28 Nov. 2004

El herrerismo luego del empate

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Hay un primer herrerismo que tuvo como eje la figura de Luis Alberto de Herrera y hegemonizó la colectividad blanca por medio siglo. Se crea a comienzos de los años veinte del siglo pasado, se fractura en el despuntar de los sesenta, pierde esa hegemonía al despuntar los setenta y prácticamente se desvanece en medio del periodo militar.

Hay un primer herrerismo que tuvo como eje la figura de Luis Alberto de Herrera y hegemonizó la colectividad blanca por medio siglo. Se crea a comienzos de los años veinte del siglo pasado, se fractura en el despuntar de los sesenta, pierde esa hegemonía al despuntar los setenta y prácticamente se desvanece en medio del periodo militar. Hay un segundo herrerismo que surge de la reconstrucción y rejuvenecimiento del viejo herrerismo; primero mediante el ensayo de varios agrupamientos, luego a través de dos columnas (el Consejo Nacional Herrerista nucleada tras Luis Alberto Lacalle, y la Unión Nacionalista y Herrerista liderada por Dardo Ortiz) y finalmente a través de la unificación de ambas corrientes y el retorno de muchos herreristas que habían participado de la experiencia wilsonista. De esta unificación y reagrupamiento surge el segundo herrerismo, nucleado tras el liderazgo y candidatura presidencial de Lacalle. Este segundo herrerismo recupera la hegemonía partidaria, sufre una escisión en 1994 (entre los seguidores de Lacalle y los de Volonté) y vuelve a dominar el partido a partir de 1999. En junio de este año sobreviene la derrota y emerge plenamente la conflictividad interna. La derrota es muy peculiar, pues Lacalle pierde en forma categórica ante Larrañaga (por una relación de casi 2 a 1), pero pierde no por perder votos, sino todo lo contrario, porque creció una vez y media pero su contrincante lo hizo varias veces más. Esta forma de perder creciendo no fue captada ni dentro ni fuera, y surgió la idea de una derrota mucho mayor y un rechazo a Lacalle también mayor al real (hay un rechazo de buena parte del electorado blanco, pero no de la magnitud en que muchos analistas y dirigentes políticos lo percibieron).

La crisis no nació en el 2004. Puede decirse que sus gérmenes aparecieron hacia fines de 1998 y comienzos de 1999, la crisis quedó planteada en torno al 2001 y afloró plenamente tras los resultados del 27 de junio, quizás en la misma noche de ese día. Los elementos episódicos se reducen a:

Uno. Toda la cúpula herrerista había acordado encabezar la lista senatorial con Heber (Luis Alberto), Chiruchi y Penadés.

Dos. Pasadas las elecciones preliminares, Lacalle manifestó su voluntad de respetar el acuerdo.

Tres. Sin perjuicio de ello, expresó su voluntad de ocupar el cuarto lugar en la lista al Senado, el lugar que todos consideraban de riesgo (tan de riesgo que no se obtuvo).

Cuatro. El eje Heber-Chiruchi-Penadés, en un juego en que de manera reservada y decisiva intervino Larrañaga, se opusieron a la aparición del nombre de Lacalle.

Cinco. En la opción de ejercer su liderazgo con toda su fuerza y arriesgar la ruptura, o aceptar la exclusión, Lacalle optó por este último camino.

Larrañaga buscó marginar a Luis Alberto Lacalle de la campaña electoral, literalmente borrarlo de la misma, lo que se expresó en el primer gesto de casi no saludarlo en la noche del 27 de junio, en la sesión formal del Directorio. (después, en la B´nai Brith, muy cerca de las elecciones, Larrañaga dio el abrazo que negó en su noche triunfal). Operó con todo su poder para lograr el objetivo, en coincidencia con el interés del eje Heber-.Chiruchi-Penadés. Estos últimos partieron de dos elementos: a) crecieron políticamente a la sombra de Lacalle, pero consideraban haber alcanzado la mayoría de edad para seguir solos; b) el herrerismo tenía un piso por sí solo, pero la figura de Lacalle le ponía un techo. Lacalle erosionó objetivamente su liderazgo cuando, desafiado, no ejerció el liderazgo con toda su fuerza. Así quedaron planteadas las cosas.

Desde el primer momento se vieron dos elementos como los medidores del éxito o fracaso de uno u otros. El herrerismo había obtenido el 33% del voto blanco y en principio con ese porcentaje debía asegurarse 3 senadores. Si el herrerismo lograba menos del 33% ganaba Lacalle y perdían Heber-Chiruchi-Penadés. Si el herrerismo no lograba 3 senadores, se daba el mismo resultado político, y también si el herrerismo perdía el segundo lugar y era superado por la Correntada Wilsonista. Si el herrerismo superaba el 33% o si lograba 4 o más senadores, era muy clara la derrota del ex-presidente y el triunfo de sus desafiantes. El resultado fue: 3 senadores, 29% de los votos blancos, segundo lugar por delante de la Correntada Wilsonista. Ello quiere decir que en términos porcentuales el herrerismo demostró que su piso electoral era inferior al de junio con Lacalle, lo cual demostraba que no sólo tenia un piso sin Lacalle sino que tampoco el techo era solamente Lacalle; la obtención de los 3 senadores demostró que sin Lacalle se obtenía el resultado esperado con Lacalle, y el segundo lugar también se mantuvo. En otras palabras, no se demostró el piso propio del herrerismo, ni que el techo era solamente Lacalle, ni que sin Lacalle el herrerismo se desplomaba y perdía el segundo lugar, ni que sin Lacalle no alcanzaba las 3 bancas senatoriales esperadas. Además. El herrerismo obtiene una magra representación en la cámara baja (3 diputados por Montevideo, 1 por Canelones, 3 por el interior). Juan Chiruchi revalida la primacía de su sector en San José, donde logra la banca de diputado. Luis Alberto Heber pierde en su departamento, donde además por primera vez en 70 años la Lista 15 del Herrerismo pierde la representación parlamentaria riverense. En resumen, no se confirmó la tesis ni del uno ni de los otros. Como quien dice un empate, un mal empate, que no resuelve nada, deja todo entreverado y al herrerismo en una situación delicada.

Hay varias dudas por delante. Están las elecciones municipales, en las cuales el herrerismo tiene buenas probabilidades de mantener o captar cinco intendencias (Rocha, Cerro Largo, Artigas, San José, Durazno) y de plantear dura batalla en otras tres (Rivera, Salto, Lavalleja). Viene una sorda disputa interna por la adhesión de los caudillos departamentales a Lacalle o al eje Heber-Chiruchi, y una disputa también sorda y externa con la Correntada Wilsonista, dado que la figura de Gallinal comienza a seducir a dirigentes herreristas. Además, en caso de ruptura formal del herrerismo, es previsible que alguna de las partes termine realizando algún tipo de alianza con la Correntada Wilsonista. Queda por ver qué decide para sí Luis Alberto Lacalle, si intentar volver a un liderazgo sectorial o partidario, o pretender el papel de una figura señorial por encima de las luchas fraccionales, como un hombre que aporta ideas, sugiere caminos para el país y para el partido, pero no disputa candidaturas ni conducciones. Y resta por ver cuán importante puede ser el rol de Heber en el Senado y cuán importante el rol de Lacalle en el Honorable Directorio del partido.