04 Set. 2005

Lo que deja la tormenta

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La crisis de la semana pasada que tuvo como epicentro el anuncio de renuncia de Danilo Astori, a apenas seis meses de gobierno, deja algunas lecciones y advertencias de singular importancia, advertencias necesarias para un gobierno al que le resta un tiempo nueve veces superior al ya transcurrido.

La crisis de la semana pasada que tuvo como epicentro el anuncio de renuncia de Danilo Astori, a apenas seis meses de gobierno, deja algunas lecciones y advertencias de singular importancia, advertencias necesarias para un gobierno al que le resta un tiempo nueve veces superior al ya transcurrido.

En primer lugar constituye un problema persistente las promesas electorales, en un doble sentido: las promesas explícitamente hechas por el candidato presidencial y la fuerza política (que son las menos) y las promesas que la población cree que existen (aunque no hubiesen sido explícitamente formuladas) a partir de los discursos y actitudes de la izquierda en oposición a los gobiernos de Batlle, Sanguinetti y Lacalle. Pero este escollo puede ser mayor aún por la conducta del presidente de la República al asumir el cargo: ya tomada posesión del mismo, con la banda presidencial puesta, su discurso ante la gente en la noche del 1° de marzo, en la escalinata del Palacio Legislativo, tuvo algunas partes de llamado a la prudencia, pero otras muchas partes de reiteración y ampliación de promesas.

En segundo término el estilo presidencial es complicado. Vázquez es un hombre que no gusta del diálogo y en cambio su estructura personal es de alta impredecibilidad, lo que constituye una combinación peligrosa. Hasta ahora venía en un juego sutil y exitoso de largas ausencias y escasas presencias en el escenario, y esas irrupciones las hacía con la impronta de la autoridad. Un estilo así, donde se ordena y no se consensúa, tiene el riesgo que tuvo esta semana: que la orden no sea cumplida, sin necesariamente ser desobedecida, ya que provoca el pase a retiro de quien debió cumplir esa orden.

En tercer término es complicado el estilo del jefe de la conducción económica. Astori tampoco es un hombre de diálogo, en cuanto tiene éste de ida y vuelta, de decir, oír y aceptar argumentos adversos. A diferencia del presidente, se reúne con mucha gente, pero más para hablar que para escuchar. Hay constantes quejas tanto a nivel de gabinete como a nivel parlamentario y de liderazgos sectoriales, en el sentido de que el ministro de Economía no informa lo que va a hacer y mucho menos consulta.

En cuarto término, cada vez se hace más necesario en el gobierno un profundo debate, un medular análisis de divergencias y convergencias, porque son demasiadas las asintonías en el oficialismo. Contra lo que muchos políticos, analistas y periodistas creen, no hay en juego dos modelos, uno moderado y otro tradicional o radical. Hay muchas posturas, en parte porque son siete las fuerzas políticas con representación parlamentaria que respaldan al gobierno, y además no siempre son monolíticas las posiciones dentro de las mismas fuerzas. En el Tratado de Inversiones con Estados Unidos están de un lado Astori, Nin Novoa y Lepra y del lado de enfrente Gargano y Mujica. En el tema del subsidio norteamericano al arroz aparecen de un lado Mujica y Lepra y en la vereda de enfrente Gargano. En cuanto a los impactos de los consejos de salarios hay una visión representada por el ministro emepepista Bonomi, con cierto apoyo de Astori, en contraposición al líder del MPP José Mujica. El Nuevo Espacio puede considerarse un grupo radical, tradicional o principista en cuanto a las violaciones a los derechos humanos en la dictadura, y a través de uno de sus principales dirigentes, el jefe de la Asesoría Macroeconómica del Ministerio de Economía, encarna la posición más moderada de todas. La Vertiente Artiguista ha sido la impulsora de la ley de fuero sindical y de la iniciativa llevada por el economista Viera (director de la OPP) en relación a la enseñanza (la que disparó el repliegue de Astori); y a su vez es uno de los grandes puentes del gobierno con el empresariado nacional, particularmente con el empresariado más moderno y dinámico. La ley de fuero sindical no enfrenta en todos los casos a sectores entre sí, sino que ha confrontado a gente de los mismos sectores con posturas opuestas entre senadores y diputados. Como se ve, pues, no es arbitrar entre dos bloques, definir cuál de los dos impone la línea de gobierno, sino que implica un largo ejercicio de diagnóstico de los disensos y de búsqueda de los entendimientos. Falta afinar y falta mucho en este sentido, en cuanto a cuál es la línea general del gobierno, cuáles las líneas particulares de acción, cuáles los métodos y los tiempos.

En quinto término se ve como peligroso que en tal solo 6 de los 60 meses de gestión, el titular de la conducción económica haya amenazado, sugerido, insinuado o comunicado la posibilidad de irse. Hace menos de un mes hizo un amague de poner el cargo a disposición, a raíz de los desacuerdos sobre la conducta del BROU en relación a los deudores en dólares. Este martes adelantó la posibilidad de la renuncia. Hay un mensaje urbi et orbi: a Astori hay que dejarlo tranquilo porque si no, se va. Pero por otro lado, ya las amenazas, anuncios, insinuaciones, adelantos o como se le quisiere llamar, de que el ministro se va, a lo sumo puede usarse una vez más. A la siguiente seguramente pierde toda fuerza y pasa a ser inocuo, o el ministro de verdad se va. Directamente, el tanque de renuncias está casi vacío.

En sexto lugar, el manejo comunicacional del gobierno sigo siendo uno de sus déficits mayores. El desmentido oficial de la Presidencia sobre las versiones infundadas y los rumores inexactos (respecto al posible mutis de Astori) han tenido una única consecuencia: deslegitimar de manera definitiva a los servicios comunicacionales de la Presidencia, más preocupados por el diseño de logotipos en varios colores, la búsqueda de impactos publicitarios o el armado de shows, que de ser un servicio verdaderamente informativo.