10 Feb. 2002

El modelo de país

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Muchas cosas apuntan a que la crisis que vive el país no es una crisis coyuntural sino que es de fondo. El que sea de fondo no quiere decir grave, sino que está basada en elementos profundos. Como en toda observación humana las percepciones son variadas: si se discuten los indicadores de pobreza en Uruguay, para los uruguayos son preocupantes, si se hace un estudio comparativo con casi todo el resto de Latinoamérica, el tema parece insignificante; lo mismo vale en relación a la crisis de país, la percepción de qué es una crisis sin duda presenta valoraciones diferentes en ambos lados del Plata.

Muchas cosas apuntan a que la crisis que vive el país no es una crisis coyuntural sino que es de fondo. El que sea de fondo no quiere decir grave, sino que está basada en elementos profundos. Como en toda observación humana las percepciones son variadas: si se discuten los indicadores de pobreza en Uruguay, para los uruguayos son preocupantes, si se hace un estudio comparativo con casi todo el resto de Latinoamérica, el tema parece insignificante; lo mismo vale en relación a la crisis de país, la percepción de qué es una crisis sin duda presenta valoraciones diferentes en ambos lados del Plata.

Cuando se discute la crisis y sus soluciones, las discusiones en general apuntan a temas que afectan en el presente: déficit fiscal, inflación, valor de la moneda, actividad industrial y económica en general, desocupación. En general el debate transcurre entre quienes privilegian el equilibrio fiscal (y hasta hace un mes, también la baja inflación y la estabilidad monetaria) y quienes privilegian el crecimiento económico y el nivel de empleo, aún a costa del equilibrio fiscal, la inflación y la devaluación (en verdad los hechos caminan por encima de las posturas, el rebrote inflacionario vino y también la devaluación, así que el tema desapareció del debate: no hay dos posturas).

La polémica sobre las soluciones presentes, sobre las prioridades, se sobrepone a una segunda discusión sobre el modelo de país. Pero cuando se discute sobre modelo de país, se confrontan posiciones sobre el modelo de país hacia adentro, es decir: el tipo de Estado, su tamaño, su papel, el nivel de apertura o hermetismo de la economía. Las cuestiones en juego son pues si el Estado debe dirigir la economía o limitarse a controlar el mercado, si debe tener actividades económicas propias y exclusivas, las debe tener en competencia o debe carecer de ellas y no invadir lo que pueda ser una esfera de actividad privada, si debe protegerse de manera especial la producción nacional mediante barreras a la introducción de productos importados, o si se debe ir a un nivel de apertura que lleve a la subsistencia a los productos nacionales que son competitivos a escala planetaria.

Esta es una forma de ver el modelo de país. Falta el otro, el país para qué, qué va a producir, cuál va a ser el centro de la actividad mediante las cuales el país va a generar su riqueza y sus ingresos. Para explicar bien los dos modelos vale la pena un ejemplo de actividad individual de las personas. Un conjunto de individuos se pueden juntar para realizar una actividad económica y discutir el modelo de sociedad: si anónima, limitada o cooperativa, sin en plano de simetría o asimetría ente los socios. Pero falta una segunda discusión: para qué es esa sociedad, si para realizar intermediación financiera, fabricar tejidos, engordar novillos, realizar consultoría o brindar servicios turísticos.

Sobre este modelo de fondo del país, el producir qué y para qué, puede haber también dos posturas: que es un tema de debate público y resolución a nivel político-social, o que no cabe el debate porque el mercado por sí solo es el que determina qué, cómo y cuándo se va a producir, para qué y para dónde, tesis que es sostenida por los liberales más fuertes, aunque no por todos los liberales. Para bien o para mal en el mundo predomina largamente la tesis que considera que el modelo de país debe ser producto de una decisión colectiva, y esta postura si es mayoritaria en el mundo es hegemónica en Uruguay. Claro que también sobre esto hay más de una visión, pues se va desde quienes consideran que el Estado debe decidir e instrumentar, a quienes entienden que es más una decisión colectiva de Estado, sociedad, agentes económicas, más implícita que explícita, y de libre instrumentación.

Hasta que la aftosa llegó largamente anunciada, sobre el modelo de fondo del país puede decirse que había dos posturas. La tradicional que se expresa en la frase "el Uruguay se salva con el agro o con él perece" y la moderno tecnológica, que consideraba algo obsoleto el pensar en el país productor de alimentos, ya que es la hora del software y la tecnología. Ahora las bases de discusión son más matizadas, menos dicotómicas. Lo que parece llegada la hora de discutir no sólo que se va a hacer en esta emergencia, ni cómo se va a caminar en cuanto al modelo de Estado y de apertura, sino cuáles van a ser las bases de producción del país, cuánto de servicios, cuánto de agro, cuánto de tecnología, y orientado todo hacia dónde, hacia qué mercados.