07 Jul. 2002

La lucha de las ideas

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La crisis que vive el país marca unas cuantas coincidencias en el sistema político: mantener las disidencias sin riesgo de desestabilización, apuntalar del sistema financiero. No hay puntos de contacto en cuanto a las soluciones para salir de la crisis o al menos para frenarla; y la falta de acuerdo no es por apetencias menores ni (solamente) cálculos electorales. Hay visiones diferentes sobre cosas tan fundamentales como el papel del Estado y del mercado, la libre competencia y la regulación, la apertura comercial y el proteccionismo, la responsabilidad individual, la protección societal.

La crisis que vive el país marca unas cuantas coincidencias en el sistema político: mantener las disidencias sin riesgo de desestabilización, apuntalar del sistema financiero. No hay puntos de contacto en cuanto a las soluciones para salir de la crisis o al menos para frenarla; y la falta de acuerdo no es por apetencias menores ni (solamente) cálculos electorales. Hay visiones diferentes sobre cosas tan fundamentales como el papel del Estado y del mercado, la libre competencia y la regulación, la apertura comercial y el proteccionismo, la responsabilidad individual, la protección societal. Precisamente en un momento de crisis es cuando esas profundas diferencias impiden que todo el país camine en una misma dirección, porque las prioridades son diferentes. A vía de ejemplo y nada más, mientras para unos la salida del pozo ideal pasaría por enajenar todas las empresas del Estado y generar la llegada de inversiones extranjeras en comunicaciones y energía, para otros precisamente pasa por el reforzamiento del papel tutelar del Estado ante un modelo que consideran ha agravado los problemas del país y generado una mayor injusticia social.

Para salir de etiquetas con connotaciones de valor, conviene manejar una terminología operativa en base a la cual se denomina como “libremercadistas” a los partidarios del liberalismo económico o neoliberalismo, y como “societalistas” a los inclinados por una mayor presencia y regulación del Estado. Otro punto de partida necesario para el análisis es considerar la existencia de dos grandes bloques políticos: el tradicional (a su vez subdividido en Partido Colorado y Partido Nacional) y la izquierda (compuesta por el Encuentro Progresista-Frente Amplio y el Nuevo Espacio oficial).

En el análisis académico de los actores políticos y del comportamiento de la sociedad, el límite entre libremercadistas y societalistas no coincide exactamente con la frontera entre los bloques, sino más bien corta dentro del bloque tradicional. Es muy nítida y pareja la divisoria en el coloradismo, donde la Lista 15 representa la quintaesencia del libremercadismo y el Foro Batllista ocupa un abanico de posturas más bien societalistas. En el nacionalismo es fácil advertir la postura libremercadista del herrerismo, la societalista de Alianza Nacional y Desafío Nacional y una gama más opaca y difusa en el conjunto denominado Correntada Wilsonista (que por ahora no es una sola fracción sino el agrupamiento de cinco sectores y algo más).

Pero no es ésta la visión que la opinión pública tiene de los actores políticos. En trazos gruesos se ve una postura societalista representada por la izquierda y otra postura libremercadista por los partidos tradicionales. En el Partido Nacional, la actitud crecientemente opositora de Larrañaga apunta a visualizar la diferencia ideológica, y también los discursos de Ramírez y los estudios del Instituto Alvaro Carbone. Pero la postura societalista del Foro Batllista se ha diluido mucho ante la gente común. Es que el Foro se encuentra atenazado entre el sentido de partido, propio del coloradismo, y la obligación consecuente de apoyar a un presidente colorado, aún a costa de ocultar las diferencias de concepción. Así ocurre que el Foro es más lo que hace por sus ideas en privado (en la negociación política y parlamentaria, en los directorios de los entes) que lo que publicita de tales propuestas. De donde, el grueso de la opinión pública, la que no lee entre líneas, la que sigue los trazos gruesos de los flashes noticiosos, no ve allí una alternativa ideológicamente diferenciada. Y eso se acentúa por la simplificación de la prensa (que tiende a ver más rivalidades personales que programáticas) y aún más a partir de la persistente prédica anti-marxista y anti-izquierdista, que lo identifica más con posturas de derecha populista que con posiciones socialdemócratas.

Las medidas de fondo a discutirse en este segundo trimestre del muy largo 2002 y la actitud a asumir en el referendo sobre Antel-Ancel, marcarán los escenarios de confrontación de las posturas ideológicas. Una confrontación que por ser en momentos de crisis profunda y en parte en actos referendarios, apuntala las visiones maniqueas y las definiciones binarias.