19 Ene. 2003

Encuestas y opinión pública

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El paisaje uruguayo en materia de encuestas de opinión pública está cambiando mucho, y algo permite atisbar lo que es su despoblamiento, porque se pasó de unas 210 encuestas de primera línea por año en el 2000, a una media de 24 por año en el 2002; de cuatro medios que difundían cada uno una encuesta por semana, a dos medios que publican una encuesta por mes cada uno, de cuatro consultoras de primera línea que difundían regularmente sus datos, a una sola.

El paisaje uruguayo en materia de encuestas de opinión pública está cambiando mucho, y algo permite atisbar lo que es su despoblamiento, porque se pasó de unas 210 encuestas de primera línea por año en el 2000, a una media de 24 por año en el 2002; de cuatro medios que difundían cada uno una encuesta por semana, a dos medios que publican una encuesta por mes cada uno, de cuatro consultoras de primera línea que difundían regularmente sus datos, a una sola.

Por otro lado ha aparecido aquí y en otros países, la pretensión de sustituir encuestas de opinión pública por datos que pretenden ser de encuestas y representar a la opinión pública. Cabe pues advertir de la diferencia entre encuestas que efectivamente miden los comportamientos y actitudes de la opinión pública, y la difusión de porcentajes que aparentan provenir de encuestas. Las encuestas científicas –como definen Sheldon Gawiser y G. Evans Witt– son aquéllas que utilizan “un método científico” para escoger a los encuestados. En las encuestas no científicas, el público se escoge a sí mismo y participa. El método utilizado por el encuestador para elegir a los entrevistados (en las encuestas científicas) se basa en la esencia de la realidad matemática; cuando se conocen las posibilidades de seleccionar a cada persona entre el público objetivo, entonces y sólo entonces, los resultados de la encuesta, la muestra, reflejan a toda la población. A ésta se le llama muestra aleatoria, o muestra probabilística”. A ello se debe que las entrevistas aplicadas a cerca de mil adultos uruguayos reflejen con exactitud las opiniones y actitudes de más de dos millones de uruguayos adultos.

En relación a las encuestas que se llevan a cabo en la vía pública, o en los shoppings, los mismos autores advierten que “nunca pueden considerarse representativas de la opinión pública”. Porque son las opiniones de un conjunto de personas que casualmente concurre a ese determinado lugar de paseos o de compras, cuyo perfil es diferente del que no sale de paseos ni de compras, o pasea o compra en otros sitios y en otros días. Este tipo de encuestas, muchas veces denominadas “encuestas coincidentales”, no son encuestas de opinión pública científicamente hechas y sus datos no son válidos. Tampoco es válido presentar como datos estadísticos de la opinión pública los resultados de grupos motivacionales o focus groups, los que por su naturaleza son de tipo cualitativo, que impiden toda medición. No hay forma alguna de extraer porcentajes, porque los participantes en esos grupos carecen de toda representatividad estadística.

Pero particularmente los académicos citados advierten de un fenómeno creciente en el mundo, en la región y en Uruguay, producto del vertiginoso desarrollo de Internet. Las llamadas Encuestas On Line. Las que no difieren demasiado de las llamadas encuestas que realizan radios o canales mediante el registro manual o automático de llamadas telefónicas (“llame al número x1 si opina que sí, llame al número x0 si opina que no”). ¿Cuál es el problema? Que las personas se eligen a sí mismas, son ellas las que deciden participar y responder, y que además acceden a la encuesta porque son navegantes de un sitio web o partícipes de la audiencia de una radio o un canal televisivo. No existe una selección probabilística, que resulte representativa de la población. A lo que se suman otros sesgos invalidantes: el primero, que no toda la población accede a ese sitio web, escucha esa radio o mira ese canal, y normalmente es una minoría; segundo, que esa minoría tiene características particulares: de edad, ideológicas, educativas, de sexo; tercero, que de toda la población que constituye una audiencia, participa un segmento ínfimo que tiene en común el ser el más activo en la relación con el medio, o que siente más necesidad de participación. Son pues seudoencuestas. Ni siquiera son representativas de los navegantes, oyentes o televidentes de esos medios. Y como dicen Gawiser y Witt “cualquier semejanza entre los resultados de una seudoencuesta y una encuesta científica es puro azar”. Las encuestas on-line, como las radiales o televisivas, son a las encuestas científicas lo que la brujería es a la medicina.