28 Jul. 2002

Empezó el segundo tiempo

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La administración Batlle logró oxígeno pese a sus denodados esfuerzos para impedirlo y a un juego de líderes políticos que se desarrolló en medio de señales contradictorias. Pero esas desprolijidades presidenciales y asintonías entre sus antecesores generaron un producto formidable: la recreación de la expectativa, o al menos la calma, una pausa en la crispación.

La administración Batlle logró oxígeno pese a sus denodados esfuerzos para impedirlo y a un juego de líderes políticos que se desarrolló en medio de señales contradictorias. Pero esas desprolijidades presidenciales y asintonías entre sus antecesores generaron un producto formidable: la recreación de la expectativa, o al menos la calma, una pausa en la crispación. Todo a costa del pobre Atchugarry, que el martes ganó la candidatura a la canonización; porque o muere en la demanda y pasa a la categoría de mártir, o produce un milagro.

Lo cierto es que su gesto en sí mismo significó un mensaje al país, porque no es un tecnócrata al que la asunción del Ministerio le mejora su currículo para posteriores incursiones internacionales, con independencia del éxito o el fracaso en la gestión, sino un político que juega todo su prestigio (bastante alto en la clase política) en una apuesta de riesgo infinito. El presidente podía elegir entre un economista no político o un político, economista o no; la elección fue la que más conjuga con la necesidad presente, que es satisfacer las insatisfacciones dejadas por su antecesor. ¿Cuáles son? En primer término, diálogo, con todos, con todas las fuerzas políticas sin exclusión alguna, con las fuerzas sociales, con todas las fuerzas económicas. En segundo lugar, flexibilidad, capacidad para oír y entender, para buscar alivio, aunque éste fuere simbólico. En tercer lugar, buena comunicación con el país, con la gente, cuyo sufrimiento y angustias necesitan que el gobierno de señal de comprensión. En cuarto término, atender a todo lo económico, y no solamente – pese a la urgencia y gravedad del tema – a lo financiero y lo fiscal, entre otras cosas porque a un plazo también corto lo fiscal no se arregla si no se compone lo productivo. Por supuesto, y está dicho, no irritar innecesariamente, pasatiempo favorito del titular saliente de la cartera, lo que contribuyó y mucho a su salida. Y va de suyo que todo ello es en vano si no va acompañado de claridad y firmeza el rumbo económico; sobre cuál debe ser el rumbo caben todas las posiciones políticas, y sin duda no va a haber consenso, y allí es donde tiene que aparecer la habilidad del político para administrar los disensos con elegancia. El sistema político en su casi totalidad ha apostado a Atchugarry, y no sólo el sistema político, sino con mucha fuerza la industria, los exportadores, el sindicato bancario.

Pero este optimismo, que no ha sido acompañado por la confianza pública en los depósitos, ha ocultado el manejo desprolijo del presidente de la República que llevó a que Alberto Bensión tuviese la peor salida política, porque estuvo en el tapete y pudo administrarse su enroque al Banco Central. Lo cual era mejor solución que el discurso compungido del primer mandatario, si lo que se pretendía era reconocer el esfuerzo de un hombre que fue leal con el presidente y, desde el punto de vista del gobierno, eficaz en su gestión financiera, particularmente con los organismos internacionales. Porque con ese discurso no pudo mitigar lo que fue un despido inelegante para el ministro, y en cambio agregó un elemento más de demostración de la pérdida de poder del presidente. Otra vez, las cosas mal hechas producen buenos resultados, porque obligó a un recambio en el Banco Central y a generar aire fresco con la elección de un economista joven.

En casi dos años y medio de gobierno los tres grandes líderes de la coalición se reunieron una sola vez, y lejos de generar calma, produjeron un fin de semana cargado de incertidumbres, vaivenes, versiones contradictorias sobre lo ocurrido, y el pedido público de renuncia del ministro de Economía formulado por el presidente del Partido Nacional. En el haber queda que, desatada la crisis, los tres líderes actuaron con claridad y prolijidad para encontrar una rápida solución, y además todos los sectores de la coalición sellaron la paz hasta el comienzo de la campaña electoral en la primavera del año que viene. Pero también quedó abierto un diálogo con la oposición y un lugar para que la izquierda participe. Nada de esto cambia lo económico, pero Argentina demuestra lo fundamental que es el buen o mal funcionamiento del sistema político para enfrentar la crisis económica.