13 Jun. 2004

La obra de Le Curvosier

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Un amigo entrañable había construido una casa en la clásica forma de hacerlo en las playas de la costa de Canelones, donde lo más común es hacer un ambiente más o menos grande, con un rincón para cocinar y un baño; más tarde se hace una pieza, después otra, más tarde una tercera y otro baño. Y las casas la mar de las veces quedan como deben quedar cuando son producto de la improvisación: para pasar de la sala al baño se atraviesa un dormitorio, y el siguiente queda haciendo una curva, y otra curva más para llegar al tercer dormitorio.

Un amigo entrañable había construido una casa en la clásica forma de hacerlo en las playas de la costa de Canelones, donde lo más común es hacer un ambiente más o menos grande, con un rincón para cocinar y un baño; más tarde se hace una pieza, después otra, más tarde una tercera y otro baño. Y las casas la mar de las veces quedan como deben quedar cuando son producto de la improvisación: para pasar de la sala al baño se atraviesa un dormitorio, y el siguiente queda haciendo una curva, y otra curva más para llegar al tercer dormitorio. Don Carlos Quijano decía que la casa de ese amigo la había diseñado Le Curvosier, fina ironía como contraposición a la planificación y detallismo del célebre urbanista Le Corbusier.

Este ignoto Le Curvosier dejó su impronta en la reforma constitucional de 1966, elaborada siguiendo los más estrictos criterios de las casas hechas por etapas, al compás de los ahorros, en las playas chicas de la costa canaria. Primero se levantó la pieza principal, con el nombre de balotaje. Luego se agregaron en desorden distintas piezas: una candidatura única, luego unas elecciones no muy pensadas ni definidas para elegir la candidatura única, más tarde se añadieron otras elecciones para elegir las autoridades municipales pero con más de una candidatura, más exactamente con un régimen de doble candidatura, que en Maldonado y Cerro Largo en un pase mágico entre pañuelos y palomas, de la galera salió una interpretación de la Corte Electoral por la cual doble candidatura significa que en determinadas circunstancias pueden ser tres. De paso se introdujo un galimatías en el artículo 88 de la Constitución, que nadie sabe en que idioma está redactado y qué quiere decir, y que la Corte Electoral interpretó que lo que quiere decir es lo que dicen que quisieron decir (y no dijeron) los que parece ser que escribieron el artículo, ya que hay testimonios orales de los protagonistas, pero la responsabilidad no está asentada en ningún acta. Como pasa con las obras de Le Curvosier, el plano final de la casa, la planta de la vivienda, solo puede saberse cuál es cuando se levantó el último ladrillo, bloque o pedazo de adobe. Hasta ese momento, nadie tiene idea cuál será el producto de la obra. La reforma de 1996 tuvo como detalle central el que nadie en ningún momento se sentó a ver cómo quedaba lo que se estaba haciendo, cuál era su producto. Ni hablar que nadie se puso a intentar medir los efectos de tamaña hechura. Y así hay lo que hay. Entre otras cosas, ahora, dos muy significativas: una elecciones generales de todo el Cuerpo Electoral para elegir como cosa realmente significativa solo la candidatura presidencial única del Partido Nacional, como segundo elemento central las candidaturas a intendente fundamentalmente del Partido Nacional y subsidiariamente (en algunos departamentos, en los menos) del Encuentro Progresista-Frente Amplio y del Partido Colorado. Como elemento secundario, una forma de contabilización del peso de los aparatos y votos cautivos para determinar el ranking en las listas parlamentarias de la 15 y el Foro, y en algo más que solamente aparato y votos cautivos, para determinar el ranking de algunas listas (no de todas) en el Herrerismo y Alianza Nacional. Pero la otra cosa significativa, además de la naturaleza y alcance de las elecciones, es el tema de la frecuencia y oportunidad de las mismas.

En la Constitución de 1918 el país tuvo una frecuencia de tres elecciones cada cuatro años, es decir, había elecciones todos los años, pero algo así como un bisiesto al revés, el cuarto año era sabático, no se trabajaba, es decir, no había elecciones. Todas se hacían en el último domingo de noviembre. Ahora se implantó algo más intenso, cuatro elecciones cada cinco años, pero con una peculiaridad, no hay elecciones durante tres años consecutivos, y la hay en los otros dos años, también sucesivos. Las cuatro elecciones fueron pensadas para hacerse todas en un término de casi trece meses, contados de la primera a la última, sin tomar en cuenta el tiempo de la campaña electoral, lo que lleva como mínimo a un año y medio de tiempo electoral.

Otro dato a tener en cuenta es el proceso de unificación y ampliación de los términos de gobierno. En 1934 se unifican todos los términos de gobierno, del Poder Ejecutivo y de ambas cámaras, en cuatro años. En 1966 este tiempo se alarga un año, por considerarse que los cuatro eran insuficientes, y los términos del gobierno y las legislaturas pasó a cinco años. En 1996 de hecho se redujo el tiempo útil de gobierno, al dividirlo en algo así como tres años y medio de gobierno efectivo, y un año y medio de campaña electoral de continuo. La crisis contemporánea con este gobierno, más la experiencia de 1999-2000 (estreno del nuevo sistema), llevó a pretender un achicamiento del tiempo electoral, mediante el corrimiento de la primera de las cuatro elecciones (las mal llamadas “Elecciones Internas”) del último domingo de abril al último domingo de junio. Al parecer, se agregaban tres meses como mínimo al tiempo útil de gobierno.

Lo que ocurrió es muy diferente. En 1999 el grueso de la campaña electoral transcurría entre el fin del año anterior, como quien dice sobre las fiestas, y el verdadero comienzo del año laboral, o sea pocos días después de pasada la muy sacra Semana de Turismo, que para unos es Santa y para otros aunque no sea Santa es de sagrado descanso. Como quien dice, el tiempo útil de gobierno efectivo (¡cuánto hay que calificar y precisar los diferentes tiempo políticos!) apenas se contaminó. Y en 1999 los meses de mayo, junio, julio y hasta algo de agosto permitieron un cierto funcionamiento del gobierno y el Parlamento. Resulta que ahora toda la campaña electoral cae justamente cuando se hubiera dado el comienzo del verdadero año laboral; la campaña absorbe todo abril, mayo y junio. A lo sumo queda el mes de julio y algo de agosto para que se vuelva al pleno funcionamiento del gobierno y las Cámaras. Lo que la población ve es a todos los legisladores recorriendo el país a lo largo y a lo ancho, a a lo largo y ancho a los departamentos, o a los barrios, y ve a algunos ministros y a unos cuantos directores de entes autónomos que o recorren el país o se encierran en comandos de campaña o en agencias de publicidad. Obviamente ve a los ministros y directores de entes autónomos supérstites, porque entre la pasada primavera y el fin del verano se fueron los ministros de las carteras de mayor gravitación institucional y una cantidad nada despreciable de presidentes y directores de entes autónomos y servicios descentralizados. El equipo actual de gobierno y administración es mitad titular y mitad suplente. Así es el plano completo de la casa levantada con los criterios de Le Curvosier.