por los perfiles de las candidaturas. No tenemos un Lacalle-Larrañaga compitiendo, sino que son dos perfiles que buscan posicionarse distinto, con un factor común, que es la continuidad. Eso limita también. ¿Cuál es la confrontación? No hay una confrontación fuerte en la medida que se parte de la continuidad. Y no es algo a lo que el Partido Nacional esté acostumbrado: una elección interna después de un gobierno no es algo frecuente para el Partido Nacional. Hoy está bastante resuelto, salvo alguna sorpresa muy grande, que Delgado tiene todas las de ganar, por las encuestas, por la estructura del gobierno nacional y por los apoyos que tiene a nivel departamental.

—¿Cabildo Abierto puede repetir su votación o le pasará como a otros partidos que nacieron con una buena votación que luego no repitieron?

—Diría que el mejor resultado de Cabildo sería repetir. Es un desafío muy grande por varias razones. Primero, por el propio desempeño del gobierno y cuál fue el rol que terminó ocupando. Hay una parte de su electorado que es fuertemente coalicionista y por lo tanto no le gustó que no haya sido un socio monocorde dentro de la coalición. Hay otro electorado que es lo opuesto, que venía del Frente Amplio y que el haber actuado junto con el gobierno le dificulta volver a votarlo. Pero, al mismo tiempo, el no haber sido un socio absolutamente sumiso a la decisión del presidente, y el haber presentado discusiones en algunos temas, le da una fortaleza para diferenciarse. Entonces, por la misma forma de actuar ha tenido pérdidas y ganancias. Y en eso de sumas y restas, hoy está perdiendo con respecto a lo que fue en 2019. Antes tenía el liderazgo de Manini y de esa figura que aparecía nueva, que brindaba determinadas seguridades, con esta idea de “se acabó el recreo”, de ser el que iba a traer soluciones. Pero no es el mismo Manini del 2019, es un Manini con desgaste, con virtudes y con defectos. Ya se vio en la cancha cuáles eran sus limitaciones, cuáles eran sus posibilidades, en qué cosas se puso firme, en cuáles torció el brazo.

—¿Le afecta particularmente el tema de Irene Moreira?

—Claramente hubo una afectación. Si miramos la serie, está en el mismo nivel que estaba antes del evento Moreira, pero perdió todo lo que había ganado a partir de la reforma de la seguridad social, donde había logrado cambios que repercutieron positivamente. El episodio del Ministerio de Vivienda le hizo retroceder a los lugares anteriores.