10 Jul. 2005

En busca del (de los) rumbo(s)

Oscar A. Bottinelli

El Observador

No es fácil desentrañar el rumbo del gobierno, en principio porque no se observa un rumbo concreto sino una multiplicidad de rumbos producto del que traza cada ministro o cada líder-ministro; ni tampoco es fácil obtener la resultante de ese conjunto de vectores que apuntan en direcciones diferentes.

No es fácil desentrañar el rumbo del gobierno, en principio porque no se observa un rumbo concreto sino una multiplicidad de rumbos producto del que traza cada ministro o cada líder-ministro; ni tampoco es fácil obtener la resultante de ese conjunto de vectores que apuntan en direcciones diferentes. Pero no sólo cuesta encontrar el rumbo del gobierno, sino también el o los rumbos de la oposición; y si se considera que no hay una oposición sino varias, porque la hace más de un partido, tampoco es fácil encontrar el rumbo de cada uno de los partidos (al menos de los tradicionales).

Hay una frase que resuena en muchos ámbitos opositores: es muy difícil establecer la estrategia opositora si el gobierno carece de estrategia. En realidad es más fácil definir una estrategia en oposición a otro cuando es clara y nítida la estrategia del otro. Pero nunca el rumbo o la estrategia propia pueden estar exclusivamente subordinados o dependientes del otro, porque ello conduce a la falta de rumbo; sencillamente se trata de esperar que ese otro diga para dónde va, para luego ir para ese lado (si es que lo que se decidió es hacer siempre lo opuesto al otro, por ejemplo). Lo que se observa por ahora es que todos los opositores juegan al contragolpe individual, una especie de francotiradores a contragolpe.

Toda la oposición tiene el gran riesgo del desgaste anticipado ante una opinión pública que en general tiende a ser muy tolerante a la hora de juzgar al nuevo gobierno. La gente común tiende a confundir falencias de resultados con falencias de medios; no percibe que aunque fuere prematuro evaluar resultados, puede sí observarse cuándo se emplean medios inadecuados. En general las falencias que se perciben en el nuevo gobierno son por ahora de medios; solamente en el Plan de Emergencia es donde se observa con claridad la falencia en materia de resultados, que distan de manera exorbitante de las propias metas fijadas por el gobierno. El desgaste anticipado de la oposición puede darse por la formulación de críticas al gobierno en un momento en que la opinión pública está expectante. Y el riesgo es mayor si no se percibe que la figura de Tabaré Vázquez está casi intacta, que cualquier ataque contra su figura produce un efecto boomerang; y que con prudencia y selectividad, son más atacables los ministros y aún más las figuras de tercer orden. Saber elegir el tema y el objeto es esencial para la oposición. Pero no basta con ello, pues no sirve un juego de ataques descoordinados, que den la impresión de que se dispara contra todo lo que se mueve, sino que las críticas y ataques deben hacerse a partir de planteos coherentes, y percibibles como coherentes por la gente.

El Partido Nacional no tiene una estrategia clara, o más exactamente, su fracción mayoritaria; no la tiene no solo ahora, sino que en realidad careció de planes y proyectos para el caso de perder las elecciones. Toda la estrategia del larrañaguismo se agotó en la noche del 31 de octubre; hasta allí llegó la planificación (que dicho sea de paso, fue muy exitosa, como que llevó a un líder secundario del nacionalismo a transformarse en el presidente del partido y principal figura de la oposición). De allí en adelante no ha habido rumbo cierto: no se aceptó coparticipar en el gabinete ministerial, sin que hubiese habido una clara definición del papel a cumplir en la oposición. Parecería que el nacionalismo renunció a influir en la política del gobierno sin que hubiese evaluado definitivamente a cambio de qué.

El herrerismo parece tener las cosas más claras, particularmente de la mano de un estratega como Luis Alberto Lacalle. Parece ir hacia una línea consistente de oposición fuerte, aunque no despunta una operativa planificada y coherente, sino más bien acciones sueltas. Tiene un riesgo importante, además del riesgo general señalado para toda la oposición. El peligro específico del herrerismo es plantarse a partir de un modelo de país y un modelo de sociedad con la que no comulga al menos el 70% de los uruguayos. Si traza una estrategia afinada y lo hace con una operativa eficiente, pero a partir de valores y modelos divorciados de la abrumadora mayoría del país, el esfuerzo puede quedar en la nada.

Del Partido Colorado por ahora aparece con clara iniciativa el Foro Batllista. En la noche misma de la elección Julio Ma. Sanguinetti delineó un posicionamiento colorado destinado a apoyar desde afuera al gobierno y a influir sobre el mismo. Y así fue que tuvo la iniciativa política, no solo de la oposición, desde la noche del 31 de octubre hasta casi fines de febrero. El desentendimiento en la integración de los entes autónomos, particularmente del órgano rector de la enseñanza pública genera, lo dejó sin rumbo claro, con lo cual solo juega al contragolpe.

Por supuesto que el rumbo más importante a definirse es el del gobierno. Al presidente le quedan algunas semanas, quizás algunos pocos meses, en este juego de silencio. Porque hay divergencias entre los ministros (que además son divergencias entre los grandes sectores de la izquierda) que requieren de una definición. O el país va hacia un esquema de mayor competencia de mercado o el país va hacia un fortalecimiento del papel regulador del Estado; lo que es claro que no puede ir a la vez para los dos lados, que ya no es posible trazar un rumbo común por acuerdo de líderes-ministros con visiones diferentes del país y que requiere de un arbitraje presidencial, o más exactamente, de una decisión presidencial que en forma clara y definitiva diga cuál es el rumbo. Y se requieren también definiciones en materias sobre cómo y cuándo se piensa cerrar el pasado, o sobre qué cimientos se piensa asentar la seguridad y el orden públicos.