15 Ene. 2006

La oposición y el gobierno

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El 2005 fue un año difícil para la oposición. Porque los partidos tradicionales sufrieron un sacudón electoral que los descolocó, el gobierno exhibió hasta pocas semanas atrás una acción parlamentaria monolítica y sin fisuras, porque las fisuras en el oficialismo se trasladaron hacia fuera de la institución parlamentaria y porque el juego corporativo tuvo más protagonismo que el juego político.

El 2005 fue un año difícil para la oposición. Porque los partidos tradicionales sufrieron un sacudón electoral que los descolocó, el gobierno exhibió hasta pocas semanas atrás una acción parlamentaria monolítica y sin fisuras, porque las fisuras en el oficialismo se trasladaron hacia fuera de la institución parlamentaria y porque el juego corporativo tuvo más protagonismo que el juego político. Además, no hubo funcionamiento parlamentario real, si por tal se entiende verdadero debate, donde cada uno dice su verdad y confronta con la del otro; hubo discursos de la oposición y manos levantadas del gobierno.El 21 de octubre de 2004 a los partidos tradicionales los sacó de encuadre y los obliga a la todavía no iniciada reflexión profunda sobre su razón de ser, el repensarse a si mismo, sobre cuáles son los motivos fundamentales para pedir la convocatoria de la ciudadanía. Lo que se ha visto es una temprana preocupación por las elecciones del 2009 y consecuentemente con la candidatura presidencial, porque desde hace unos años parece que para el elenco político hay una sola candidatura para un único cargo nacional: la presidencia, y a lo sumo otra candidatura en cada departamento por la intendencia municipal. Y se discute sobre nombres, candidaturas y liderazgos. Discuten exactamente lo mismo y en la misma forma que provocó el hastío de la ciudadanía, que se fue progresivamente alejando de la misma, como para partiendo de un 90% de adhesión en forma paulatina y sistemática llegaron a este aproximadamente 45-46%.

También un año difícil porque el recurso más utilizado para oponerse al gobierno es confrontar la acción presente del oficialismo con sus discursos pasados. Ante un tribunal de jueces académicos sobre cada tema, en un juicio sobre coherencias e incoherencias, no cabe duda que la oposición obtendría mención de honor y el gobierno un bochazo constante. El tema es que la gente va por otro andarivel, no le importa y más bien le molesta el "yo lo hice mejor que tú", el "tu dices lo mismo que yo hice y tu criticaste". Uno diría que es peor, el insistir por ese camino le recuerda a la gente el por qué se fue alejando de los partidos tradicionales, que fue un proceso constante de pérdida de confianza y credibilidad. Si la ciudadanía votó masivamente en contra de la asociación de Ancap fue más por falta de confianza en los gobernantes que impulsaron la medida, que por la medida en sí; y eso lo demuestra el hecho de que si este presidente le dice a la gente que hay que asociar Ancap con alguien, que eso es necesario o conveniente, la gran mayoría del país lo va a seguir. Sin embargo, a la oposición en 2006 se le abren algunas oportunidades interesantes. Por supuesto que de nada sirven las oportunidades si no se afrontan los propios problemas. Lo básico sigue siendo la reflexión interior y profunda sobre sí mismo, sobre su razón de ser y su destino, sobre qué se le ofrece al país, qué modelo y qué convocatoria. Hay algunos tímidos intentos en ese sentido, pero pocos y aislados. Debe ser una tarea asumida por todo el Partido Nacional de un lado y por todo el Partido Colorado del otro. Pero Vázquez ya no cuenta con el apoyo incondicional y automático de sus legisladores, para todo momento y todo tema. No es poca cosa en cuatro semanas sufrir la renuncia de unos de los diputados más veteranos y el desacato abierto de un senador. Ese senador desafiante más otro senador por naturaleza díscolo, poco afín a la política de estructuras y disciplinas, con cultivo de la mentalidad orejana, la mayoría senatorial es de gran fragilidad, necesitada de ser regada momento a momento, caso a caso.

El gobierno electo caminó hacia la consensualidad y la gobernabilidad, pero el gobierno instalado se movió en la omnipotencia. Y la omnipotencia para ser efectiva necesita que el poder responda.

Con el poder omnímodo en dudas y una oposición crispada, el costo actual de obtener gobernabilidad es mucho más alto que un año atrás. La sociedad ahora puede entender, como no lo hubiese entendido en el verano de 2005, si la oposición se planta exigente ante requerimientos de colaboración de un gobierno debilitado internamente. Incluso puede llegar a ser un activo para la oposición si el gobierno mantiene su mayoría parlamentaria monolítica pero a cambio de fuertes concesiones hacia sectores radicales.

Pero además se resquebrajó el cuasi monolitismo de la sociedad, que permitió una aprobación con pocos sobresaltos del presupuesto. La reforma tributaria genera dudas y desconfianzas en importantes sectores de la sociedad, fundamentalmente en los sectores medios y medio altos, los más fuertes en formación de opinión, huérfanos de apoyo en el oficialismo. También provoca dudas y temores la reforma de la salud. Porque en el oficialismo hay sectores claramente defensores de los marginados, los mismos sectores u otros defensores de los asalariados privados y de los trabajadores informales, otros grupos aparecen como grandes sostenedores de las multinacionales, las inversiones extranjeras y las grandes empresas nacionales. En cambio, el oficialismo no exhibe dirigentes o sectores que sean visualizados como grandes defensores de los sectores medios, de los profesionales, de los empresarios medianos y chicos, ni tampoco de los desocupados sin sindicalización pero con hábitos y voluntad de trabajo formal.

Son nichos que se le han abierto a la oposición, si la misma sabe aprovecharla, si hay algún sector que logra posicionarse efectivamente como el gran defensor de estos sectores. Y así como la izquierda política creció articulada con el movimiento sindical y otros movimientos sociales, a los partidos tradicionales les falta articulación con los actores corporativos que pueden estar más afines a su visión de país y de la sociedad