02 Feb. 2003

El igualitarismo uruguayo

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La sociedad uruguaya se considera a sí misma muy igualitaria, o considera que el igualitarismo es un valor determinante y diferenciante de esta sociedad. Respecto al igualitarismo y sus efectos surgen tres grandes posturas. Una primera que entiende que el ideal igualitarista está muy lejos de plasmarse en la realidad, que el nivel de desigualdad de la sociedad indica que la igualdad es un ideal a lograrse.

La sociedad uruguaya se considera a sí misma muy igualitaria, o considera que el igualitarismo es un valor determinante y diferenciante de esta sociedad. Respecto al igualitarismo y sus efectos surgen tres grandes posturas. Una primera que entiende que el ideal igualitarista está muy lejos de plasmarse en la realidad, que el nivel de desigualdad de la sociedad indica que la igualdad es un ideal a lograrse. Una segunda postura considera que igualitarismo no implica lograr la igualdad absoluta entre los uruguayos, que no es posible ni del todo deseable, sino que debe tenderse a la mayor igualdad posible, y que ello se ha logrado. Y una tercera tesitura estima que el valor igualitarista es un freno al desarrollo de la sociedad, que inhibe los emprendimientos individuales y que va contra la calidad y la excelencia. La opción por cada una de las tres posturas es esencialmente ideológica, tiene que ver con el tipo de sociedad a la que cada cual aspira y al conjunto de valores que considera son deseables en esa sociedad.

Pero para optar se requiere tener algo más claros los efectos de cada alternativa. Los efectos son producto de lo que cada uno elige como prioritario. En épocas de crisis las elecciones son normalmente excluyentes; si se elige lo uno, no hay recursos para lo dos. Pero en épocas de abundancia también hay limitantes, en definitiva la política y la economía son las artes de distribuir lo limitado, lo finito. Claro que son más dramáticas las alternativas en tiempos de escasez (optar por lo uno implica excluir lo segundo) que en tiempos de abundancia (la alternativa es cuánto de cada cosa, pero hay algo para cada una). Eso significa que hay que optar, y apostar fuertemente a la igualdad o apostar fuertemente a la calidad tiende a ser términos antitéticos. Por eso cuando se apuesta a la calidad hay que saber que va a afectarse la igualdad; y cuando se apuesta a la igualdad hay que tener presente que va a quedar afectada la calidad. De muy sabios puede resultar encontrar la proporción justa de cada ingrediente. Lo importante es que es materia de opciones, que hay que elegir.

Y aquí radica uno de los problemas sustanciales de la sociedad uruguaya: la reticencia a elegir, el querer las dos cosas a la vez. Dos ejemplos sirven para aclarar conceptos. En conversaciones con estudiantes y profesionales jóvenes surge la insatisfacción por las dificultades de inserción laboral y de remuneraciones en Uruguay; y muchas veces se contrasta con Chile: la facilidad de inserción, las altas remuneraciones y el prestigio social de los egresados y docentes universitarios, algo parecido a lo que ocurriera en este país hasta hace medio siglo para atrás. Resulta que Uruguay apuesta a la enseñanza universitaria gratuita y abierta, sin pagos y sin cupos de ingreso; Chile se encuentra en las antípodas y la oferta de egresados universitarios es proporcionalmente muy reducida en comparación a la uruguaya. Los efectos distintos son el producto de apuestas a modelos universitarios y profesionales distintos.

El segundo ejemplo tiene que ver con el tema remuneraciones. Tiempo atrás se propuso, entre distintos estímulos a los maestros, otorgarle el beneficio de la cuota mutual. La respuesta, encabezada por la propia gremial de maestros de Montevideo, fue: contra la discriminación en la enseñanza. El concepto básico era que no podía otorgarse un beneficio a los maestros, si no va acompañado de igual beneficio a los funcionarios administrativos y de servicio.

Algo parecido ocurrió en el 2000 a nivel universitario: la Universidad de la República obtuvo una partida adicional de nueve millones de dólares (producto de una jugada política del Partido Nacional con la izquierda) para incentivar la docencia y la investigación. La Universidad, en uso de su autonomía y para molestia del nacionalismo, distribuyó la partida adicional entre docentes y funcionarios no docentes. En ambos casos se apostó a la igualdad a costa del incentivo a la formación personal, a la superación.

Cualquiera de las alternativas es legítima, porque en definitiva responde a valores y a ideologías. Lo importante es que cuando se hace la opción, se la haga con perfecta conciencia de qué se elige y a costa de qué.