24 Oct. 2004

Las líneas de larga duración

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Todo indica que el próximo domingo habrá un cambio histórico en el país, ya que un tercer partido que en esencia es el Frente Amplio alcanzará como mínimo la mayoría en la Cámara de Representantes y, ahora o el 28 de noviembre, la Presidencia de la República. La lectura de la encuesta menos favorable al EP-FA arroja ese resultado.

Todo indica que el próximo domingo habrá un cambio histórico en el país, ya que un tercer partido que en esencia es el Frente Amplio alcanzará como mínimo la mayoría en la Cámara de Representantes y, ahora o el 28 de noviembre, la Presidencia de la República. La lectura de la encuesta menos favorable al EP-FA arroja ese resultado. Que el cambio sea histórico no quiere decir ninguna otra cosa, ni que resulte bueno ni que resulte malo, porque en principio habrá una mayoría que lo verá positivo, para otros será negativo y otros distintos se aprestan a observar y esperar. Lo que es claro es que el sistema político va a ser diferente (en esa diferencia también contribuye el profundo cambio interno en el Partido Nacional).

Un cambio histórico en un país gradualista y previsible, es normalmente producto no de un ramalazo de opinión sino de largos procesos históricos. Hasta hace casi cuatro décadas, los partidos tradicionales en conjunto representaron las nueve décimas del electorado. Para ser exactos, en 1966 obtuvieron el 88% sobre el total de votantes. Desde entonces en todas las elecciones habidas, sin una sola excepción, su porcentaje fue menor al anterior. Inclusive en el brevísimo lapso que va del 31 de octubre de 1999 al siguiente 28 de noviembre (en que cayeron un punto). La serie que se inicia con el 88% (1966), sigue con un 79% (1971), 75% (1984), 68% (1994), 54% (1999, octubre) y 53% (1999, noviembre). Ahora según las diferentes estimaciones podrían estar entre un 44 y un 48% del total de votantes. El recorrido de la izquierda es naturalmente el inverso. La curva se construye en este análisis mediante la suma inicial de los tres partidos fundadores del Frente Amplio con expresión electoral propia en 1966 (Comunista, Demócrata Cristiano y Socialista), sigue con el Frente Amplio, continúa con el Encuentro Progresis- ta-Frente, a ambos se le adicionan en sus respectivos momentos al viejo Nuevo Espacio y al siguiente Partido del Nuevo Espacio, y hoy se toma la confluencia de todo ello en el Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría. Este conjunto partió del 10% (1966), para seguir con el 18% (1971), 23% (1984), 30% (1989), 35% (1994), 44% (1999, octubre) y 45% (1999, noviembre). Ahora las encuestas marcan que oscilará entre un piso del 50% y quizás un techo del 54-55%. Varios estudios académicos realizados a posterior de las pasadas elecciones nacionales sugerían que la izquierda, por la mera línea histórica, con independencia de éxitos o fracasos del gobierno, estaría en el entorno del 52-53%. A estos efectos no importan puntos más o puntos menos; no es un análisis de encuestas ni aún de la exactitud o congruencia de las estudios académicos de regresión de datos, sino la búsqueda de una perspectiva histórica, con una gran conclu- sión: más allá de los hechos puntuales de una campaña electoral (que impactan), más allá de los aciertos o desaciertos de este gobierno, hay una línea de larga duración de caída de los partidos tradicionales y crecimiento del bloque político que aquí se llama izquierda.

Este proceso histórico casi lineal, ha atravesado inmutable años de vacas gordas y años de vacas flacas, periodo militar, gobiernos fuertes de tinte personalista autoritario, y gobiernos de coalición o entendimiento nacional, presidentes colorados, blancos, civiles no elegidos, militares no elegidos y militares elegidos. En el liderazgo de los partidos tradicionales han estado Aguerrondo, Aguirre Ramírez, Batalla, Batlle, Bordaberry, Echegoyen, Ferreira Aldunate, Gallinal Heber, Gestido, Heber Usher, Lacalle, Pacheco, Pereyra, Ramírez, Sanguinetti, Tarigo, Volonté. Es pues un conjunto variopinto de liderazgos de diferente tipo, concepción de país y valores sobre el mundo, la sociedad, el hombre y la religión. Del otro lado Arana, Arismendi, Astori, Batalla, Cardoso, Erro, Gargano, Lescano, Mujica, Michelini (Rafael), Michelini (Zelmar), Roballo, Rodríguez (Héctor), Rodríguez Camusso, Seregni, Terra, Vázquez. Igual de variopinto el conjunto, en trayectorias, estilos y concepciones. Lo único en común dentro de caja conjunto y de ambas conjuntos en forma global, es la inexorable caída de los partidos tradicionales y el inexorable crecimiento de lo que se denomina izquierda. Las explicaciones, entonces, hay que buscarlas más allá de hechos coyunturales, de procesos económicos y aún de efecto de las personalidades.

No es fácil encontrar esas explicaciones profundas. Lo que más que puede hacerse es tentar algunas hipótesis, insuficientes e imperfectas, para lo que exige una investigación profunda. En principio se toman tres, que no nece- sariamente son las más importantes, ni únicas, ni quizás sea el orden correcto:

Una. Se fue agotando un estilo de hacer político y una tipología de conformación de los elencos políticos; estilo y elencos que produjeron una asintonía entre las elites políticas y el grueso de la sociedad.

Dos. A partir de los años ochenta los partidos tradicionales comienzan a impulsar procesos de cambio en la estructura del país, más tímidos o más audaces, según el periodo y el gobierno: reducción del Estado, privatizaciones o tercerizaciones, apertura de la economía, transformación de la estructura productiva del país. Estos cambios impactaron de distinta manera pero dejaron en un segmento cuantitativamente importante la idea de abandono del papel protector paternal del Estado y a la vez de surgimiento de una sociedad más competitiva, competitividad vista como una valoración negativa.

Esta segunda hipótesis viene a discutir el uso de la palabra izquierda. Si lo que crece se la ve como una izquierda en la perspectiva de la izquierda latinoa- mericana, no parece ser el talante abrumadoramente mayoritario de sus votantes. Si por izquierda se entiende el retorno a un fuerte welfare state, al modelo de estado protector típico de las socialdemocracias europeas (y que Uruguay fue adelantado en el tiempo respecto a Europa), cabe la denominación de izquierda. Quizás desde el punto de vista conceptual lo más fuerte de este proceso es la identificación de una propuesta política con un imaginario de sociedad considerado exitoso: para la gran mayoría de los uruguayos la utopía está en el pasado, por los años cincuenta, en torno a Maracaná. Entonces, Maracaná en lo que implica de profundo (welfare state incluido) y propuesta de cambios de elencos y estilos, pueden ser quizás algunas explicaciones tentativas (parciales e insuficientes) para este fenómeno de larga duración.