22 Set. 2002

Cuando Uruguay molesta

Oscar A. Bottinelli

El Observador

A sociedad uruguaya pasa por uno de los períodos de mayor depresión psicológica de su historia y esa depresión en gran medida es producto no sólo de la difícil situación presente, sino del futuro incierto y oscuro. Uruguay puede apostar a la autarquía, a encerrarse en sí mismo, con los efectos positivos y negativos de un modelo cerrado. Puede apostar, como lo ha hecho en los últimos lustros, a proyectarse al exterior.

A sociedad uruguaya pasa por uno de los períodos de mayor depresión psicológica de su historia y esa depresión en gran medida es producto no sólo de la difícil situación presente, sino del futuro incierto y oscuro. Uruguay puede apostar a la autarquía, a encerrarse en sí mismo, con los efectos positivos y negativos de un modelo cerrado. Puede apostar, como lo ha hecho en los últimos lustros, a proyectarse al exterior. El camino posible y de mejor aliento, que mayor apoyo político y social concitó, fue el del Mercosur. Sin duda fue el país que apostó al bloque regional con más fuerza, más temprano y no solamente a través de sus elites, sino de la sociedad en su conjunto. La proliferación de la enseñanza del portugués es un símbolo de lo que la gente común vio en el proyecto. Más allá de tratados y documentos, estuvo subyacente –y en particular así lo vivieron los uruguayos– el recorrer aceleradamente los pasos de Europa Occidental. Así fue que se salteó el paso de una zona de libre comercio para entrar directamente a la unión aduanera, como paso previo a una rápida unión económica y monetaria. Como quien dice, el propósito fue recorrer en un par de décadas el largo camino que va de Roma a Niza, el medio siglo que va de la Comunidad Económica Europea a la Constitución Europea y la moneda única (parcial) de por medio. Y en ese sueño figuraba Montevideo como capital del bloque, la Bruselas del Sur.

Ese proyecto se frustró, al menos entró en un largo letargo. Y su futuro depende en gran medida de lo que pase con Brasil, de su propósito de revivir el Mercosur. Semanas atrás estuvo por estas calles Fernando Henrique Cardoso, en lo que pareció ser su despedida como presidente y su lanzamiento como aspirante a un liderazgo supranacional. Y en sus conferencias y entrevistas sorprendió con un tono efusivamente mercosuriano. Dijo exactamente todo lo que los uruguayos deseaban oír, dijo exactamente lo contrario a lo que hizo como presidente en su segundo mandato. Es común que no coincida el discurso preelectoral de un mandatario con los hechos posteriores de su gobierno, pero ahora ocurrió al revés, el discurso de despedida es un alegato en contra de lo que fueron los hechos producidos durante su mandato, durante su segundo período (que en cuanto al Mercosur implicó un giro significativo respecto al primer período). Pero el vicario de Fernando Henrique, el candidato oficialista José Serra, no dejó duda alguna esta semana, en lo que no es ningún exabrupto sino la confirmación de lo que ya afirmara en marzo y reiterara en mayo: no le gusta el Mercosur. Y para que lo entienda el más despistado, lo dijo con todas las letras: “El gran error fue incluir en el Mercosur a Uruguay y Paraguay”. Tiempo atrás dijo que Brasil fue demasiado generoso con el Mercosur y en particular con Argentina, con lo cual no deja nada sin arrepentimiento. Lo más significativo es que el discurso de Serra coincide con lo actuado por el gobierno en estos últimos cuatro años, pone en palabras lo que Fernando Henrique puso en los hechos; y uno y otro son contradichos por las últimas palabras de Fernando Henrique, en el Complejo Riviera y en la televisión.

Lula, que en la cambiante opinión pública aparece hoy con más posibilidades que Serra, en los últimos tiempos viene girando hacia una postura favorable al Mercosur. Sin embargo, su candidatura se apoya en una vasta red de intereses regionales muchos de los cuales, particularmente los de los tres estados del sur, pero en algo también los del todopoderoso San Pablo, son los grandes promotores de todos los obstáculos puestos al funcionamiento real del Mercosur. Son los que han movilizado a ignotos jueces para frenar desde camiones de arroz a cajas de carne de ñandú. Lula deja al menos el beneficio de la duda y abre la esperanza de que en algún momento ocurra una apuesta al Mercosur; la única posibilidad que deja Serra es que incumpla su discurso preelectoral. Pero lo más preocupante para Uruguay es que este discurso anti-Mercosur y antiuruguayo lo asuma un candidato en serias dificultades, que pone toda la carne en el asador y juega sus últimos boletos, lo que quiere decir que es un discurso que logra amplia receptividad en la sociedad brasilera.