03 Nov. 2002

De los polos a la tríada

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La decisión del Directorio del Partido Nacional, de ser avalada por la Convención, significa un cambio sustantivo en la arquitectura del sistema de partidos: el intento de ruptura de una estructura polar, binaria o bibloquista para retornar a la tríada, al juego de tres partidos. Una estructura polar es en esencia una estructura bipartidista, en que uno de los actores en lugar de ser un partido es una firme coalición de dos partidos.

La decisión del Directorio del Partido Nacional, de ser avalada por la Convención, significa un cambio sustantivo en la arquitectura del sistema de partidos: el intento de ruptura de una estructura polar, binaria o bibloquista para retornar a la tríada, al juego de tres partidos. Una estructura polar es en esencia una estructura bipartidista, en que uno de los actores en lugar de ser un partido es una firme coalición de dos partidos. Entre un sistema bipartidista y uno tripartidista la diferencia no es de número sino de esencia. El juego político entre uno y otro es de naturaleza diferente.

En una arquitectura binaria-compleja, como la existente aquí, hay un bloque de gobierno y un bloque de oposición. El juego normal supone que cada parte del gobierno, cada partido, negocia con la otra en el entendido que no hay otra posibilidad que el acuerdo; no está permitido el que uno de ellos busque entendimientos fuera del bloque. Y lo mismo cabe para el bloque de oposición, que en este momento en esencia es un solo partido con un solo liderazgo. No se menosprecia ni al Nuevo Espacio ni al Nuevo Espacio Independiente, pero desde el punto de vista cuantitativo el papel de ambos es marginal, y sólo es relevante en circunstancias excepcionales, cuando alguno de los bloques falla en su monolitismo. Una arquitectura de tres lleva al juego de tríada, donde cada uno de los tres elementos es capaz de acordar por igual con cualquiera de los otros dos, contra el tercero. No hay pues alianzas supuestas ni acuerdos imposibles. Si la tríada es imperfecta, la arquitectura supone la existencia de dos actores cuya posibilidad de acuerdo entre sí es remota o imposible, y un tercer actor que potencia su papel al ser el fiel de la balanza, como lo fue durante largo tiempo el Partido Demócrata Libre en la vieja Alemania Federal.

Desde el punto de vista de los ciudadanos, el esquema binario le significa optar primero entre dos grandes bloques; luego, en caso de optar por el bloque tradicional, elegir entre el Partido Colorado y el Partido Nacional; es lo que ocurre en la actualidad. El esquema triangular significa que el ciudadano opta entre tres opciones, tiene tres cartas a la vista. Si se observa, en 1994 el ciudadano tuvo ante sí tres partidos en competencia. En 1999 tuvo un partido cuya presencia en la final (en el balotaje) era indiscutido y dos partidos que disputaban la clasificación en semifinal, cuál derrotaba al otro para enfrentar a la izquierda. El tripartidismo funcionó electoralmente por última vez en 1994, y se diluyó en el lustro siguiente, coalición de gobierno mediante y empujado decisivamente por la implantación del balotaje.

El Frente Amplio y el Partido Colorado coinciden en apostar al esquema binario: para Vázquez es la antinomia progresismo-neoliberalismo, para Sanguinetti la confrontación de dos familias ideológicas. En esa situación el Partido Nacional corre el riesgo, ya visible, de aparecer como un apéndice del Partido Colorado, como el socio menor del bloque tradicional. Le va la vida en cambiar este esquema. No es solamente una apuesta hacia el 2004, sino hacia más allá. Es una apuesta a estar mejor posicionado en el recambio del sistema de partidos que se avizora, y que se acelerará en caso de que triunfase el Frente Amplio.

Con esta decisión el Partido Nacional, su mayoría, busca presentar un nuevo esquema, donde aparece un partido en el gobierno (el Colorado), uno en la oposición (el EP-FA) y otro en el medio (el Nacional), coaligado con el gobierno en el Parlamento y la administración autónoma (u otorgando gobernabilidad desde ambos lugares), pero fuera del gobierno y libre de apoyar o no apoyar. Crea la incertidumbre sobre qué ley se aprueba y cuál no, cuándo coincide con el gobierno y cuándo coincide con la oposición. Triangula y adquiere relevancia. Puede inclusive apostar a mantener el mismo perfil en la eventualidad de un gobierno de Vázquez, donde frenteamplistas y colorados enroquen posiciones y el nacionalismo conserve la postura del medio, del ni gobierno ni oposición. Es un camino riesgoso, tan riesgoso como seguir por el actual sendero. Es que al nacionalismo le quedan dos alternativas: o recrea la tríada o a la corta o a la larga va a una especia de fusión con el coloradismo. Y cualquiera de las dos son opciones por un lado estratégicas y por otro ideológicas.