08 Set. 2002

Legisladores y periodistas

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Esta semana salió a la luz pública una antigua y creciente asintonía entre parlamentarios y periodistas. Ello es el producto del manejo de códigos diferentes y en no pocas veces también hasta de culturas diferentes (no de distinciones en cuanto al nivel cultural de cada cual, sino a las formas de comprender la actividad pública). Cada parte ve a la otra a partir de supuestos muchas veces falsos.

Esta semana salió a la luz pública una antigua y creciente asintonía entre parlamentarios y periodistas. Ello es el producto del manejo de códigos diferentes y en no pocas veces también hasta de culturas diferentes (no de distinciones en cuanto al nivel cultural de cada cual, sino a las formas de comprender la actividad pública). Cada parte ve a la otra a partir de supuestos muchas veces falsos. Y además cada parte no es homogénea, como que la visión que tiene del periodismo la izquierda es diferente a la de los políticos tradicionales, y también es distinta la visión de la política o los políticos que puede tener un periodista de La República o uno de El País.

Un primer punto es que los periodistas actúan en y para los medios de comunicación. Y prácticamente todos estos medios coinciden en considerar la labor parlamentaria como secundaria: normalmente no existe la crónica parlamentaria, ni la cobertura cotidiana del trabajo de comisiones, de las varias que en cada cámara se reúnen de mañana y de tarde, al menos de lunes a jueves durante los primeros 18 días de cada mes. Es casi imposible enterarse de la agenda parlamentaria de Uruguay, de cuando y para qué se reúnen los plenarios o las comisiones; y hay que aclarar que de Uruguay, porque por ejemplo de Italia es posible día a día seguir desde aquí, desde este confín del mundo, la actuación de cada una de las cámaras y de cada una de las comisiones. La información parlamentaria existe cuando pasa a ser noticia política de primer nivel. Y mayoritariamente lo que existe es la cobertura de información política con sede en el Parlamento, y subsidiariamente información parlamentaria o legislativa propiamente dicha. Ha desaparecido la especialización de cronista parlamentaria, especie de la que quedan pocos sobrevivientes, y de esos pocos los que siguen ligados al Parlamento no lo están del lado del periodismo sino del otro, como legisladores o secretarios de Cámara (Guillermo Chifflet, Ruben Díaz, Horacio Catalurda).

Pero además, los periodistas políticos formados a la salida y a posteriori del periodo militar, tienen mayoritariamente una visión peculiar sobre el papel de los partidos políticos y de los parlamentarios. Es una visión que en general no coincide con la de historiadores, politólogos y periodistas políticos europeos sobre el funcionamiento de los sistemas y actores políticos europeos. Como se sabe, el sistema y el funcionamiento político uruguayo presenta grandes similitudes con los sistemas y los funcionamientos europeos. La óptica de este conjunto de comunicadores nacionales más bien parte de la construcción de un modelo ideal al que debería ajustarse la función parlamentaria, modelo que no es producto de la historia ni de la praxis, sino del imaginario. Y como ocurre siempre, la vida es más compleja que la imaginación, y los modelos reales son más difíciles de desentrañar que las construcciones lógicas ideales. Y aquí aparece una segunda tipología de causas de esa asintonía: se pretende ver la realidad no tal cual es, sino tal como se quiere que sea.

Los legisladores por su lado hacen bastante por ser mal entendidos y peor interpretados por los periodistas. Muchos de ellos trabajan con ahínco en el impulso y redacción de leyes, o en la representación y defensa de intereses de sus representados (zonales o sectoriales), pero cuando conversan con los periodistas, hablan de sus ambiciones políticas y de las rivalidades de familia, de los chismes de aldea; muestran el lado más pequeño de la actividad política. Y además hay mucha paranoia, particularmente entre los legisladores frenteamplistas, muchos de los cuales ven feroces conspiraciones del imperialismo detrás de lo que a veces es la simple ignorancia de un periodista. Todo ello sin contar la sistemática labor de autodestrucción que con paciencia y perseverancia desarrollan desde hace varios lustros los más variados actores políticos, de todo calibre y color.