26 Oct. 2003

De la intocabilidad a la crítica

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Se verifica la caída de algo o de alguien, cuando de ser intocable pasa a ser tocado, atacado o cuestionado. Algo de este se intuye con el poderoso gremio bancario, gremio no en el sentido de sindicato (que no son sinónimos) sino en el de “conjunto de personas que tienen un mismo ejercicio, profesión o estado social”, como reza la Real Academia.

Se verifica la caída de algo o de alguien, cuando de ser intocable pasa a ser tocado, atacado o cuestionado. Algo de este se intuye con el poderoso gremio bancario, gremio no en el sentido de sindicato (que no son sinónimos) sino en el de “conjunto de personas que tienen un mismo ejercicio, profesión o estado social”, como reza la Real Academia.

El gremio bancario se ha distinguido por varias cosas. En primer lugar, por un estatus material fuertemente diferenciado del conjunto de los asalariados del país, con especial énfasis en los años noventa, tanto en el área pública como en la privada; al punto que por ejemplo el promedio total de ingresos de los bancarios (sumando ingresos en efectivo y en servicios o bienes) triplicaba el promedio de los funcionarios de las empresas del Estado y se situaba en cinco o seis veces el promedio de la administración central. En segundo lugar, por constituir un sindicato unitario fuerte, con alta representatividad de la masa gremial, elevado nivel de afiliación y un excepcional índice de acatamiento a las decisiones sindicales. En tercer término, por contar ese sindicato con la mejor infraestructura edilicia de los sindicatos uruguayos y, como derivado de ello, una oferta amplia y calificada de servicios deportivos, educativos y culturales. En cuarto lugar, por sólidas finanzas, producto del elevado ingreso de sus afiliados pero además por contar con un considerable aporte de las instituciones bancarias (un sindicato co-financiado por sindicalistas y empleadores). En quinto lugar, por un sistema previsional propio, con servicios a los activos (como las contribuciones educativas para los hijos), que se traducía en pasividades muy por encima del BPS.

Todo ello le dio un peso significativo en la sociedad en general y en el movimiento sindical en particular. A lo que hay que agregar dos elementos de alta relevancia. Uno tiene que ver con la dirigencia. La Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU) exhibió un gran nivel de profesionalismo en la conducción sindical, un gran manejo de la masa social por un lado, de las relaciones con las instituciones bancarias por otro y con el sistema político en tercer lugar. Sin duda buena parte de los mejores sindicalistas del país se formaron y foguearon en AEBU. El otro punto significativo tiene que ver con el nivel social del conjunto; los funcionarios bancarios se ubican en general en las capas medias y medio-altas de la sociedad, lo que les ha dado un relacionamiento fluido con formadores de opinión, personas influyentes en la comunidad y dirigentes políticos. Supo combinar sabiamente la exhibición de fuerzas con el manejo de pasillos, la negociación, la influencia sobre los políticos y formadores de opinión, una relación de oposición y alianza con los bancos.

Hasta aquí el producto fue el de una acción corporativa con grandes logros materiales para la masa gremial. Como ocurre en periodos de bonanza, los costos son invisibles. Estudios de opinión demuestran que los tomadores de crédito no asociaron ese alto nivel de beneficio de los bancarios con el elevado nivel de las tasas, como uno de los factores que inciden en esas tasas elevadas (sumadas en su momento a los beneficios obtenidos por el Estado de la actividad bancaria, a las ganancias de las instituciones y a elevados costos operativos). En tanto esos beneficios no colidieron con los intereses de otros gremios ni con las propuestas de la central de trabajadores, hubo aceptación pacífica de la situación.

La crisis sobre la masa bancaria que se inicia en el 2002 y aún no ha terminado, cambia la situación. El sindicato, con su fuerza, relaciones sociales y habilidad, logra amortiguar ese formidable golpe con logros extraordinarios, particularmente en el área del empleo. Es posible que a nivel de la masa gremial no se perciban plenamente esos logros, porque el golpe fue duro; no es fácil hacer comprender que el golpe fue proporcionalmente suave si el sindicato no hubiese logrado todo lo que obtuvo. Algunas pinceladas a título de inventario:

Uno. Creación de un seguro de desempleo con una duración del triple del seguro de paro normal.

Dos. Un monto de seguro de desempleo de más del doble que el normal

Tres. De hecho: exoneración del IRP a los bancos y bancarios, ya que el IRP deja de ser un impuesto destinado a rentas generales (a solventar el presupuesto general del país) para destinarse exclusivamente al financiamiento del seguro de desempleo bancario

Cuatro. Régimen privilegiado de ingreso a los bancos oficiales, ya que de cada tres cargos que queden vacantes en la banca oficial uno debe ser provisto por bancarios desempleados. En otras palabras, se retorna a un régimen corporativo cerrado o semi-cerrado (de amplia circulación en Uruguay en los años cincuenta y sesenta) donde no es libre el ingreso a determinados trabajos, aún para personas con calificación suficiente.

Cinco. Sobreempleo en la liquidación de los bancos en liquidación, para amortiguar el desempleo.

Hubo aceptación pacífica de la mejor situación de la masa bancaria sobre el resto de los asalariados cuando hubo bonanza en el país, o los niveles no eran tan críticos. A la hora de la caída, la aceptación se pierde y deja de ser pacífica. Así aparecen las primeras críticas desde la izquierda y desde el ámbito sindical al gremio bancario. El seguro de desempleo bancario, en cuanto a su extensión, montos y financiamiento, fue cuestionado por el Equipo de Representación de los Trabajadores en el Banco de Previsión Social, para el cual es un privilegio lesivo para el conjunto de los asalariados del país.

Es que la central sindical, que a estas horas discute su futuro, mantiene genéricamente lo que se denomina una posición clasista, es decir, buscar la representación y defensa del conjunto de los trabajadores. Y como contrapartida, cuestionar a los gremios cuya acción corporativa los lleva a obtener o luchar en pos de beneficios particulares para sí, con fuerte diferencia o en detrimento del conjunto. Quizás como contraparte, como defensa de un sindicalismo corporativo haya que ubicar los dichos de Juan José Ramos, cuando ataca al sistema político, y en particular al Encuentro Progresista-Frente Amplio, por cuestionar los altos sueldos del staff del Nuevo Banco Comercial. Por la oportunidad en que ocurrió, el cuestionamiento de Ramos al EP-FA y al Partido Nacional aparece como un contraataque por los ataques de estos a Elberse, el cesado gerente general del NBC.