15 Dic. 2002

Un giro inesperado

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El presidente de la República es un hombre acostumbrado a sorprender y eso fue parte del éxito de su primer año de gobierno. Pero a veces da giros sorpresivos sin que la existencia del giro ni la magnitud del mismo resulten perceptibles, quizás porque la atención de la gente anda por otro lado, muy cerca de las incertidumbres sobre trabajos, cobros y pagos. Se pasó de los amagues de impulsar la flexibilización laboral a un ortodoxo representante de la doctrina prevalente en materia laboral.

El presidente de la República es un hombre acostumbrado a sorprender y eso fue parte del éxito de su primer año de gobierno. Pero a veces da giros sorpresivos sin que la existencia del giro ni la magnitud del mismo resulten perceptibles, quizás porque la atención de la gente anda por otro lado, muy cerca de las incertidumbres sobre trabajos, cobros y pagos. Se pasó de los amagues de impulsar la flexibilización laboral a un ortodoxo representante de la doctrina prevalente en materia laboral. Para el que no pasó inadvertido el giro fue para el PIT-CNT, que recibió con entusiasmo la designación: “hablamos el mismo idioma”.

La reforma laboral se consideró uno de los elementos clave de la segunda oleada de reformas, como se llamó particularmente desde ámbitos afines al liberalismo económico y desde los organismos internacionales e interamericanos. Sin embargo, el candidato Jorge Batlle no la tuvo en su agenda electoral, quizás por coincidencia con buena parte del gran empresariado que sostiene (sostenía) que la flexibilización se da a través de convenios entre empresas y sindicatos. Por eso el tema apareció tarde. La reforma laboral tardó catorce meses en ser planteada por el ministro de Economía y no pasó de ser más que un solo discurso, duro e irritativo. Dos diferentes son los sectores que impulsan esta reforma. De un lado los pequeños y medianos empresarios que carecen de interlocutores colectivos válidos para lograr una flexibilización por vía de los hechos; quienes se sienten particularmente desprotegidos en la instancia judicial. Es que por su propia dimensión carecen de buenos sistemas probatorios, libres de todo cuestionamiento, ante una jurisprudencia que devalúa las pruebas documentales, jerarquiza la prueba testimonial y en los hechos invierte la carga de la prueba. Del otro lado apoyan la flexibilización legal grandes empresas multinacionales no muy adeptas a depender de la buena voluntad de los sindicatos, máxime si a falta de esas buenas amigas lo que aparece es la imprevisibilidad judicial.

No es fácil saber por qué el impulso a la reforma laboral quedó por el camino, si porque no se la consideró impresindible (coincidiendo con una de las tesis empresariales), porque se demoró demasiado y luego vino el vendaval o porque, como ha sucedido en la mayoría de los asuntos, la administración Batlle tiene serias dificultades para traducir las ideas en planes y los planes en realizaciones. Lo cierto es que nunca apareció redactada una sola línea.

Con la ida del Partido Nacional se produce un recambio ministerial que implica un formidable giro. El nuevo titular es un calificado laboralista, autor de obras de gran consulta, paradigmático de la doctrina prevalente en la cátedra desde hace varias décadas, en la misma de la OIT, que puede considerarse fuertemente protectiva hacia la parte asalariada, a la que considera como la más débil en la relación laboral. Su discurso de aceptación fue claro en alejar los temores sindicales respecto a la flexibilización laboral. Por eso lo del hablar el mismo idioma entre ministro y sindicalistas. Sin embargo, el que haya una coincidencia básica, no implica pensamiento similar. El sindicalismo uruguayo es afecto a la protección del asalariado a través de una organización sindical fuerte y reconocida; y como prueba de su tesis basta exhibir al gremio bancario, que puede dar fe de cuanto más importante es un sindicato fuerte que un buen marco legal. La corriente laboralista que el ministro representa es más afecta a la protección jurídica individual. La actividad de cada uno determina mucho los puntos de vista: la razón de ser de los sindicalistas es la organización de sindicatos fuertes, la razón de ser de los abogados es que haya lugares donde litigar.

Lo más probable es que la reforma laboral no tuviese hoy espacio, como no lo tiene ninguna reforma que afecte las ideas mayoritariamente sentidas por los uruguayos. Entonces, si el gobierno se decidió a dar por terminada una reforma que nunca llegó siquiera a proyectarse, no es mala medida que haya buscado un ministro que se siente con buena aceptación sindical y de paso refuerce una línea de diálogo y entendimiento inaugurada por el titular de Economía.