06 Feb. 2005

Desafíos del cuarto espacio

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Entre 1942 y 1958 hubo seis lemas con representación parlamentaria, luego esa cifra se redujo a cinco (1962), cuatro (1966) y tres (1971). Hasta 1966 el esquema era de un predominante bipartidismo, con dos lemas grandes y el resto menores; en 1971 despunta el camino hacia el tripartidismo y desaparecen las cuartas y demás opciones. Esta es una primera etapa.

Entre 1942 y 1958 hubo seis lemas con representación parlamentaria, luego esa cifra se redujo a cinco (1962), cuatro (1966) y tres (1971). Hasta 1966 el esquema era de un predominante bipartidismo, con dos lemas grandes y el resto menores; en 1971 despunta el camino hacia el tripartidismo y desaparecen las cuartas y demás opciones. Esta es una primera etapa. La segunda sobreviene tras la restauración institucional donde invariablemente ha habido cuatro lemas sentado en el Parlamento: los tres históricos (Colorado, Nacional y Frente Amplio) y un cuarto lema, un cuarto espacio.

Lo significativo es que en cinco elecciones este cuarto espacio fue ocupado por cuatro fuerzas políticas diferentes, aunque siempre con algún grado mayor o menor de parentesco, y esas cuatro fuerzas también tuvieron diferente magnitud. Para empezar, en tres de las elecciones el cuarto espacio alcanzó representación senatorial y en dos (la primera y la última de este período) quedó fuera de la rama alta. El recorrido electoral del cuarto espacio, con sus respectivos formatos, es:

Uno, 1984. Partido Unión Cívica, candidatura presidencial de Chiarino: 2 diputados, 0 senador.

Dos, 1989, primer Nuevo Espacio (lema Partido por el Gobierno del Pueblo), candidatura presidencial de Batalla, coalición formada por la referida Unión Cívica y dos grupos escindidos del Frente Amplio: el PGP y el Demócrata Cristiano. Obtiene 9 diputados y 2 senadores.

Tres, 1994, el primer Nuevo Espacio desaparece al compás del estallido del PGP, cuya mayoría se alía con el Partido Colorado, otra parte se va hacia el Encuentro Progresista-Frente Amplio y una tercera se mantiene fuera de los grandes partidos y conforma el Partido del Nuevo Espacio. Este segundo Nuevo Espacio presenta la candidatura presidencial de Michelini y obtiene 5 diputados y 1 senador. En 1999 se repite el formato y logra 4 diputados y 1 senador.

Cuatro, 2004. El Partido del Nuevo Espacio se alía con el Encuentro Progresista-Frente Amplio. Tres de los cuatro diputados deciden permanecer en un cuarto espacio y conforman el Partido Independiente, con la candidatura presidencial de Mieres. Logra 1 diputado y 0 senador.

Hay razones para explicar cada una de los cuatro formatos y por qué cayó cada uno de los tres (porque el cuarto es el que acaba de pasar la prueba de fuego de las elecciones, en que logró subsistir y por muy pocos votos no logró la segunda banca). La Unión Cívica, en tanto heredera lineal del Movimiento Cívico Cristiano y de la Unión Radical Cristiana más bien nunca logró ingresar al Parlamento con la sola excepción de 1984, al compás de ese momento excepcional conformado por el papel de Juan Vicente Chiarino en la apertura democrática por un lado y la disconformidad de un sector de votantes blancos con el liderazgo dominante en el Partido Nacional. Si bien las raíces de la Unión Cívica se entroncan con la vieja Unión Cívica del Uruguay (que en 1962 cambió su denominación por Partido Demócrata Cristiano), no hereda linealmente el grueso de ese electorado sino una minoría del mismo. Su ausencia del Parlamento no es pues sorprendente. Los dos Nuevo Espacio sufrieron ambos el mismo síndrome: sentir la esterilidad de la acción parlamentaria pura, la ausencia de posibilidad de gobierno, la necesidad de sentarse en el gobierno. El primero lo hizo rumbo al Partido Colorado, el segundo rumbo a la izquierda.

Pero cuando un fenómeno se da varias veces, es constantemente repetitivo, aunque por causas no siempre iguales, hay que buscar alguna explicación profunda ¿qué pasa que no se ha llegado al menos a tres elecciones consecutivas con el mismo formato? No hay explicaciones en el pasado. La vieja Unión Cívica del Uruguay (y su sucesor el PDC) estuvo representada en el Parlamento en forma ininterrumpida en los años treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta, hasta su confluencia en el Frente Amplio. Lo mismo ocurrió con el Partido Comunista (y su sucesor el Frente Izquierda de Liberación). Aunque más limitado el proceso, hasta 1962, el Partido Socialista (y ese año la Unión Popular) mantuvieron invariablemente representación parlamentaria. Recién hacia 1971 las tres vertientes sintieron la necesidad de salir a disputar el gobierno mediante la conformación del Frente Amplio, ese bichito no había picado al menos hasta cinco años antes.

Ser un partido menor significa expresar un nicho de electorado determinado, con características sociodemográficas precisas. Y fundamentalmente expresar una corriente de pensamiento clara e inequívoca, no confundida con otra. Su función es básicamente el ser un grupo de presión parlamentario para luchar por algunas ideas fuerza y la defensa de algunos sectores de interés, sea el de una religión o una clase social. Ese papel fue cumplido por los tres partidos mencionados. También implica que haya sectores del electorado indiferentes a la decisión de elegir el gobierno o las mayorías parlamentarias y que privilegien sentirse representados por un puñado de legisladores que defiendan sus ideas o sus intereses. Curiosamente el nuevo régimen electoral permite combinar la necesidad de incidir en la decisión presidencial y a su vez votar a un cuarto partido, ya que el balotaje precisamente es un instituto que posibilita la separación de la decisión del voto parlamentario del voto presidencial final. Claramente la cultura del balotaje, que habría sido de gran utilidad para los terceros y cuartos partidos, no funcionó; no se benefició de ella ni el Partido del Nuevo Espacio en 1999, ni ahora en 2004 ni el Partido Independiente ni el propio Partido Colorado, que reducido a la calidad de partido menor, no pudo convencer al electorado de dividir el voto en dos etapas. Como fuere, el Partido Independiente tiene el desafío de encontrar el cómo para motivar a sectores ciudadanos a refugiarse en un partido menor, encontrar el sentido de ello. Quizás requiera con mucha fuerza un mayor afinamiento programático o ideológico, la búsqueda de una diferenciación más nítida de los otros tres partidos, el crear la necesidad de apelar a esa diferenciación. Le va la vida a la existencia de un cuarto espacio.