08 Dic. 2002

El shock y el gradualismo

Oscar A. Bottinelli

El Observador

En política económica hay una vieja discusión entre los partidarios de soluciones de shock y los inclinados por el gradualismo. Cada uno tiene su bagaje argumental y, en distintos países y contextos, experiencias de lo uno y de lo otro.

En política económica hay una vieja discusión entre los partidarios de soluciones de shock y los inclinados por el gradualismo. Cada uno tiene su bagaje argumental y, en distintos países y contextos, experiencias de lo uno y de lo otro.

Uruguay terminó un ciclo económico con una combinación de shock inicial y de otro ritmo que unos consideran que es un deliberado gradualismo y otros creen que es el dejar que las cosas maduren por procesos naturales. En la moneda, el gradualismo se expresó en dos ampliaciones de la banca cambiaria y fue sucedida por el abrupto shock: la liberación del tipo de cambio. En los hechos operó como una sucesión de sucesivos shocks, ya que la liberación hizo despegar el dólar al entorno de los 18 pesos; luego hubo una sucesión de saltos: primero a 21-23, después a 26-28, más tarde por encima de los 30; para bajar y quedar planchado en torno a los 27 pesos. Y este último fenómeno genera sensación de estabilidad. Pero una buena cantidad de economistas calificados considera que el dólar debería estar ahora por los 35 pesos. La opinión pública tiene mayoritariamente la percepción que ya se tocó fondo. A nivel de elites predomina una idea diferente, que falta bastante, lo que trae como consecuencia inmediata el temor a lo que vendrá en el 2003.

Como este es un análisis político y no económico, no interesa cuanto ha habido de shock y cuanto de gradualismo, ni lo correcto o incorrecto de cada cosa desde el punto de vista de la política económica. En cambio es muy importante tener idea si se tocó fondo, si alguien tiene idea de cuándo se llegará a la sima y, más que nada, que profundidad tiene esa sima. También desde el punto de vista político hay dos ángulos de análisis: si lo que interesa es medir los efectos inmediatos, en cuanto a la aceptación de las soluciones implantadas, o si lo que importa es el efecto profundo, el que se expresa en la adhesión a partidos y finalmente en voto.

En el impacto de la crisis sobre el voto hay claras evidencias de que el uruguayo lo que menos soporta es la incertidumbre y, relacionado con ella, la sobrevivencia de sacudones frecuentes, cuya cantidad y duración no pueda prever. Es más difícil saber cuál es la capacidad de acostumbramiento a un nuevo estado de pobreza nacional, o para ser más exactos, a una fuerte disminución de su capacidad de consumo y una más fuerte aún pérdida de expectativas en relación al futuro. Cabe la hipótesis que hacia los partidos gobernantes puede haber mayor tolerancia si cesa la incertidumbre, si no hay nuevos sacudones, en definitiva, si se tocó el fondo; que por profundo que sea ese fondo, importa más llegar a él que seguir con el temor permanente de no saber cuánto falta ni dónde está.

Este razonamiento pues conduce a esta conclusión. Para el interés de los partidos tradicionales, ante la inevitabilidad de la caída, el mejor resultado desde el punto de vista electoral es el shock: la caída lo más rápido posible, lo más profundo posible, hasta tocar el fondo, al nivel desde el cual no se puede caer más. No es fácil definir el fondo, pero debe andar en torno a: que no haya más devaluación por encima de la inflación, que no se incremente la tasa de desempleo abierto, que no bajen más los sueldos reales, que no haya nuevas incertidumbres sobre deudas y créditos. Si el fondo se toca lejos de las elecciones (si por ejemplo se hubiese tocado en este último trimestre del 2002) queda un largo tiempo por delante, más o menos un año y medio, para que la gente readapte su mentalidad y su estado de ánimo a esa nueva realidad de más estrechez y más limitaciones. Pero la estrechez en la estabilidad puede traer cierta calma espiritual. Y entonces no pensar tanto en el castigo a quienes se cree culpable de la caída, sino en evaluar por dónde están los caminos del repecho y quienes tienen capacidad y baquía para conducir a la gente por ese camino. El resultado no es nada seguro, pero es el único posible para colorados y para blancos, al menos con miras al 2004.

Si por el contrario se está lejos del fondo, si viene un 2003 con nuevos shocks cada tres o cuatro meses, lo que cabe esperar es que con cada shock sobrevenga una nueva crispación, y con ella la profundización del camino que la ciudadanía ha emprendido desde los comienzos del pasado invierno.