14 Set. 2003

La izquierda de la izquierda

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Entre 1985 y 1988 el Frente Amplio se vio sacudido por un profundo debate sobre su naturaleza y su finalidad. Un eje de la discusión fue la naturaleza política de la organización, discusión que adoptó la forma de la dicotomía coalición o movimiento, que en realidad quería decir si se lo concebía como una alianza (porque nunca fue ni quiso ser una coalición, ya que desde el origen pretendió ser algo permanente) o como un partido (plural, federativo).

Entre 1985 y 1988 el Frente Amplio se vio sacudido por un profundo debate sobre su naturaleza y su finalidad. Un eje de la discusión fue la naturaleza política de la organización, discusión que adoptó la forma de la dicotomía coalición o movimiento, que en realidad quería decir si se lo concebía como una alianza (porque nunca fue ni quiso ser una coalición, ya que desde el origen pretendió ser algo permanente) o como un partido (plural, federativo). Pero hubo otro eje no menor, que adquiere significativa importancia al presente: si el Frente Amplio busca ser la unidad de toda la izquierda o pretende unificar a todos los que comparten su programa y nada más que a ellos.

Puntualmente la discusión operó en torno al ingreso del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros al Frente Amplio, ingreso que en aquel entonces tuvo la férrea oposición del Partido Demócrata Cristiano (las vueltas de la vida hace que hoy sean socios en el mismo sublema). Para buena parte de los sectores frenteamplistas y para casi toda la representación de las bases, el objetivo del Frente Amplio era unir a toda la izquierda sin exclusión alguna y ser la representación política de toda ella. El Partido Demócrata Cristiano razonaba de otra manera: el F.A. es una conjunción de grupos políticos aliados detrás de definiciones comunes, métodos comunes y un programa unánimemente acordado. Quienes no comulguen con esas definiciones, esos métodos y ese programa, aunque fueren de izquierda, no tienen nada que hacer en el Frente Amplio.

La discusión pareció superada por el tiempo. Al Frente Amplio le queda poco o nada de alianza y es hoy un partido político federativo, con su identidad, pertenencia, simbología y liderazgo. El nombre oficial del conjunto político de izquierda osciló entre Frente Amplio, Encuentro Progresista y la síntesis de Encuentro Progresista-Frente Amplio, problema marcario al que se suma ahora el posible lema de “Nueva Mayoría”. Para comodidad de los analistas, la gente común le llama Frente Amplio a secas, y sus adherentes se identifican a sí mismos como frenteamplistas. Su estructura sectorial se parece poco a la de hace década y media: el dominante Partido Comunista es una fuerza de menor porte, a la inversa el Partido Socialista creció hasta ser el grupo mayoritario, el PDC ya no tiene aquel protagonismo y es uno de los componentes de uno de los sectores, el controvertido MLN (reciclado en MPP) disputa el liderazgo con los socialistas, y se suman fuerzas nuevas, nacidas desde adentro, como Asamblea Uruguay o Vertiente Artiguista. Y ahora tiene además un liderazgo popular.

Pero hay otro elemento significativo, que de alguna manera da por resuelta aquella discusión. Ya no es ni tiene posibilidades de que sea el referente de toda la izquierda. Podrá serlo en el terreno electoral, pero no más allá de él. El conflicto de Salud Pública ha desnudado la existencia de una fuerte militancia, quizás no demasiado numerosa, pero con capacidad combativa, de liderar un conflicto, compuesta por gente que está desde el borde izquierdo del frenteamplismo hacia más allá. Es que este EP-FA, o esta Nueva Mayoría, como Tabaré Vázquez, están demasiado cerca del gobierno como institución, demasiado próximos a la posibilidad de gobernar, emitir decretos y resoluciones, dictar actos, emitir leyes, ejercer el poder político. Una fuerza con esta proximidad está muy lejos de los ideales revolucionarios, de los cuestionamientos globales al sistema; no sólo no es una fuerza anti-sistema, sino que es una fuerza que refuerza al sistema. Esto conviene aclararlo. El EP-FA tiene programas sociales y económicos diversos a los aplicados en los últimos gobiernos constitucionales (cuánto de diferente se verá en el camino, si gana, lo importante es que esa diferencia existe en el discurso), pero no tiene una propuesta que modifique el sistema democrático liberal, o democrático republicano representativo pluralista, ni tampoco la sustitución del sistema capitalista por otro sistema. Para muchos analistas inclusive el programa frenteamplista no es más que el retorno y el aggionamento del viejo modelo del welfare state.

Cuando una izquierda llega al gobierno o se acerca al gobierno, deja afuera a quienes no aceptan convivir con el sistema, quienes apuestan a un cambio profundo de la sociedad o a un cambio profundo del ser humano. Para citar algunas concepciones no englobadas por la izquierda frenteamplista, están los grupos marxistas que reivindican que el socialismo verdadero nunca se ensayó sobre la faz de la tierra, están los que beben en las diferentes fuentes del trotskismo, los que pregonan la democracia comunitaria como opuesta a la democracia representativa, los que pugnan por revivir la lucha de clases en todo su esplendor. Pero la izquierda política que se acerca al gobierno tampoco comprende a todos aquellos que no se preocupan de tener una cosmovisión omnicomprensiva y luchan por causas más concretas y puntuales: el medio ambiente, los derechos humanos, los derechos en particular de una minoría, el derecho a la libre opción sexual, los derechos de las mujeres.

El EP-FA o la Nueva Mayoría no enfrentan la posibilidad de una opción electoral de izquierda por fuera, a la izquierda de la izquierda, al menos de una opción electoral con perspectivas de representación parlamentaria. Pero en cambio afrontan dos o tres tipos de desafío, que de llegar al gobierno pueden transformarse en dos o tres formas de oposición desde la izquierda:

Uno. Determinado tipo de organizaciones no gubernamentales inspiradas en la contraposición sociedad civil versus sistema político, que se adjudican un rol de fiscales de causas y derechos.

Dos. Cierto segmento intelectual con prédica especialmente en el campo universitario y en ámbitos culturales.

Tres. Grupos de intensa acción sindical, con capacidad para desencadenar conflictos fuertes.

Esta izquierda a la izquierda de la izquierda no es controlable por el EP-FA, ni siente que deba reprimir sus impulsos para no comprometer a un gobierno de izquierda, pues duda del izquierdismo de esa misma fuerza, a la que considera aburguesada. Este conflicto, y los que puedan venir tras, preocupan hoy al gobierno. Pero hay muchas señales que deben alertar a la izquierda, por lo hechos que esta izquierda puede generar y como corolario entorpecerle el camino hacia el gobierno y, si llega al gobierno, por lo que le puede apedrear el rancho.