06 Oct. 2002

El efecto Lula en Uruguay

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Efecto Lula” es un término acuñado por medios de comunicación, bancos internacionales, calificadoras de riesgo y operadores financieros con el objeto de promover el miedo al triunfo de Luiz Inacio da Silva, al atribuirle todos los efectos negativos de los movimientos bursátiles, financieros y cambiarios; y además con el propósito de operar sobre esos mercados con fines electorales.

Efecto Lula” es un término acuñado por medios de comunicación, bancos internacionales, calificadoras de riesgo y operadores financieros con el objeto de promover el miedo al triunfo de Luiz Inacio da Silva, al atribuirle todos los efectos negativos de los movimientos bursátiles, financieros y cambiarios; y además con el propósito de operar sobre esos mercados con fines electorales. Como sucede cuando las conspiraciones se hacen con chapucería, cada jugada anti Lula devino en un incremento de la adhesión al ex dirigente metalúrgico. Pero su seguro triunfo presidencial (hoy o en la segunda vuelta) da lugar a un segundo “Efecto Lula”, más modesto para la humanidad pero de gran importancia para lo que fuera la provincia más austral del Imperio del Brasil. Como viene ocurriendo desde el despuntar del siglo XVI, ocurre ahora y ocurrirá por otros tantos siglos, no hay cosa importante que pase al norte del río Cuareim o a la derecha del río Uruguay que no impacte sobre esta tierra de fronteras, este “algodón entre dos cristales” al decir de Lord Ponsomby.

El triunfo de Lula significa la segunda llegada al gobierno de la izquierda en el Cono Sur, por vía electoral e indiscutiblemente democrática. La primera gran incógnita es qué es lo que llega al poder, del brazo con un vicepresidente empresario y liberal: ¿la izquierda revolucionaria y tercermundista o una socialdemocracia reformulada para este tiempo histórico y este lugar del mundo? Una segunda incógnita es qué significan sus posturas antinorteamericanas: ¿son la reedición del viejo antiimperialismo latinoamericanista o es el viejo y redivivo nacionalismo imperial de Brasil, la continuación del malogrado sueño de transformarlo en potencia política mundial, el pretender rehacer el camino que no pudo o no supo recorrer Fernando Henrique Cardoso en su segundo período? Y varias interrogantes tienen que ver con sus resultados y sus procedimientos.

Desde que Lula asuma la Presidencia de Brasil hasta que aquí la campaña electoral entre en su fase decisiva, transcurrirán alrededor de 22 meses. Los mismos que pasaron entre la euforia del triunfo de Jorge Batlle y las incertidumbres de fines del año pasado. Es un lapso lo suficientemente corto como para que las políticas de gobierno no produzcan resultados y lo suficientemente largo como para que la gente comience a sentir frustraciones. Un factor de riesgo para el futuro presidente brasileño, con un estrecho margen de maniobra, es que no pueda concretar sus promesas más importantes; pero un riesgo adicional está no en lo que ha prometido, sino en lo que la gente –sin mediar promesa alguna– deposita en el voto a Lula: la tierra para el sintierra, la casa para el sintecho, el trabajo para el desempleado. Brasil sigue siendo Belindia, el país donde conviven el esplendor de Bélgica y la vasta pobreza de la India, donde no muy lejos de la mitad de la población está fuera de la sociedad de consumo, de la sociedad moderna, de las necesidades básicas mínimas. Se le pide que establezca la equidad en una sociedad de inequidad más que centenaria, que potencie la oferta de empleo y el consumo, que ponga fin a la inseguridad ciudadana y a la violencia cotidiana. Va a necesitar de todo su carisma y de mucho más éxito del que ya ha tenido hasta ahora su estratega político y comunicacional, va a necesitar del aparato del PT y del apoyo del empresariado, para que esas expectativas no se vuelvan en su contra.

El triunfo de Lula va a impactar en lo inmediato en favor del Frente, en la línea de algo así como “los vientos de la historia soplan hacia la izquierda”. Y van a contribuir a que si Brasil no le tuvo miedo a Lula, por qué Uruguay se lo va a tener a Tabaré (aunque esto parece ocioso, cuando seis de cada 10 uruguayos no le temen, y cinco de ellos están dispuestos a votarlo). Pero cuando llegue la campaña electoral va a impactar, a favor o en contra del FA, lo que se vea en Brasil: los resultados del gobierno de Lula y el modo en que se relacione con la izquierda que está a la izquierda, con los movimientos combativos, contesta- tarios y radicales, con los sintierra. Y además ¿ayudará o perjudicará mucho a Vázquez si Lula se asemeja cada vez más a Tony Blair o Ricardo Lagos, y se aleja de aquel formidable combatiente metalúrgico?