15 Feb. 2004

El Frente y los vecinos

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Los accesos de Néstor Kirchner y Luiz Inacio da Silva a las presidencias de Argentina y Brasil significaron cambios importantes en el manejo político de la región, en la relación entre ambos y en la relación de cada uno con Uruguay, así como impactos sobre la política interna de este país. Con más precisión puede afirmarse que los cambios comenzaron cuando coincidieron Duhalde y Lula, y se perfeccionaron y ampliaron con la llegada de Kirchner.

Los accesos de Néstor Kirchner y Luiz Inacio da Silva a las presidencias de Argentina y Brasil significaron cambios importantes en el manejo político de la región, en la relación entre ambos y en la relación de cada uno con Uruguay, así como impactos sobre la política interna de este país. Con más precisión puede afirmarse que los cambios comenzaron cuando coincidieron Duhalde y Lula, y se perfeccionaron y ampliaron con la llegada de Kirchner.

Esto plantea dos grandes áreas de temas. Uno tiene que ver con la interrelación entre el Frente Amplio y los elencos gobernantes de ambos países, que tiene a su vez un anverso y un reverso: los apoyos de ambos presidentes al FA y a Vázquez, y el apoyo del FA a los actos de los gobiernos de ambos países en sus relaciones con Uruguay. El primer lado de la medalla se tradujo en hechos como la aparición en el balcón de la Intendencia de los dos mandatarios, sus reuniones privilegiadas con Vázquez, los desaires de Kirchner a Batlle y sus augurios de una buena relación binacional cuando Vázquez asuma el mando (esto último es una anécdota menor, porque no es otra cosa que un “tu también”, el contestarle al mandatario oriental con la misma moneda, cuando éste por dos veces auguró el triunfo de Menem). Esta forma de actuar de los gobernantes vecinos tiene a su vez dos lecturas, producto de la etapa confusa que en el plano político se encuentra el Mercosur (también en el plano político, además del económico y comercial).

La primer lectura es la tradicional, como si quienes se hubiesen inmiscuido en la política interna hubiesen sido George Bush Jr. o Fidel Castro, que es la que realizaron los dirigentes del gobierno y de ambos partidos tradicionales: los gobernantes argentinos y brasileños violaron el principio de no intervención en los asuntos internos de otro país. La segunda lectura corresponde al nuevo modelo comunitario o asociativo, como el que recorre la Unión Europea: los países que conforman un bloque político ya no son países extranjeros entre sí, sino países miembros de una especie de super-país, de estado supranacional imperfecto. En tal sentido los partidos de los países europeos han avanzado hacia la constitución de partidos propiamente continentales, y así es como han surgido y operan el Partido Popular Europeo, el Partido Socialista Europeo, el Partido de la Izquierda Europea, etc. Como corolario de este proceso, es absolutamente natural que Tony Blair haya participado activamente en la campaña electoral que llevó por primera vez al gobierno a Gerard Schröder. El Mercosur está a mitad de camino entre lo tradicional y lo comunitario, no sólo porque el proceso es más lento, sino porque todavía no es claro el objetivo final; dentro del propio Uruguay se discute si debe desembocar en una asociación política (a lo que adhieren el FA y el Foro Batllista) o debe frenarse en una asociación comercial o económica (como lo pregona el Herrerismo). Para el Frente Amplio, la intervención de Kirchner y Lula en sus explícitos apoyos electorales al Frente Amplio se corresponde con el modelo comunitario, son parte de la nueva política regional que se viene. Hay pues que entender que en la diferencia de interpretaciones sobre los gestos de ambos mandatarios subyacen además diferencias más profundas de visión sobre el propio Mercosur (quizás aquí actuó en forma contradictoria el Foro Batllista, que censuró las actividades políticas de los gobernantes vecinos y propicia un Mercosur político).

El mayor problema que desde hace tiempo se ha advertido sobre la asociación política es que los países de la región presentan fuertes asimetrías en la geografía de sus sistemas políticos: no existen partidos hermanos en cada país con la proximidad que se da en los países europeos. Lo más próximo pudo ser el batllismo y la Unión Cívica Radical, en otra época entre el justicialismo y el herrerismo, y quizás hoy lo sean el brasilero Partido de los Trabajadores y el uruguayo Frente Amplio. En cambio, parece un poco apresurado establecer una relación entre el FA y algo argentino, que además no se sabe qué es. ¿El kirchnerismo es una fracción del Partido Justicialista? De ser así ¿qué tiene que ver el frenteamplismo con el justicialismo? O por el contrario ¿el kirchnerismo apunta a ser un nuevo partido político construido transversalmente, como aspiran algunos aliados como el jefe de gobierno porteño Aníbal Ibarra? De lo que resulte del kirchnerismo depende que haya o no correlatos entre el FA con un partido argentino.

El reverso de la medalla es la forma en que el FA actúa como defensor y vocero de las posiciones de los gobiernos vecinos, en sus relaciones con Uruguay. Es sabida la molestia existente en cancillería por el hecho que antes de que se concluya negociación alguna con Brasil, ya hay algún legislador frenteamplista haciendo planteos en el Parlamento uruguayo. En el caso argentino, el FA ha respaldado en forma plena todos los cuestionamientos hechos por el gobierno argentino sobre el tema derechos humanos. El apoyo ha llegado incluso a minimizar el planteo de Batlle sobre la necesidad de aclarar la suerte del cerca de centenar de uruguayos desaparecidos en Argentina, sobre los que no hay noticia. Porque si bien el FA puede cuestionar lo tardío de la preocupación presidencial, ha sonado extraño que no adhiriese a la misma y no esbozase la menor exigencia en tal sentido al gobierno argentino. Pero el saldo es que para la política interna en este tema el Frente Amplio no asume costo alguno y cobra la factura que Kirchner y su elenco le pasan a Batlle y el suyo.

Pero las relaciones de Uruguay con sus vecinos son históricamente complejas. No solo por las asimetrías macroeconómicas que golpean estas tierras por sucesivas devaluaciones de unas y otras fronteras, sino por la peculiar forma que tienen los vecinos de aplicar los tratados comerciales y el espíritu asociativo. Como elementos paradigmáticos cabe mencionar las bicicletas respecto a Argentina y el arroz en relación a Brasil. Precisamente aquí aparece un Talón de Aquiles para esta línea tan fuertemente hermanada del Frente Amplio con los gobiernos vecinos: cuando alguno de los vecinos traba la entrada de productos uruguayos o torpedea inversiones extranjeras en Uruguay. Aquí es donde el Frente Amplio se ve o se va a ver obligado a optar entre mantener la hermandad o defender intereses nacionales afectados. Y no necesariamente esta exigencia aparece una vez asumido el gobierno (donde es obvio que la hermandad pasa a segundo lugar), sino ahora, en plena campaña electoral.