24 Mar. 2002

El pasado y sus fantasmas

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Cuando Juan Carlos de Borbón asumió la jefatura de España a título de rey e inició la transición del franquismo a una democracia liberal habían transcurrido 39 años desde el estallido de la Guerra Civil. La rapidez con que el pasado quedó atrás fue atribuido por muchos al largo tiempo transcurrido, a esas cuatro décadas, que dejaron fuera del camino a los protagonistas duros. Pero por estas tierras hace aproximadamente 34 años que empezaron los años de la confrontación dura (aproximado porque no hay una fecha cierta como el 18 de julio de 1936 para la península), y a pesar de estas tres décadas y media los fantasmas todavía andan rondando, quizás en sus últimas vueltas por torres y pasadizos.

Cuando Juan Carlos de Borbón asumió la jefatura de España a título de rey e inició la transición del franquismo a una democracia liberal habían transcurrido 39 años desde el estallido de la Guerra Civil. La rapidez con que el pasado quedó atrás fue atribuido por muchos al largo tiempo transcurrido, a esas cuatro décadas, que dejaron fuera del camino a los protagonistas duros. Pero por estas tierras hace aproximadamente 34 años que empezaron los años de la confrontación dura (aproximado porque no hay una fecha cierta como el 18 de julio de 1936 para la península), y a pesar de estas tres décadas y media los fantasmas todavía andan rondando, quizás en sus últimas vueltas por torres y pasadizos.

La aparición de Simón Riquelo, la labor en general de la Comisión para la Paz, son hechos que marcan la presencia de ese pasado y quizás la cercanía de que ese pasado devenga definitivamente en pretérito. Pero otro hecho singular de la misma semana es la designación de Eleuterio Fernández Huidobro como presidente de la comisión de Defensa Nacional del Senado. Líder histórico y presente de los tupamaros, preso especial del régimen militar, de los catalogados como "rehenes" ocupa la más alta investidura parlamentaria especializada en relación a lo militar y a las Fuerzas Armadas. Tan emblemático como su designación fue su visita al barco de la Armada "Oyarvide", recibido por las altas jerarquías navales. En medio de estos hechos sonó la voz discrepante del Foro Batllista.

Es muy difícil saber cómo cayó esta designación a nivel militar. Primero porque los militares no hablan de política, y cuando lo hacen tiemblan muchas cosas y últimamente queda algún que otro militar fuera de carrera. En segundo lugar porque donde más ha operado el paso del tiempo es en las Fuerzas Armadas, con su régimen severo de edades límites. En actividad queda poca gente con alguna actividad relevante en aquéllos años, y las generaciones siguientes han pasado por varias etapas del país y del mundo.

En estos días algunos han recordado cuando hace cerca de década y media asumió como ministro de Defensa Nacional del gobierno constitucional el último comandante en jefe del Ejército del gobierno militar. Precisamente si se trata de hechos en espejo o de acontecimientos que nada tienen que ver entre sí, es parte de las diferencias de visiones sobre ese pasado y como tratarlo, y en particular con quienes han sido protagonistas de ese ayer.

Por un lado aparece una visión que destaca una particular culpabilidad en los grupos o personas que se alzaron en armas en tiempos de vigencia constitucional o, lo que no es necesariamente excluyente, cometieron lo que se denomina comúnmente "delitos de sangre". Además, se complementa con cierto escepticismo sobre el real compromiso de muchas de estas personas con las instituciones democrático liberales. La postura es pues superar el pasado, buscar la integración mayor a la vida nacional, pero acotar esa participación, en función del pasado y de una desconfianza sobre el futuro.

Por otro lado, en el extremo opuesto, existe una visión que considera natural la presencia de líderes guerrilleros en altos cargos políticos, pero cuestiona severamente la presencia de personas vinculadas al gobierno de facto. Se parte pues de la teoría de una culpabilidad única o prevaleciente desde lo militar o desde los sectores civiles respaldados en las Fuerzas Armadas.

Finalmente aparece una gama de visiones que parecería reflejar ese consenso mayoritario silencioso que acompañó la designación de Fernández Huidobro, y que puede definirse como una postura de inclusión amplia o total, de buscar insertar en la vida política del país a todos, independientemente de lo que hayan hecho o que lugar hayan ocupado en el pasado.

Si es que se está al final del camino, en las últimas líneas del epílogo de la transición, es posible que los últimos pasos desaten diferencias que, aunque amortiguadas, son inconciliables. En última instancia, porque siempre las diferencias sobre el pasado reflejan divergencias sobre el presente y sobre el futuro.