20 Feb. 2005

La hora de los Tupamaros

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La inauguración de la XLVIª Legislatura tuvo varias novedades: lo extenso de la sesión de Diputados y aún del Senado, lo escueto de la reunión de la Asamblea General, el peso político dado por la prensa a un rito institucional aséptico como el juramento de los senadores, la inusual cobertura periodística y televisiva.

La inauguración de la XLVIª Legislatura tuvo varias novedades: lo extenso de la sesión de Diputados y aún del Senado, lo escueto de la reunión de la Asamblea General, el peso político dado por la prensa a un rito institucional aséptico como el juramento de los senadores, la inusual cobertura periodística y televisiva. Pero lo más destacado fue el rol protagónico de los tupamaros, en particular de tres de ellos: el presidente pro-tempore de la Asamblea General José Mujica Cordano, su alterno Eleuterio Fernández Huidobro y la presidente de la Cámara de Representantes Nora Castro (contra lo que se cree presidente es indistintamente masculino y femenino). Al protagonismo institucional y mediático de los tres dirigentes del MLN se sumó el episodio del desfile del Batallón Florida, custodio del Poder Legislativo, en cuyo cuartel estuvieron detenidos y sufrieron muchos líderes tupamaros. Quizás otro hecho que remarca esta hora de apogeo es la reaparición de la palabra tupamaros, virtualmente olvidada o solo utilizada con fines de ataque político. Por último, la presidente de los diputados al día siguiente pretendió resumir este protagonismo en una frase polémica, al grado tal que no fue compartida por Mujica: “La gente validó el proyecto de los tupas”.

La pregunta es, más allá de afectos o desafectos con el mujiquismo de hoy o el movimiento guerrillero de ayer, cuánto es históricamente correcto y sostenible en tal sentido. Al respecto hay que distinguir cinco elementos: Uno, el proyecto primigenio del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros tal cual fue concebido en los años sesenta y setenta. Dos, la re-escritura del proyecto tupamaro hecho por sus dirigentes a posteriori de la dictadura y en particular a partir de mediados de los noventa, en que hay un esfuerzo deliberado por unir las motivaciones iniciales con la inserción en un presente signado por la revalorización de la democracia política liberal. Tres, la lectura actual por parte de quienes no fueron partícipes ni testigos de la época, que da otra motivación y fundamentos al surgimiento del MLN, al que ven como una reacción libertaria ante el avasallamiento de derechos y libertades por parte de gobiernos autoritarios o dictatoriales (en clave simplificada: el MLN surge ante el autoritarismo de Pacheco, Bordaberry o los militares). Cuatro, la simpatía o solidaridad de ciertos sectores de la sociedad con el padecimiento de los principales dirigentes y militantes tupamaros, y la identificación con lo que se percibe como coherencia en defensa de la lucha por los pobres y desamparados, contra los poderosos de aquí y del mundo. Cinco, el atractivo fuerte generado por los discursos de Mujica (el discurso verbal y el discurso gestual). Son cinco cosas diferentes.

También es necesario cuantificar el apoyo de los uruguayos. En 1994 el Movimiento de Participación Popular (que era más que el MLN) y sus aliados obtuvieron el 2.7% sobre el total del electorado. Es decir, más o menos por aquí, en el dos y medio por ciento, puede cuantificarse el apoyo claro y crudo a los tupamaros, presentados en cuanto tales. En 2004 el Espacio 609, compuesto por Claves Rojos, Columna Blanca, personalidades independientes como Couriel, más el MPP (que es el MLN más Izquierda Abierta de Nicolini más otra gente), más Mujica que es el gran activo político-electoral, representan el 14.7% del electorado, un votante de cada siete. Hay pues un 12% de ese electorado que ha adherido en la última década y particularmente en el último lustro. Sin poderse determinar con exactitud, es atribuible casi todo ese nuevo electorado a un voto personalizado a la figura carismática de Mujica, que ha creado un personaje de singular atractivo, mezcla de posmoderno y Viejo Vizcacha. Del dos y medio de 1994 al casi quince actual es la distancia que va del apoyo a los tupamaros al apoyo al mujiquismo. Esto es demostrable y cuantificable.

Pero además entre el apoyo a los tupamaros y la validación del "proyecto de los tupas" hay también una gran distancia. En qué consistía ese proyecto, en grandes líneas y con todos los riesgos de las simplificaciones. Un tema clave es el papel de la democracia política liberal o, para quitarle connotaciones valorativas, el conjunto de instituciones, procedimientos y elementos sustantivos que constituyen una poliarquía. El MLN partía del supuesto de una sociedad explotada por la oligarquía nacional asociada con el imperialismo, lo cual puede considerarse un común denominador a toda la izquierda y centro-izquierda, tanto la que confluye en el Frente Amplio como la que se queda afuera y más hacia la izquierda. Pero en la izquierda uruguaya podían distinguirse dos grandes visiones, que como pasa con toda clasificación reductora, esconde matices, que los hubo e importantes. Una es la línea en que entre otros se ubica el MLN, quizás más exactamente el conjunto de grupos que constituyó el bloque minoritario de la delegación uruguaya a la Conferencia de la OLAS, para quienes la poliarquía es una forma de engaño utilizados por la oligarquía y el imperialismo para dominar a los pueblos, oligarquía e imperialismo que sólo podían ser derrotados mediante la lucha armada. La otra línea partía de la valoración de la poliarquía como una base deseable pero limitada, que debía completarse con una democracia más avanzada en lo social y en lo político; la lucha por esa democracia más avanzada pasaba por los campos electoral y parlamentario, complementados con la movilización de las masas, donde los movimientos sindical y estudiantil debían cumplir un rol sustantivo. El “proyecto tupa” no pasaba por el parlamento ni las elecciones, sino por la lucha armada. Si alguien decía a un dirigente tupamaro que varias décadas adelante iba a estar sentado y presidiendo el Parlamento, llegado al mismo por los votos, en los sesenta eso constituía un insulto.

Otra cosa es el “proyecto tupa” reformulado. Lucía Topolansky, por ejemplo, definía al MLN como un conjunto de luchadores sociales que en cada época emplean el camino y la metodología propia para la época. Es más abarcativo que el planteo original, pero tiene en común el papel coyuntural o de etapa histórica de la poliarquía. Todo indica que ese uno de cada siete uruguayos que votaron la 609 tiene más discrepancias que coincidencias con el proyecto original.